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9
En la siguiente reunión examinamos detenidamente la naturaleza de las paradojas del viaje temporal y el modo de evitarlas.
—Nuestro mayor problema —empezó Dajani— consiste en mantener el carácter sagrado del tiempo actual. El desarrollo de los aparatos de Efecto Benchley ha abierto la caja de Pandora de las paradojas potenciales. El pasado no es una cantidad fija pues somos capaces de remontarnos hasta cualquier punto de la línea temporal y alterar los llamados hechos reales… El resultado de tal alteración sería catastrófico y crearía un factor de ruptura que se iría ampliando y podría transformar el aspecto general de nuestra sociedad si llegase a nuestra época —Dajani bostezó cortésmente—. Consideremos las consecuencias que podría tener el hecho de permitir que un viajero temporal volviese al año 600 y asesinase al joven Mahoma. Toda la corriente dinámica del Islam se detendría en su mismo punto de partida; no existiría la conquista árabe del Oriente Próximo y la Europa del sur; las cruzadas no tendrían lugar; los millones de personas muertas en el curso de las invasiones árabes no habrían muerto y sus descendientes que de otro modo no habrían nacido existirían con las incalculables consecuencias que ello implicaría. Y todo eso a causa del asesinato de un joven mercader de La Meca. Así que…
—¿Quizá —sugirió Miss Dalessandro— no existirá una ley de preservación de la historia que se ocupe, en caso de que no pudiera hacerlo Mahoma, de que otro árabe con carisma suficiente pudiera ocupar su puesto y cumplir el mismo papel? Dajani la miró amenazador.
—No tenemos ninguna intención de correr tal riesgo —replicó—. Preferimos asegurarnos de que todos los acontecimientos “pasados”, tal como están registrados en los anales de historia anteriores a la era de los viajes temporales, no sean alterados. Durante los últimos cincuenta años de tiempo actual, todo el flujo de la historia, que considerábamos como algo fijo, ha demostrado ser potencialmente fluido; y hacemos cuanto podemos para que siga siendo fijo. La Patrulla Temporal se ocupa de que todo quede en el pasado exactamente como estaba cuando se llegó, por desgraciado que sea un hecho. Los desastres, los asesinatos, las tragedias de todas clases deben producirse como estaba previsto, pues, en caso contrario, el futuro —nuestro tiempo actual— podría ser cambiado de un modo inalterable.
—¿Nuestra mera presencia en el pasado no es ya una alteración del pasado? —preguntó Miss Chambers.
—Iba a llegar a ese punto —contestó Dajani con aspecto de descontento—. Si consideramos que el pasado y el presente forman un solo continuo, es evidente que los visitantes del siglo XXI estuvieron presentes durante todos los grandes acontecimientos del pasado, lo bastante discretamente como para que no se encuentre de ellos la más mínima mención en los anales de la época del tiempo fijo. Por ello mismo, procuramos camuflar a cuantos retroceden en la línea del tiempo dándoles ropas adecuadas a la época visitada. Hay que observar el pasado sin injerencias, como un testigo silencioso, tan discretamente como sea posible. Es la regla que la Patrulla Temporal impone con absoluta inflexibilidad. Les daré algunos detalles sobre esta regla. Hablé el otro día de la asistencia acumulativa. Es un problema estrictamente filosófico que todavía no se ha resuelto; ahora se lo presentaré como ejercicio teórico, para que se hagan idea de la complejidad de nuestra empresa. Consideremos lo siguiente: el primer viajero temporal en remontar la línea para asistir a la Crucifixión de Jesús fue el experimentador Barney Navarre, en 2012. Durante los dos decenios siguientes, otros quince o veinte sabios efectuaron el mismo viaje. Desde el comienzo de las excursiones comerciales