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Por razones que pronto comprenderás, no hay ningún registro de esta caja en mis papeles, en mi testamento ni en ningún otro lugar. Si encontraste esta nota, eso significa que también encontraste la llave que deje (a veces los métodos mas simples y más antiguos son los mejores) y también que entraste en la bóveda de Zúrich, y significa que ya viste el oro. Supongo que quieres alguna explicación.

Nunca me gustaron las cacerías y persecuciones, así que por favor, créeme cuando te digo que mi intención no fue hacerte las cosas mas difíciles, sino hacérselas mas difíciles a otra persona. Nadie es a prueba de tontos en este juego, pero si llegaste hasta aquí, estoy seguro de que entiendes por que lo hice fue para protegerte.

Estoy escribiendo esto unas horas después de un encuentro agotador con Vladimir Orlov en Zurich. Si reconoces el nombre, sabrás que fue el último jefe de la kgb. Hice un arreglo con él, un arreglo que tengo que explicarte. También me enteré de ciertas cosas a través de él y también tienes que saberlas.

Porque van a matarme. Pronto. Estoy seguro. Para cuando leas esto, tal vez esté muerto (aunque tal vez no) y quiero que sepas por que.

Como sabes mejor que nadie, Snoops, el dinero nunca me atrajo, no necesito más del que se necesita para comer y tener un refugio para dormir. Así que espero que cuando te digan que me corrompí, que estafé, y demás mentiras que van a decirte, estés segura de la verdad Y no creas nada.

Pero lo que tal vez no sepas es que he recibido vanas amenazas de muerte, algunas de ellas vacías de contenido y otras muy serias. Empezaron (no fue una sorpresa) poco después de que me designaran Director Geneial de la CIA, cuando decidí limpiar la casa, y lancé mi cruzada para mejorar la Agencia. Yo amaba ese lugar, Molly, creía en él. Ben, estoy seguro de que tú lo entiendes mejor porque estuviste adentro.

Algo terrible está pasando en las entrañas de la CIA. Hay un grupito que durante años abusó de las informaciones a las que tenían acceso, para amasar grandes sumas de dinero. Desde mi primer día como director, decidí desenmascararlos. Tenía mis teorías, pero necesitaba pruebas.

La atmósfera en Langley era como la de un grupito de maderas secas, listo para arder a la primera chispa que encendiera un comité de investigación del Senado o un periodista de The New York Times. Había mucha charla abierta en los pasillos Se hablaba de quitarme del medio. Algunos de los viejos me odiaban más de lo que habían odiado a Bill Colby. Sé que varios de los muy bien colocados, los poderosos más influyentes de Washington, fueron a ver al Presidente para pedirle que me reemplazara cuanto antes.

Y había rumores de corrupción a una escala alarmante. Yo había oído hablar de un grupito de funcionarios presentes y pasados conocidos como los Sabios, que se encontraban para planificar y charlar en condiciones de extremo secreto Esos Sabios estaban involucrados en estafas masivas, decían. Se creía que usaban informes de inteligencia reunidos por la Agencia para hacer mucho pero mucho dinero Pero nadie sabía quiénes eran. Aparentemente eran tan influyentes y tenían contactos tan importantes que habían podido eludir la detección durante mucho tiempo.

Y después, un día, recibí un contacto directo a través de un empresario europeo, finlandés, para mas datos, que decía representar a un "ex líder mundial" que tenía "información" que tal vez pudiera interesarme.

Las negociaciones comenzaron mucho antes de que yo supiera que la persona a la que él representaba era el último jefe de la kgb soviética, Orlov, nada menos, que vivía en una pequeña dacha fuera de Moscú y quería exiliarse de la Unión Soviética.

Orlov, me dijo el intermediario, tenía una propuesta muy interesante para mí.

Necesitaba mi ayuda para salvar el oro de Rusia de las garras de los de la línea dura que cualquier día, según creía él, sacarían del poder a Yeltsin. Si yo lo ayudaba a sacar una cantidad de oro del país, ¡diez mil millones, nada menos!, él me daría un archivo muy valioso sobre ciertos elementos corruptos de la CIA.

Según el intermediario, Orlov tenía en su posesión un archivo que documentaba en extraordinario detalle la corrupción masiva dentro de la CIA. Se hablaba de vastas sumas de dinero amasadas por un pequeño grupo de gente que había conseguido ganancias fenomenales usando información de espionaje. El tenía los nombres, las localizaciones, las sumas, los registros. Todas las pruebas. Yo, por supuesto, acepté el trato. Hubiera aceptado de todos modos ya sabes lo mucho que quería que Rusia no volviera a la dictadura. Pero la verdad es que con esa oferta la negociación era irresistible.

