—Me quedaré por aquí hasta el 22 de octubre —contesté—. Luego, terminarán las vacaciones de mi alter ego y me reemplazará por estos lares mientras yo desciendo la línea para ocuparme de la siguiente gira.
—¿Vais a seguir así? ¿Alternando?
—Es la única manera.
—Sin duda, tienes razón —confirmó Metaxas.
Pero yo me había equivocado.
62
Metaxas se fue y yo tomé un baño. Entonces, realmente relajado por primera vez en varias eras geológicas, afronté mi inmediato futuro.
Primero, un buen sueño. Luego, una buena comida. A continuación, un paseo por la ciudad para ir a ver a Pulcheria, que debía estar de nuevo en el palacio de los Ducas, y que no sabía nada de la extraña metamorfosis que su destino sufrió momentáneamente.
Haríamos el amor y yo me volvería a casa de Metaxas. Por la mañana, volvería a la ciudad, y luego…
Dejé de hacer proyectos, pues Sam apareció en el momento con aspecto turbado. Iba vestido con un manto bizantino, pero había debido huir apresuradamente, pues debajo se veían sus ropas del siglo XXI. Parecía muy preocupado.
—¡Maldita sea! ¿Qué haces aquí? —le pregunté.
—Un favor —respondió.
—¿Qué?
—Te digo que estoy aquí para hacerte un favor. Pero no puedo quedarme mucho tiempo porque tengo a la Patrulla Temporal pisándome los talones.
—¿Me está buscando la Patrulla?
—¡Joder que si te buscan! —aulló—. ¡Recoge tus cosas y lárgate a toda prisa! Tienes que esconderte en cualquier parte, tres o cuatro mil años en el pasado. ¡Entiérrate!
Empezó a recoger mis cosas esparcidas por la habitación. Le detuve para preguntarle:
—¿Quieres decirme lo que pasa? Siéntate y deja de comportarte como un loco. Has entrado a un millón de kilómetros por hora y…
—De acuerdo —me dijo—. De acuerdo. Te lo contaré y peor para mí si me detienen. De todos modos soy culpable. Merezco que me detengan. Y…
—Sam.
—De acuerdo —repitió cerrando los ojos durante un instante—. Mi base de tiempo actual es el 25 de diciembre de 2059. ¡Feliz Navidad! Hace unos días, siempre según mi base temporal, tu alter ego volvió con todo el grupo de Bizancio. Sauerabend y todos los demás. ¿Sabes lo que pasó con tu otro yo cuando llegó a 2059?
—¿Lo detuvo la Patrulla Temporal?
—Peor.
—¿Qué podría ser peor?
—Desapareció, Jud. Se convirtió en una no-persona. Dejó de haber existido.
No pude dejar de reír.
—¡Pobre loco! ¡Le dije que yo era el verdadero Jud y él tan sólo algo así como un fantasma, pero no quiso escucharme! En fin, no puedo decir que lo sienta…
—No Jud —dijo Sam tristemente—. Él era tan real como tú cuando estaba en la línea. Tú no eres mucho más real que él.
—No lo comprendo.
—Eres una no-persona Jud, lo mismo que él. Retroactivamente has dejado de existir. Y es culpa nuestra tanto como tuya. Actuamos tan deprisa que olvidamos un pequeño detalle.
Tenía un aspecto atroz. Pero ¿qué aspecto puede tener uno cuando le tiene que decir a otro no que se haya muerto sino que nunca ha existido?
—¿Qué pasó Sam? ¿Qué detalle?
—Mira Jud, cuando le quitamos a Sauerabend el crono manipulado le dimos otro. Metaxas tiene algunos de reserva, cronos robados, ese maldito bandido tiene de todo lo que haga falta.
—¿Y qué?
—Su número de serie era diferente del crono con el que Sauerabend empezó la gira. Normalmente nadie nota ese tipo de cosas, pero cuando terminó la gira el controlador era un tipo muy puntilloso y examinó los números de serie. Vio que se había cometido una sustitución y advirtió a la Patrulla.
—¡Oh! —exclamé débilmente— Interrogaron a Sauerabend —dijo Sam—. Intentó protegerse y te echó a ti toda la culpa. Y como no podía explicar la Sustitución de los cronos, la Patrulla obtuvo autorización para verificar todo el desarrollo de la gira.
