Выбрать главу

– No he podido oír lo que decíais.

– Es difícil oír cuando estás dormida.

– No lo estaba.

Pero sí se había dormido y Nick solo podía pensar que debía estar muy, muy cansada para ignorar de aquel modo a la policía.

– Creo que debemos empezar por el principio, Danielle.

– ¿El principio?

– ¿Tan extraordinaria es Sadie?

La joven miró a la perra, que seguía durmiendo.

– Sí.

– ¿Por qué?

Danielle acarició al animal.

– Es lo que se llama un perro tipo.

– ¿Y qué significa eso?

– Significa que, como te dije antes, muestra todas las características de su raza. Su color es tan perfecto como haya podido serlo en los últimos cien años. El negro, las rayas… Es lo que se esperaba de la raza. Gana campeonatos solo por su aspecto.

– ¿Y hay mucho dinero envuelto en esos campeonatos?

– No -apretó los labios-. Por tonto que le parezca a alguien que no está en el mundillo, no es cuestión de dinero. Es cuestión de prestigio, de gloria.

– ¡Ah! -Nick miró a Sadie e intentó imaginar algo de gloria en el hecho de pasearla por un cuadrilátero lleno de espectadores y caca de perro.

– Sadie tiene ese prestigio y gloria y se los da a la persona que la tiene a ella.

Nick se frotó las sienes.

– ¿Y cuál es la historia aquí? No has asesinado a nadie ni hecho daño físicamente a nadie. Hasta ahí está claro.

Danielle salió del armario. Cuando Sadie perdió el calor corporal del cuerpo de su querida ama, levantó la cabeza y bostezó abriendo tanto la boca que parecía capaz de tragarse una cabeza de hombre entera. Después, al darse cuenta de que estaba sola en el armario, se puso en pie y resbaló. Volvió a levantarse, y sus uñas arañaron el suelo donde intentaba agarrarse.

– Despacio, tesoro -murmuró Danielle. Tendió una mano para acariciarle la enorme cabeza.

Cuando la perra consiguió salir por fin, se apoyó contra Danielle, que se tambaleó a causa del peso y separó las piernas con firmeza.

Sadie frotó la cabeza contra el vientre de la joven, y esta sonrió a Nick con tristeza.

– Me quiere.

– Eso ya lo veo.

Por un momento, un momento breve, pensó cómo sería ser objeto de un amor y devoción tan profundos. Pero luego imaginó cuánto debía comer el perro al día… y los excrementos que echaría… y se estremeció.

Él no tenía perros y estaba bastante satisfecho así.

Danielle dio unas palmaditas en la cabeza de Sadie. Estaba muy despeinada y tenía una marca roja en la mejilla, donde se había apoyado encima de un osito de peluche, pero sonrió a Nick, y a este se le paró el corazón.

Luego su sonrisa se borró despacio.

– He robado a Sadie. La tenía a medias con un hombre. Con mi novio.

Nick no sabía qué resultaba más perturbador. Si haberle mentido a la policía por un maldito perro o que Danielle tuviera novio.

Aunque eso no tenía por qué importarle a él. Tenía su propia vida y le gustaba. Hasta tenía un montón de citas interesantes en perspectiva. Citas que no le harían pensar, dar vueltas a nada, que no conllevaban sueños ni anhelos.

Y teniendo en cuenta que Danielle requería todo eso y más, lo mejor que podía hacer era enseñarle la puerta.

– Cuando rompimos, Ted quiso quedarse con Sadie.

Habían roto.

– Ella vale dinero -admitió Danielle-. Pero Ted lo hace por la gloria. Es una campeona y su pedigrí es increíble. Él quería que criara, que yo me ocupara de sus descendientes.

Nick movió la cabeza.

– ¿Esto es una batalla por la custodia de un perro? -no podía creerlo.

– Es más que eso, Nick.

– Obviamente, o la policía no te estaría buscando. ¿Qué hiciste? ¿Robársela en mitad de la noche? ¿Le quitaste también accidentalmente el dinero y la plata?

A la joven le brillaron los ojos con furia.

– Robé a Sadie y solo a Sadie. Pero tenía una buena razón.