al Gólgota, en 2041, cosa de un grupo de turistas al mes —un centenar al año— ha visto el acontecimiento. De modo que, hasta ahora, mil ochocientos individuos del siglo XXI han presenciado la Crucifixión. Una cosa: aunque cada grupo parte en un mes diferente ¡todos convergen hacia el mismo día! Si los turistas siguen recorriendo la línea del tiempo al ritmo de cien por año para ver la Crucifixión la multitud que habrá en el Gólgota será de por lo menos diez mil viajeros a mediados del siglo XXII y —suponiendo que el ritmo no aumente— a comienzos del siglo XXX habrá unos cien mil viajeros temporales que se encontrarán necesariamente en el punto exacto de la Pasión. Actualmente está claro que no hubo tal multitud. Apenas unos millares de palestinos —cuando digo actualmente quiero decir en el momento de la Crucifixión relativa al tiempo actual de 2059— pero también es evidente que la multitud seguirá aumentando en los siglos del tiempo actual. Llevado al extremo la paradoja de la asistencia acumulativa nos conduce a ver una multitud de miles de millones de viajeros temporales aglutinados en el pasado para ver la Crucifixión, cubriendo toda la Tierra Santa, extendiéndose por Turquía, Arabia, incluso por la India e Irán. Y lo mismo es aplicable a todos los sucesos importantes de la historia humana: con los adelantos del viaje temporal comercial una inmensa masa de espectadores asistirá a cada hecho y sin embargo cuando se produjo tal hecho ¡aquella multitud no existía! ¿Cómo resolver la paradoja?
Miss Dalessandro no tenía solución alguna. Por una vez no sabía qué contestar. Como el resto de nosotros. Como Dajani. Como las más hábiles mentes de nuestra época.
Y mientras tanto el pasado se llenaba de curiosos llegados del futuro.
Dajani nos propuso un último problema antes de dejarnos ir.
—Puedo añadir —dijo— que yo mismo como guía he ido veintidós veces a la Crucifixión. Si mañana hacen ustedes la Crucifixión encontrarán a veintidós Najeeb Dajani en la colina del Gólgota cada uno de mis yoes ocupando una posición distinta y explicando a mis clientes lo que pasa. ¿No es fascinante considerar esta multiplicación de Dajani? ¿Por qué no hay veintidós Dajani paseándose por el presente? Meditar sobre cosas como éstas hace trabajar el intelecto. Es todo por hoy, señoras y señores, es todo por hoy.
10
Aquellos veintiún Dajani suplementarios me hicieron pensar, pero los demás compañeros de clase no tardaron en averiguar por qué no regresaron todos ellos a nuestro tiempo. Era debido a las restricciones fundamentales del Efecto Benchley sobre el desplazamiento efectuado al descender por la línea del tiempo, es decir, hacia el futuro.
Mi camarada, Mr. Burlingame, me lo explicó todo después de clase. Era su forma de intentar seducirme. No lo consiguió, pero aprendí un poco acerca de la teoría temporal.
—Cuando uno desciende por la línea —me dijo—, no puede volver más que al momento del que se ha saltado más la duración de tiempo absoluto que haya transmitido durante la estancia en el pasado. Es decir, si se salta del 20 de marzo de 2059 a… digamos, la primavera de 1801, y uno se pasa tres meses en 1801, no se podrá volver por la línea más que al 20 de junio de 2059. No se podrá alcanzar agosto de 2059, ni saltar hasta el 2159 o el 2590.
“No hay modo alguno de saltar al propio futuro.
“Ignoro por qué es así.”
Mr. Burlingame me colocó la blanca mano sobre la rodilla y me explicó las bases teóricas del fenómeno, pero yo estaba lo bastante ocupado en rechazar sus intentos como para seguir el razonamiento.
De hecho, aunque Dajani dedicó otras tres sesiones completas a hablarnos solamente de los mecanismos del Efecto Benchley, sigo siendo incapaz de decir con certeza cómo —o por qué, o incluso si— funciona todo eso. A veces, me digo que lo he soñado.