—¡Oh, oh!
—Lo han controlado todo desde todos los ángulos. Vieron que abandonaste al grupo, vieron que Sauerabend saltaba en tu ausencia, me han visto con Metaxas y contigo devolviéndole a 1204.
—¿Así que los tres estamos en muy mal momento?
Sam sacudió la cabeza.
—Metaxas tiene influencia. Yo también. Saldremos con bien alegando que simplemente quisimos ayudar a un compañero en problemas. Pero con eso, acabamos. No podemos hacer nada por ti, Jud. La Patrulla quiere tu cabeza. Vieron cómo te desdoblaste en 1204 y han empezado a comprender que no eras sólo culpable de negligencia al dejar que se marchase Sauerabend, sino que habías incurrido en varias paradojas intentando ilegalmente enderezar la situación. Los cargos que pesan sobre ti son tan graves que no hemos podido hacer nada, y créeme, muchacho, hemos intentado todo. La Patrulla se ocupará de ti.
—¿Y eso?—pregunté casi sin aliento.
—Han ido a buscarte a 1204 dos horas antes de tu primer salto hacia 1105 para encontrarte con Pulcheria. Otro Guía te ha reemplazado en 1204; vas a ser devuelto al presente, a 2059, para ser juzgado por varios crímenes temporales.
—Así que…
—Así que —siguió Sam—, nunca has saltado a 1105 para encontrarte con Pulcheria. Todo este ligue con ella es un no-acontecimiento, y si la visitas, descubrirás que ella no recuerda haberse acostado contigo. Además, como no saltaste a 1105, evidentemente no has tenido ocasión de regresar a 1204 y darte cuenta de la ausencia de Sauerabend, y de todos modos, éste nunca estuvo en tu grupo. Así que nunca has dado ese salto de cincuenta y seis segundos hacia atrás que provocó la duplicación. Ni tú ni Jud B habéis existido jamás, pues vuestra existencia mutua proviene de un momento posterior a tu encuentro con Pulcheria; ahora bien, nunca la has visitado, pues te retiraron de la línea temporal antes de que tuvieras ocasión de saltar a 1105. Serás proyectado por la paradoja del Desplazamiento Transitorio mientras permanezcas en la línea; Jud B ha dejado de estar al abrigo de ella desde el instante en que volvió al presente y desapareció irremediablemente. ¿Vale?
—Sam —dije, temblando—, ¿qué le pasó al otro Jud… al… al… al verdadero Jud? Al que atraparon, al que devolvieron a 2059.
—Está encerrado: espera que le juzguen por crímenes temporales.
—¿Y yo?
—Si la Patrulla te encuentra, serás devuelto al tiempo actual y automáticamente aniquilado. Pero la Patrulla no sabe dónde estás. Si te quedas en Bizancio, serás descubierto tarde o temprano y será tu fin. Cuando me he enterado de todo esto que te cuento, he vuelto a advertirte. Ocúltate en la Prehistoria. Refúgiate en un período anterior al descubrimiento de la Bizancio griega: hacia el 700 antes de Cristo. Allí podrás arreglártelas. Te llevaremos libros, herramientas, todo lo que necesites. Habrá más gente, quizá nómadas… en todo caso, tendrás compañía. Para ellos, serás como un dios. Te adorarán, te ofrecerán una mujer cada día. Es tu única oportunidad, Jud.
—¡No quiero ser un dios prehistórico! ¡Quiero descender de nuevo al presente! ¡Y volver a ver a Pulcheria! ¡Y…!
—Imposible —declaró Sam, y sus palabras fueron como la hoja de la guillotina—. No existes. Sería un suicidio querer volver al presente. Si intentas acercarte a Pulcheria, la Patrulla te apresará y te llevarán al tiempo actual. Si no te ocultas, Jud, eres hombre muerto.
—¡Pero soy real, Sam! ¡Existo!
—Sólo existe el Jud Elliott que está en la cárcel. Tú eres un fenómeno residual, el producto de una paradoja, nada más. Pese a todo, te aprecio, muchacho, y por eso arriesgo mi propia realidad de negro para ayudarte, aunque no seas real. Créeme. ¡Créeme! Eres tu propio fantasma. ¡Haz las maletas y vete!