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– Te dije que después de una semana en el campo te volverías loca -repuso Nick, abrazándola-. Pero confiesa que esto te encanta.

La mujer se apartó con una sonrisa.

– Esto me encanta.

– ¿Y estás bien?

– Mejor que bien -saludó a Danielle con una inclinación de cabeza-. Hola.

– Maureen -dijo Nick-. Ella es Danielle. Mi…

Al ver que no terminaba la frase, la joven volvió la vista hacia él.

Nick la miraba con una expresión indefinible que de pronto la asustó. ¿Le contaría la verdad a Maureen después de haber prometido no hacerlo? No, no lo creía así, pero sí parecía que ocurría algo raro, porque la miraba como pidiéndole perdón, y ella no entendía por qué.

– Es mi prometida -dijo. Danielle dio un respingo.

Nick sonrió como si su reacción fuera perfectamente normal.

– Aunque todavía no se ha acostumbrado a oírlo. Hemos venido por aquí para dar una sorpresa a sus familiares.

Maureen lo abrazó de nuevo con un gritito de alegría. Nick miró, por encima de la cabeza de su prima, a Danielle, que estaba tan sorprendida, que una brisa ligera podría haberla tirado al suelo.

– ¿Prometida? -dijo con los labios, sin emitir sonido.

– Siento no haber avisado -comentó Nick para Maureen, pero mirando a Danielle-. Sabemos que aún no estáis listos para abrir y tenemos un perro enorme, pero esperábamos…

– Claro que podéis quedaros aquí -la mujer se apartó para darle un beso en los labios-. Voy a preparar una habitación. El interior sigue siendo un desastre lleno de pintura y otras cosas, y todavía no hay servicio…

– No importa -le aseguró su primo-. No necesitamos gran cosa.

– ¡Oh, Nick! ¡Qué emocionante! Estoy deseando contárselo a todos…

– Respecto a eso -el hombre la sujetó antes de que pudiera alejarse-. Esperamos guardar el secreto unos días más.

La mujer dejó de sonreír.

– ¿Es secreto?

– Por favor.

– ¿De verdad?

– De verdad.

Maureen emitió un suspiro hondo.

– Lo haré por ti, pero no me pidas que lo guarde mucho tiempo porque es demasiado sabroso. ¡Prometido! ¡Imagínate! -Se volvió a abrazar a Danielle sin previo aviso-. No sé cómo lo has atrapado, querida, pero me alegro mucho.

Danielle se sentía tonta con los brazos colgados a los costados, así que acabó abrazando desmañadamente a la otra.

– Bienvenida a la familia -dijo Maureen con tal calor, que Danielle se sintió llena de culpabilidad, que aumentó aún más cuando la otra entró en la casa.

– ¿Prometida? -preguntó con incredulidad mientras iban a sacar a Sadie del vehículo.

– No se me ha ocurrido un modo de decirle la verdad e impedir que se entrometiera. Querría ayudar.

– Oh.

– Y tú no quieres ayuda.

– Claro -tenía que recordar eso.

– No será por mucho tiempo.

Eso tampoco debía olvidarlo. Se prometió que no lo haría y sacó a Sadie del coche.

Danielle se acercó a la ventana de la habitación que les habían preparado y miró la ladera de la colina procurando no pensar.

Una habitación, una cama.

Preguntarse cómo había ocurrido aquello no servía de mucho. Su intención había sido estar sola, combatiendo el pánico, desde luego, pero también dispuesta a iniciar una nueva vida que no incluía nada ni a nadie aparte de a Sadie y a sí misma.

Pero no había podido librarse de Nick. No lo había intentado mucho porque, hora tras hora, minuto tras minuto en su compañía, riendo, hablando, huyendo… era toda una experiencia que no olvidaría nunca. A cada segundo que pasaba sabía que sería más difícil alejarse cuando llegara el final.

Y habría un final, siempre había un final.

Pero la expresión de su rostro cuando le dijo a Maureen que se iban a casar… Sabía que era solo parte de la historia que había tenido que inventar, pero se mostraba tan fiero, tan protector tan… satisfecho de considerarla suya.