Aquello era una tontería. Se había metido en medio de una disputa por un perro. ¿Y por qué? Porque recordaba con afecto una noche de hacía más de una década. Porque era un idiota.

– ¿Que Ted la consideraba una inversión y tú prefieres verla como tu hijita querida?

– Peor.

Parecía que no tuviera ni un amigo en el mundo. Tenía aspecto de ir a echarse a llorar en cualquier momento, y Nick respiró hondo. Era un desastre con las mujeres en apuros.

O al menos con aquella mujer en particular. No tenía ni idea de por qué la breve conexión entre ellos importaba todavía tanto, pero así era.

– Lo siento -dijo, porque ella parecía preocupada, sola y asustada y él no podía ignorarla-. Cuéntame el resto.

– Rompí con Ted cuando me cansé de que fuera tan posesivo.

El tono de su voz le llamó la atención. Sadie estaba sentada sobre las patas traseras a los pies de Danielle, y de cada lado de su boca abierta colgaban chorros gemelos de baba. Jadeaba con le lengua colgando, y miraba a Danielle con adoración. Esta le puso una mano en la cabeza y suspiró.

– Las cosas se pusieron feas y descubrí algo más sobre él.

– Que tenía mal genio -adivinó Nick, sintiendo náuseas.

La mujer asintió con la cabeza y él se acercó y le puso una mano en el brazo con gentileza.

– Danielle…

– Todo empezó cuando Sadie perdió un campeonato. Ese día hacía mucho calor y ella se aburrió. Ted quería especialmente ganar porque su competidor principal estaba allí mirando, pero gritarle a Sadie no era la respuesta. Y luego la perra cojeaba, como si tuviera algo en la cadera. Y se mostraba muy rara -miró a Sadie con aire de derrota-. Creo que él le dio una patada.

– ¿Lo crees? ¿O lo sabes?

– Lo sé -la voz de ella vaciló-. Y una semana después, ella no quería entrar en su cajón cuando él se lo ordenó y lo pillé in fraganti. Le vi darle una patada.

Nick miró los ojos oscuros y perrunos de Sadie y trató de imaginar a alguien dando patadas a un animal que le llegaba a las caderas y casi pesaba más que él. Pero no importaba. Nick odiaba la violencia apasionadamente, sobre todo si iba dirigida contra los inocentes. Y Sadie, a pesar de ser grande, era inocente.

– ¿Y tú? -preguntó con toda la calma de que fue capaz-. ¿Se mostraba también violento contigo?

La joven se enderezó.

– No se habría atrevido.

Pero Nick pensaba que sí se habría atrevido. Más bien parecía que no había tenido ocasión. ¡Maldición! ¿Por qué él? ¿Por qué en aquel momento, con una mujer a la que no parecía capaz de darle la espalda? ¿Con una mujer a la que parecía más que dispuesto a salvar otra vez?

Ah, diablos, ¿a quién pretendía engañar? Él no podía darle la espalda a nadie. El hecho de que se tratara de Danielle solo servía para empeorarlo aún más.

– Entenderás que no puedo dejar que se la devuelvan, ¿verdad? -preguntó ella; los músculos tensos de su cuerpo expresaban su determinación-. No puedo.

– De acuerdo -se mesó los cabellos e intentó pensar-. ¿Puedes probar que Sadie es tuya? -la joven se mordió el labio inferior y él soltó un gemido-. No puedes. Y por eso has huido con ella.

– Puedo probar que los dos éramos sus dueños, sí, pero eso no es suficiente. Puede que me obliguen a compartirla y no puedo permitirlo. Pagué la mitad cuando la compramos de cachorro, pero eso no es tan fácil de probar, y luego hubo otros gastos de veterinario, comida y demás -se agachó a abrazar a Sadie con fuerza y la perra, a cambio, le lamió la oreja.

Danielle miró a Nick con aquellos ojos enormes suyos.

– Solo necesito fotos profesionales de Sadie para mostrárselas a un director artístico que conozco. Él me conseguirá algún anuncio para ella.

– Lo que significa dinero.

– Sí.

– Y necesitas el dinero para…

– Desaparecer -apretó el rostro contra el cuello de Sadie-. Ted vació mi cuenta corriente. Con una tarjeta de cajero que le di yo.