– Para siempre -asintió él.
– ¿Nick?
– Pensaba… pensaba que querrías irte, que quizá nos veríamos de vez en cuando si conseguía convencerte. Pensaba… No imaginaba que…
– ¡Oh, Nick! -Danielle lo abrazó con fuerza-. Siento haber sido tan lenta.
– No, no importa -repuso Nick. Sus ojos se veían húmedos a la luz de la luna cuando enterró el rostro en el cabello de ella.
Danielle abrazó con fuerza a aquel hombre maravilloso que era todo suyo.
– Te quiero, Nick. Es la verdad.
– Eso espero. Yo también te quiero.
Danielle se apartó y le sonrió.
– ¿Y el resto? ¿Qué opinas del resto?
– Oh, sí, eso también, quiero los viajes y la universidad, los cachorros y los bebés. Sobre todo los bebés -la besó con fuerza-. Lo quiero todo. Contigo.
Sadie se coló entre ellos con un gemido.
Danielle le acarició la enorme cabeza.
– ¿Qué sucede?
– Creo que se siente sola -dijo Nick-. Ella también necesita amor. Tendremos que buscarle la pareja perfecta.
Danielle volvió a rodearlo con sus brazos con Sadie entre ellos.
– Sí -murmuró; lo besó en la boca-. Nadie debería estar solo cuando se puede tener esto. Un compañero para toda la vida.
– Un compañero para toda la vida -asintió Nick; la volvió hacia la posada-. ¿Vamos a casa?
– ¿Dónde está eso?
– Donde estés tú. Quieres ir a la universidad, ¿verdad?
– Me gustaría.
– Entonces iremos donde esté la universidad. Después de eso… -se encogió de hombros-. A una ciudad grande, de vuelta aquí, a un lugar nuevo… no importa. Siempre que esté contigo, estoy abierto a todo.
– Pues da la casualidad de que yo también -sonrió ella-. Siempre que esté contigo.
Jill Shalvis