Orlov apareció en Zúrich sin ese archivo se lo habían sacado de las manos, cosa que me puso realmente nervioso. Al principio, supuse que se trataba de una maniobra de chantaje, pero pronto deduje que él realmente era una víctima en el asunto. Y como había llegado hasta allí, decidí seguir adelante y completar el trato.

Pero necesitaba ayuda para semejante transacción ayuda de alguien de afuera de la Agencia Alguien que no estuviera en contacto con la corrupción Eso era imperativo, sobre todo por la suma de dinero involucrada Ademas, era necesario que los arreglos financieros no figuraran en los libros

Así que elegí al único hombre honesto de la Agencia que ahora estaba afuera, un hombre cuya integridad personal estaba más allá de cualquier reproche o sospecha Alexander Truslow. Fue el error más grande de mi vida.

Convertí a Truslow en el otro dueño de la cuenta del Banco de Zúrich en la que puse la mitad del oro. El contrato decía que ninguno de los dos podía mover el oro sin el consentimiento del otro. Y que el oro sólo podía moverse cuando la cuenta estaba activada, mecanismo que se disparaba cuando cualquiera de los dos pedia acceso a la cuenta Si alguna vez surgía un problema, supuse, los dos estaríamos cubiertos de toda sospecha y de toda culpa No se me podía acusar de latrocinio a escala mundial.

La otra mitad la llevamos en un contenedor, por barco, a través de Newfoundland, con la compañía St Lawrence Seaway hasta el Canadá. O más bien, debo decir que el que la llevó fue Truslow.

Pero ahora hay algo que me asusta muchísimo. Temo por mi vida. Como ya sabes, Ben, tenemos gente en Langley que tiene toda la habilidad necesaria para hacer que un asesinato parezca muerte natural.

Así que no creo que me quede mucho tiempo en este mundo.

Sólo hace muy poco supe que Wilhelm Vogel, candidato a canciller en Alemania, está controlado por un cartel alemán terriblemente poderoso. Aparentemente quieren volver a armar a Alemania con intención de controlar no sólo ese país sino también a toda Europa unificada, a través del gobierno alemán unido.

Sus socios son este grupo de la CIA. El arreglo, me dicen, tiene que ver con una repartija pacífica de lo que quede. El elemento de la CIA controlará la Agencia a través de frentes dedistinto tipo y, a través de ella, la economía del Hemisferio Occidental. El cartel alemán controlará Europa. Todos serán enorme, increíblemente ricos. Es un nuevo neofascismo corporativo que piensa tomar el control de los hilos de gobierno durante esta época frágil e incierta que nos toca vivir. El líder de los estadounidenses es Alexander Truslow.

Y yo no puedo hacer nada al respecto.

Pero pronto habrá una forma de detenerlos, según creo. Hay documentos que revelar. Tienen que salir a la luz.

Si me matan, deben encontrar esos documentos.

Para eso, les dejo a cada uno de ustedes un regalo.

Les dejo muy poco en bienes y eso no me gusta. Pero ahora quiero hacerles un regalo, un regalo de conocimiento, de información que, después de todo, es la más valiosa de las posesiones que un ser humano pueda tener.

Para ti, Snoopy, un recuerdo de una época muy feliz en tu vida, en la mía, en la de tu madre. Las verdaderas riquezas, como ya sabrás, están en la familia. Esta fotografía, creo que nunca la viste, siempre me hace recordar un verano muy hermoso que pasamos los tres.

Tenías cuatro años, así que estoy seguro de que no te acuerdas mucho, si es que recuerdas algo. Pero yo, que en esos días era tan adicto al trabajo como fui siempre, me vi obligado a tomarme un mes de vacaciones después de la operación de urgencia por la apendicitis. Tal vez mi cuerpo me estaba diciendo que tenía que pasar más tiempo con mi familia de vez en cuando.

A ti te encantó eso, atrapabas ranas en la laguna, aprendiste a pescar, jugabas al softball… Estabas siempre en movimiento y nunca te vi tan feliz. Siempre me pareció que Tolstoi se equivocaba muchísimo cuando escribió al comienzo de Ana Karenina que todas las familias felices se parecen. Cada familia, sea feliz o infeliz (y nuestra familia fue las dos cosas), es tan única como un copo de nieve. Creo que puedo permitirme ser sentimental y lloroso una vez en mi vida, mi amada Snoopy.

Y en cuanto a ti, Ben, te doy la dirección de una pareja que tal vez esté viva (tal vez no) cuando leas esto. Espero con toda el alma que por lo menos uno de ellos haya sobrevivido para contarte una historia muy importante. Lleva esto contigo: te servirá como pase de entrada, una especie de contraseña.