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– Hasta entonces, nuestros esfuerzos se habían concentrado en localizar a los pocos individuos con talento. Pocos y muy lejos unos de otros en el país y el mundo. Pronto el problema fue otro: ¿se puede instaurar el poder? ¿Es posible? Parecía una locura, absolutamente imposible. Charles… bueno, Charles puede contártelo mejor que yo.

Rossi se movió en la silla, respiró hondo y exhaló despacio.

– A principios de la década del 80 -dijo-, yo estaba trabajando con una firma en California, una compañía pequeña. Desarrollábamos algo que el Pentágono consideraba muy interesante. En términos simples era un inductor electrónico de paranoia, "disruptor síquico de las neuronas" lo llamaban,' que servía para interferir las conexiones sinápticas entre las células del cerebro. En realidad, hubiera hecho electrónicamente lo que hace la droga lsd en muchos casos. Algo muy feo, en realidad, pero claro, los del Pentágono son los que nos trajeron el napalm, por cortesía de Química Dow. De todos modos, el proyecto quedó en la nada, por suerte, pero un día recibí una llamada de Toby que me ofreció el doble de salario y me trajo de los hermosos climas de California hasta esta metrópolis. En cierto modo, seguí con mi trabajo: estudiaba los estímulos electromagnéticos en el cerebro humano. Al principio, el interés tenía que ver con la idea de controlar las mentes. Yo me concentré en las elf, las ondas de radio de frecuencia extremadamente baja, de las que habló Toby. El cerebro genera señales eléctricas. Y lo que tratábamos de ver era si podíamos transmitir señales fuertes en la misma frecuencia en las que transmite el cerebro y usarlas para inducir confusión, incluso la muerte.

– Encantador -dije.

Pero Rossi siguió hablando, sin prestarme atención.

– Tampoco había nada ahí. Pero habíamos descubierto las posibilidades de las elf. Y encontré investigaciones del doctor Milán Ryzl de la Universidad de Praga, algo relacionado con la hipnosis. El doctor Ryzl había descubierto que cierta gente puede relajarse bajo hipnosis, aflojar tanto sus inhibiciones que hasta se vuelve capaz de recibir imágenes por telepatía. Éso me puso a pensar.

"Y así, casi por coincidencia, en 1983, en un hospital de Holanda, un holandés de mediana edad pasó por un examen de rutina con un generador de imágenes por resonancia magnética y salió con una percepción extrasensorial documentada y catalogable. Los médicos se quedaron de una pieza. Inmediatamente recibieron la visita de agentes de la inteligencia holandesa, francesa y estadounidense, y todos confirmaron el informe. El hombre oía los pensamientos de otras personas que estuvieran a distancias muy cortas. Los neurólogos lo atribuyeron al efecto intenso de magnetización del generador de imágenes en la corteza cerebral.

– ¿Y la habilidad fue duradera? -pregunté.-No exactamente. A decir verdad, el hombre se volvió loco. Empezó a quejarse de horribles dolores de cabeza, de ruidos espantosos en los oídos y un día metió la cabeza en una pared de ladrillos, literalmente quiero decir. Se mató. -Rossi tomó un buen trago de vodka.

– ¿Por qué el generador no provoca lo mismo en todo el mundo? -pregunté.

– Esa fue mi pregunta al principio -dijo Rossi-. Los generadores de imágenes se usan mundialmente desde 1982, y ése era el primer informe de semejante resultado. Cuando los equipos de inteligencia francés, holandés y estadounidense, trabajando en conjunto, investigaron a ese caballero holandés, llegaron a la conclusión de que el hombre poseía ciertas características que seguramente eran prerrequisitos. En primer lugar, era brillante, un coeficiente intelectual de más de 170 según la prueba Stanford-Binet. Y además, tenía memoria eidética.

Asentí una vez.

– Hubo otras marcas. El hombre tenía una habilidad verbal muy grande, pero también una gran capacidad cuantitativa, era muy bueno en matemáticas. Volé a Amsterdam, y me las arreglé para ver al holandés antes de que cruzara al otro lado. Cuando volví a Langley, traté de reproducir el efecto del generador.

"Reclutamos hombres y mujeres que parecían tener los requisitos: la memoria, las habilidades verbales y matemáticas y demás. Y, sin revelar la naturaleza verdadera del experimento, los sometimos al generador más poderoso que pudimos localizar. El modelo era de Siemens A.G., de Alemania. Lo modificamos. Pero no tuvimos éxito… hasta usted.

– ¿Por qué? -pregunté, terminando el whisky y dejando el vaso vacío sobre la mesa.

– No sabemos -dijo Rossi como si hablara del clima-. Si supiéramos algo al respecto, podríamos… Pero no. Ciertamente usted tenía los requisitos previos. La inteligencia, obviamente, y las habilidades verbales, la memoria eidética, que se encuentra en menos del 0,1 por ciento de la población. Usted juega ajedrez, ¿verdad, Ben?

– No demasiado mal.

– Bastante bien que yo sepa. Y es excelente en palabras cruzadas, por ejemplo. Creo que hasta tuvo contacto con la meditación Zen en algún momento de su vida.

