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– Entonces -dije, sintiendo una vieja sensación de vértigo-, tal vez puedan explicarme, caballeros, de qué se trata este… este proyecto, como ustedes lo llaman.

Toby Thompson exhaló el humo con firmeza y luego aplastó el cigarrillo en un cenicero de cristal sobre la mesa de roble tallado que tenía cerca. Miró la pluma de humo azul que se elevaba y se curvaba en el aire y luego se volvió hacia mí.

– Estamos hablando de un asunto clasificado como ultra secreto -dijo. Luego se detuvo. -Y como puedes imaginarte, es una historia larga y bastante compleja.

24

– La Central de Inteligencia -dijo Toby, los ojos fijos en un punto cualquiera de la habitación- está interesada hace tiempo en… ¿cómo llamarlo?… en las técnicas más exóticas de espionaje y contraespionaje. Y con eso, no estamos hablando sólo de esa invención maravillosa, el paraguas búlgaro con la punta lista para inyectar drogas mortales… No sé cuánto sabes de esto de tus días en la Agencia…

– No mucho -dije.

Toby me miró con fuerza como sorprendido por la interrupción.

– Y nuestro equipo, claro está, te observó en la Biblioteca Pública, investigando… así que algo debes de saber, por lo menos lo que está en informes oficiales y públicos. Pero la historia real es mucho más interesante.

"Hay que recordar un dato esenciaclass="underline" la razón por la que la mayoría de los gobiernos mantiene estas investigaciones en el mayor de los secretos es el miedo al ridículo. Sí, así de simple. Y en una sociedad como la nuestra, un país como los Estados Unidos, que se precia de un alto grado de pragmatismo… bueno, creo que los fundadores de la CIA reconocen que el mayor riesgo para ellos no es la furia sino el desprecio de la gente.

Sonreí porque estaba de acuerdo. Toby y yo habíamos sido buenos amigos antes del incidente y yo siempre había disfrutado de su seco sentido del humor.

– Así que -siguió diciendo- sólo un par de los funcionarios más importantes estuvieron enterados de lo que hacía la Agencia en esta área. Quiero asegurarme de que eso quede bien claro. -Me miró directamente a los ojos, después volvió a inclinar la cabeza. -Los experimentos en parasicología provienen por lo menos de la década del veinte en Harvard y Duke, experimentos serios en manos de estudiosos serios, pero la verdad es que la comunidad científica en general nunca los reconoció. -Sonrió otra vez, una sonrisa amarga, y agregó:

Así es la estructura de las revoluciones científicas. El mundo es chato, no redondo, ¿quién podría dudarlo?

"El primer trabajo importante, con algo nuevo, lo hizo un hombre llamado Joseph Banks Rhine en Duke a fines de la década del veinte y principios de la del treinta. Estoy seguro de que viste las tarjetas Zener.

– ¿Eh? -murmuré, desorientado.

– Ya sabes, esas cinco tarjetas para fes. Con símbolos: un cuadrado, un triángulo, un círculo, ondas y rectas. Rhine y sus sucesores las usaron con algunas personas y llegaron a la conclusión de que hay gente con ese talento, muy poca gente, claro. La mayoría, por supuesto, no. O, como decían algunos estudiosos, hay más gente de la que creemos que tiene el potencial para desarrollar el talento pero en general, la conciencia lo bloquea todo.

"Como decía, una serie de laboratorios se dedicó a investigar la parasicología en varias formas, en las décadas siguientes, y no sólo en cuanto a lo extrasensorial. Apareció la Fundación Doctor Rhine para la Investigación de la Naturaleza del Hombre, y también el Laboratorio de Sueños de William C. Menninger, en el Centro Médico Maimonides en Brooklyn, que hizo algunos adelantos en cuanto a telepatía del sueño. Algunos de estos laboratorios tuvieron que ver con el Instituto Nacional para la Salud Mental, es decir con la cía.

– Pero la CIA no se fundó hasta… 1949 -dije.

– Bueno, sí, enseguida vamos a eso. Ya en 1952, según los archivos de la Agencia, había un interés genuino en localizar individuos con habilidades síquicas. Pero los primeros funcionarios se concentraban mucho menos en su misión que en esconder el trabajo del conocimiento del público…

– Por miedo al ridículo -interrumpí-. Pero, ¿cómo mierda hacía la CIA para manejar a esas personas con habilidades síquicas? Quiero decir, o eran reales o no lo eran. Y si eran reales, sabrían que la gente que los abordaba estaba en una agencia de inteligencia.

Toby sonrió, una sonrisa lenta y torcida.

– Cierto. Ese era un problema serio, por lo que sé. Usaban una línea de doble seguridad, un sistema de doble ceguera con dos mediadores. Y como dije, llegamos pronto pero tarde. Apurados por los soviéticos.

Rossi se aclaró la garganta y dijo:

– La Guerra Fría tuvo sus lados buenos.