Se recordó que estaba actuando. Y era muy buen actor. Maureen y Clint se habían mostrado muy amables. La mujer insistió en que se considerara como en su casa y le ofreció compartir las comidas e incluso prestarle el coche si lo necesitaba.

Y aquello hizo que se sintiera peor aún. Traicionaba su confianza al no decir la verdad, pero no podía decirla.

– Siento lo de la habitación para los dos.

No se volvió a mirar al hombre que la había rescatado ya más de una vez, el hombre que se había abierto paso hasta su corazón.

– Lo hice para reforzar la historia.

– Ah, sí, la historia -sintió que se acercaba hasta que su aliento le tocó el pelo.

– Maureen me conoce bien -dijo él-. No se habría tragado que no durmiera con mi prometida.

Danielle se volvió a él. Sus cuerpos no se tocaban, pero entre ellos emanaba un calor especial de todos modos.

¿Lo sentía también él?

Miró sus ojos verdes, cálidos y llenos de afecto, y pensó que tal vez sí. Forzó una sonrisa.

– Lo del compromiso sí parece que le ha sorprendido.

Nick hizo una mueca.

– Digamos que no tengo fama de ser hombre de compromisos.

– Seguro que lo entenderán cuando te marches. Les diremos que tienes que ocuparte del estudio de tus hermanas y que yo…

– No pienso irme.

Danielle tragó saliva con fuerza.

– Claro que sí. Es preciso. Tú volverás y yo iré a buscar a la criadora de Sadie y… -tenía la boca tan seca que no podía tragar-. Y luego seguiré mi camino.

– Quiero acompañarte a ver a la criadora.

– Eso no es necesario.

– Lo sé -colocó una mano en el alféizar detrás de ella, aprisionándola con su cuerpo-. Eres dura -dijo con gentileza-. Resistente y fuerte. Puedes afrontar lo que sea, ya lo he visto -le tomó una mano-. Me quedo por mí, no por ti. Quiero saber que esto acaba bien.

Casi nunca acababa nada bien para ella, pero confiaba en que esa vez fuera diferente.

Nick la miraba de aquel modo que la hacía temblar por dentro, y como empezaba a debilitarse, se apartó y estuvo a punto de tropezar con Sadie, que dormía en el suelo.

– ¿Cómo puede dormir así? -preguntó él, admirado, mirando a la perra, que, tumbada de espaldas, con las cuatro patas en el aire y la boca abierta, emitía un ronquido suave cada pocos segundos. Pasó encima de ella y se acercó a la cama-. Bueno, ¿cuándo nos vamos?

Danielle buscó algo en su expresión, aunque no sabía qué. ¿Compasión? ¿Pena? Algo que le posibilitara un ataque de orgullo que le permitiera apartarlo.

Pero él sonrió con la misma paciencia de siempre.

– Y cuando hagamos esto, ¿te irás y volverás a tu vida? -inquirió ella.

– Tienes mucha prisa por librarte de mí.

– ¿Te irás?

La sonrisa de él murió lentamente.

– Si consigues lo que buscas, me iré.

– De acuerdo -repuso ella con suavidad. Tomó la mochila-. Este es tan buen momento como cualquier otro.

Laura Lyn Miller, de Perros de Espectáculos Miller, no estaba en casa. En la puerta había un tablón con chinchetas para que las visitas dejaran notas, y teniendo en cuenta las fechas de las notas, llevaba al menos una semana fuera.

– Está en una exhibición -dijo Danielle con una voz neutral que no consiguió engañar a Nick.

Sabía que estaba contrariada y por primera vez en mucho tiempo se sintió indefenso.

Porque ella quería que se fuera y la dejara en paz.

Pero no podía dejarla hasta que supiera que se encontraba bien. El hecho de que además quisiera quedarse por otras razones pertenecía a su infierno particular.

– Solo necesito sus archivos -dijo la joven, mirando todavía la puerta cerrada-. Papeles que prueben que yo estuve en la vida de Sadie desde el principio, con mi propio dinero. Yo pagué la mayor parte de las vacunas y la comida y todo lo que necesitaba, y como Laura Lyn y yo estuvimos en contacto en las competiciones, ella podría ser testigo de ello.