– Sí, como usted dice, tuve "contacto" con ella…

– Estudiamos los archivos de tu entrenamiento en Campo Peary -interrumpió Toby-, y los estudiamos con mucho cuidado. Eras muy conveniente… pero no sabíamos si tendríamos éxito, de eso no estábamos seguros.

– Parecen muy poco interesados en una demostración de mis habilidades -dije, dirigiéndome a los dos-. Qué raro.

– Al contrario -dijo Rossi-. Estamos interesados. Sumamente interesados. Con su permiso, me gustaría hacerle unas pruebas mañana. Nada muy difícil.

– Eso no me parece necesario -dije-. Si quieren les puedo hacer la demostración ahora mismo.

Hubo un momento de silencio incómodo y después Toby rió entre dientes.

– Podemos esperar.

– Parece saber mucho sobre esta condición mía. Tal vez pueda decirme cuánto va a durar.

Rossi se detuvo de nuevo.

– Eso no lo sabemos. Lo suficiente, espero.

– ¿Lo suficiente! -repetí-. ¿Lo suficiente para qué?

– Ben -dijo Toby con suavidad-, te trajimos aquí por una razón, como ya supondrás. Necesitamos que hagas una serie de pruebas. Y después, te necesitamos a ti.

– A mí. -Esta vez no me molesté en disimular mi hostilidad. -Quieren que les ayude. ¿De qué clase de ayuda se trata?

Un largo silencio en la habitación cavernosa y por fin Toby dijo:

– Supongo que la palabra es espionaje.

Me quedé sentado sin moverme durante casi cinco minutos mientras ellos me miraban.

– Lo lamento, caballeros -dije, poniéndome de pie. Me volví hacia la puerta y empecé a caminar.

Los dos de seguridad se pusieron de pie y uno de ellos dio varias zancadas para alcanzarme y bloquearme la salida mientras el otro se me ponía detrás.

– ¡Ben! -me llamó Toby.

– Vamos, Ben -dijo Rossi simultáneamente.

– Por favor, siéntate -oí decir a Toby con tranquilidad-. Lamento decir que no tienes muchas alternativas.

25

Una de las cosas que aprendí en mis días en la Agencia es cuándo insistir y cuándo darme por vencido. Eran más que yo, no sólo los dos de la sala sino todos los demás que hubiera en la casa, y tenía que haber más. Calculé las posibilidades que tenía y supuse que estaban en mi contra en una proporción de diez mil a uno, de cien mil a uno.

– Estás poniéndonos en una posición difícil -dijo Toby a mis espaldas.

Me volví lentamente.

– No sé por qué me pareció haber oído algo sobre animales enjaulados… -dije, irónico.

Él me estaba mirando con una leve huella de ansiedad en el rostro.

– No quiero… no queremos recurrir a la compulsión. Preferiríamos apelar a tu razón, al deber, a la decencia básica que sabemos que tienes.

– Y a mi deseo de volver a ver a mi esposa -agregué.

– Sí, está eso también, sí -admitió. Nervioso, cerró los dedos en un puño y los abrió de nuevo, varias veces.

– Y, además, por supuesto, me dijeron mucho. Ahora "sé demasiado", ¿no es cierto? ¿No es así como se dice? Así que tengo derecho a salir de la habitación pero si decidiera hacerlo, probablemente no llegaría al portón.

Exasperado, Toby dijo:

– Eso es ridículo. Después de lo que te dije, ¿por qué mierda vamos a querer hacerte daño? Aunque más no fuera por razones científicas…

– ¿La Agencia también arregló que congelaran mis fondos? -pregunté con amargura. Sentía los músculos de las piernas muy tensos, casi acalambrados, el estómago revuelto, me corría la transpiración por la frente. -¿Esa mierda de First Commonwealth?

– Ben -dijo Toby después de un momento de silencio-, preferiríamos mantener las cosas en positivo, apelar a la razón. Creo que cuando escuches todo, querrás llegar a un acuerdo.-Muy bien -dije por fin-. Estoy dispuesto a escuchar. Veamos, ¿qué tienen que decirme?

– Es tarde, Ben -dijo Toby-. Estás cansado. Y sobre todo, yo estoy cansado, aunque claro, ahora me canso muy fácilmente. Mañana, antes de que te llevemos a Langley para las pruebas, hablamos de nuevo, ¿de acuerdo, Charles?

Rossi murmuró su asentimiento, me miró con ojos penetrantes y salió de la habitación.

– Bueno, Ben -dijo Toby cuando nos quedamos solos-. Creo que el personal ya organizó todo lo que necesitas por esta noche: un cambio de ropa, el baño y todo eso. -Sonrió con amabilidad. -Un cepillo de dientes.

– No, Toby. Falta un detalle. Quiero ver a Molly.

– No puedo permitirlo, Ben, todavía no. No es físicamente posible…

– Entonces, no creo que lleguemos a ningún acuerdo.

– No está en esta área.

– Entonces, quiero hablar con ella por teléfono y quiero hablar ahora.

Toby me miró, estudiándome, por un momento, y después hizo una señal a los de seguridad. Uno de ellos salió de la habitación y volvió con un teléfono negro, que conectó a una toma cercana. Luego, puso el aparato sobre la mesa, a mi lado.