– Cierto -siguió diciendo Toby-. Para volver a la historia, a principios de los 60, la Agencia empezó a oír informes creíbles de esfuerzos soviéticos en parasicología. Creo que fue entonces que una pequeña célula de gente de la Agencia decidió fundar un estudio interno de las posibilidades de los fes para el espionaje. Pero era un trabajo traicionero… Por cada persona que tiene aunque sea un rastro de habilidad, hay cientos de fraudes y de bromistas y de viejas locas con bolas de cristal entre las manos. De todos modos, tal vez te acuerdes de haber oído decir que el vuelo de la Apolo 14 a la Luna en 1971 permitió que Edgar Mitchell, el astronauta, hiciera el primer experimento de fes en el espacio. No funcionó. En esos años, al principio, nosotros y los Laboratorios de las Fuerzas Armadas y la nasa gastábamos un millón de dólares al año en investigación sobre parasicología. Porotos, claro, pero también estábamos tanteando en la oscuridad.

"Después, a principios de los 70, vinieron una serie de informes secretos en los que la Agencia de Defensa de Inteligencia predecía que pronto estaríamos en peligro a causa de las investigaciones rusas en parasicología, que permitirían a la kgb, al gru y al ejército soviético trucos muy perfectos de cobertura, y conocimiento exacto de localizaciones de tropas, barcos, hasta instalaciones militares. Alguien en los rangos superiores se lo tomó en serio. No creo que esté diciendo nada demasiado secreto si te cuento que Richard Nixon se interesó mucho en el tema.

"Nuestra inteligencia confirmó que los soviéticos tenían varios laboratorios parasicológicos para propósitos militares, de los cuales el más importante quedaba en Novosibirsk. Esto era a mitad de la década del setenta. Después, en 1977, un periodista del Los Angeles Times terminó arrestado por la kgb en Moscú mientras trataba de obtener documentos secretos de un instituto de parasicología. Eso apuró a la CIA porque ahora los dos lados sabían que los enemigos también sabían…

"Dentro de la Agencia, el programa era tan secreto que el término fes no apareció jamás en ninguna parte, en ningún documento. Se lo llamaba "nuevos sistemas biológicos de transferencia de información". Unos pocos años después, yo ya había tenido mi… accidente… me pusieron a la cabeza del proyecto, para acelerarlo o… eliminarlo, cerrarlo por completo. "O meamos dentro del tarro o tiramos el tarro", me dijeron…

Yo asentí.

– Y tú decidiste mear -dije.

– En cierto modo. Yo era de los más escépticos. Y bastante hostil a todo eso. Pensé que me estaban dando una especie de basura para que perdiera el tiempo, una rehabilitación, lo que le dan a un experto en operaciones que ya no tiene piernas para caminar.

"Y entonces… -Hizo un gesto en dirección a Rossi. -Entonces, un día conocí al doctor Charles Rossi y él me enseñó algo que iba a cambiar el mundo.-¿Quieres algo para tomar? -preguntó Toby justo en el momento en que sus palabras habían picado mi curiosidad-, te gusta el whisky, ¿no?

– ¿Por qué no? -contesté-. Fue un día muy largo.

– Muy largo, sí. Y la quetamina ya no está, me parece, así que no te va a hacer mal la bebida. Wally, whiskies para todos… no, a Charlie le gusta el vodka, ¿verdad?

– En las rocas -dijo Rossi-. Un toque de pimienta si es posible.

Uno de los de seguridad se puso de pie -sí, usaba una pistolera, se la vi claramente-, y salió de la habitación. Unos minutos después, mientras estábamos todos sentados en silencio, volvió con una bandeja. Obviamente no estaba entrenado en el arte de servir tragos, pero se las arregló para servir los vasos sin volcar una gota.

– Dime -dije por fin-, ¿por qué no puedo leerlos?

– A esa distancia… -dijo Rossi.

– No. Ni siquiera pude hacerlo con el de seguridad cuando me dio el trago. No pasa nada. ¿Cuál será el problema?

Toby me miró un momento, pensando. La luz fuerte convertía sus ojos en agujeros.

– Interferencia -dijo.

– No entiendo.

– elf. Ondas de radio de frecuencia extremadamente baja. -Movió una mano por el aire, abarcando toda la habitación. -El equivalente en radio del ruido blanco. Interferencia. Lo emitimos con parlantes, en la misma frecuencia que las ondas cerebrales. Por eso no puedes captar nada.

– Así que no te importará si me acerco un poco.

Toby sonrió.

– No nos gusta correr riesgos innecesarios.

Asentí. No pensaba insistir.

– Todo esto de la CIA trabajando con fes… pensé que Stan Turner lo había eliminado en 1977.

– Oficialmente, sí -dijo Rossi-. En realidad, lo enterramos bajo una cubierta cualquiera desde el punto de vista burocrático, tanto que casi nadie sabía de su existencia en la Agencia.

Cuando el doctor terminó de hablar, Toby siguió con lo suyo.