– Pero no puedo quedarme a cenar vestida así -le susurró ella-. Huelo a caballo.
– Ve a darte una ducha.
– No me dará tiempo de ir a casa de mi madre si además tengo que hacer la salsa -aseguró ella-. ¿O es que quieres que nos quede seco el pollo?
– Pues dúchate arriba -Jake se dio la vuelta y sonrió a sus invitados.
Robin parpadeó. ¿Ducharse en casa de él?
– ¿Y qué ropa me voy a poner? -protestó ella.
– Ponte algo mío.
– Pero Jake…
– Por favor. Llamaré a tu casa para decir que te quedas.
¿Que se ponga algo suyo? ¿Qué diablos iba a encontrar en su armario que pudiera ponerse para bajar a cenar?, se preguntó Robin, apartando un grupo de perchas a la izquierda.
Solo tenía perchas y camisas de vestir, pensó frustrada. Y apenas le quedaba tiempo si no quería que el pollo quedara como un trozo de cuero.
Abrió un cajón y vio que estaba lleno de calzones y camisetas blancas. Pero también encontró una camisa blanca y unos cuantos pañuelos de seda. De repente, tuvo una idea y se metió corriendo en la ducha con todas esas cosas.
El cuarto de baño era igual de lujoso que el resto de la casa. Definitivamente, aquel hombre tenía un gran gusto.
Jake se quedó de piedra cuando la vio bajar vestida con una camisa suya y con unos cuantos pañuelos anudados a modo de falda. Estaba tan sexy que le entraron ganas de pedirle que se casara con él.
¡Basta!, se dijo. Ella le había dicho que no quería que la besara. Así que era bastante difícil que aceptara su propuesta de matrimonio.
– Me da la impresión de que ya no vas a necesitar recurrir a esas cartas -comentó Derek, mirándolos a ambos.
– ¿Qué cartas? -preguntó Jake mientras trataba de recordarse a sí mismo que ella se marcharía de Forever en pocos días.
– Las de las mujeres que han respondido a tu anuncio. Pero es evidente que ya no las necesitas. Por tu cara, veo que es a esta mujer a quien quieres.
– Eso son imaginaciones tuyas -se defendió Jake.
– Nada de eso. Deberías haber visto tu expresión.
– Robin se marcha el lunes.
– Eso te da un margen de cuatro días.
No, bajo ningún concepto debía involucrarse en ninguna relación con Robin.
– Te aseguro que no quiero nada con Robin.
– Entonces, ¿me dejas campo libre para actuar a mí? -preguntó Derek, observando el cuerpo de ella.
– No se te ocurra ponerle la mano encima -le advirtió Jake, de repente celoso.
– Tranquilo, chico, solo estaba tratando de convencerte para que intentes algo con ella. Si no lo haces, te arrepentirás el resto de tus días.
– ¿Quieres un vaso de vino, Robin? -le ofreció Derek cuando ella entró en el salón.
– Claro -contestó ella, sonriendo a Jake.
Él pensó en lo difícil que iba a resultarle lo de no involucrarse en ninguna relación con aquella mujer.
Mientras Derek le servía el vino, Robin se sentó a charlar con las dos parejas. Era sorprendente la facilidad con la que podía pasar de un idioma a otro.
Durante toda la cena, ella lo ayudó a servir y no paró de sonreír a todo el mundo. También estuvo haciendo de traductora para todos los comensales. Pero lo que más le gustaba a Jake era cuando hablaba en francés. Le encantaba su acento.
Después de cenar, Derek le pidió a Robin que los acompañara a visitar la fábrica al día siguiente, aduciendo que sus servicios como intérprete les vendrían muy bien. A Jake no le gustaba la idea de dejar sola a Robin con Derek, pero no se le ocurría qué podía hacer para evitarlo.
Cuando los invitados se hubieron marchado y cerraron la puerta. Robin le sonrió.
– Bueno, ha sido divertido, ¿no?
– Debes estar cansada -comentó él, quitándole un mechón de pelo de la frente.
– Bueno, un poco sí.
En ese momento, hubo un relámpago y, mientras ella llevaba un par de vasos a la cocina, sonó el respectivo trueno.
– No tienes por qué recoger nada -le dijo él.
– No me importa -aseguró ella, abriendo el lavavajillas y comenzando a colocar dentro los cacharros sucios.
– ¿Dónde aprendiste a hablar holandés? -le preguntó él, sin insistir más en que dejara de recoger.
– También por un cursillo de Wild Ones.
– Pues se te da muy bien para solo haber tomado unas pocas clases -comentó Jake, ayudándola a meter los cacharros al lavavajillas.
– Bueno, es que también pude practicarlo con gente que lo dominaba. Eso ayuda mucho.
Una vez pusieron en marcha el lavavajillas, volvieron al salón. Jake recordó que ella era de los primeros del instituto, pero en esos momentos pensó que debía ser alguna especie de genio. No era de extrañar que Forever le pareciera un lugar mediocre.
– ¿Cuántos idiomas hablas?
– ¿Incluyendo el latín?
– ¿Qué quieres decir con que si incluyes el latín?
– Bueno, es que no es una lengua muy práctica -contestó ella, comenzando a quitar las velas de los candelabros-. Solo me apunté porque tenía los jueves libres.
Así que también hablaba latín, pensó Jake, decidiendo que era mejor no saber cuántos idiomas hablaba.
– ¿Dónde dejo estas velas?
– En un cajón del aparador.
Ella abrió el cajón central.
– No, en ese no -dijo él.
– ¿Qué es esto? -preguntó ella, agarrando uno de los sobres sin abrir que había en el cajón-. ¿Yukon Jake? ¿Qué es esto de Yukon Jake? -lo miró sin comprender-. Hay cartas de todos los estados.
– Sí -admitió él.
– ¿Todas estas personas te escriben porque quieren comprarte caballos?
– No exactamente.
– Perdona, supongo que esto no es asunto mío -dijo ella, cerrando el cajón.
¡Santo Dios! Ella pensaría que estaba metido en algo ilegal o inmoral. Jake sacudió la cabeza y se dijo que lo mejor sería contarle lo del anuncio que Derek había puesto en el periódico.
– Son cartas en respuesta a un anuncio en el periódico.
– ¿Un anuncio de qué?
– Bueno… para buscar una esposa.
Ella abrió los ojos de par en par.
– ¿Has puesto un anuncio buscando esposa?
– No fui yo, fue Derek. Una noche estuvimos bromeando sobre ello y bueno…
– Pero, ¿quién quiere casarse? ¿Tú o Derek? -preguntó, poniendo una mano sobre su brazo-. Aunque, si lo prefieres, podemos cambiar de tema.
– No. Es mejor que lo sepas. Al fin y al cabo, ya está enterado todo el mundo. Los dos queremos casarnos. Él pensó que lo del anuncio sería una buena idea y puso mi nombre para hacer una prueba.
– Muy simpático.
– Eso es lo mismo que yo le dije, aunque no con esas palabras.
– ¿Y has encontrado a alguien que te guste? ¿Te vas a casar?
Jacob la miró un instante, tratando de adivinar si podía importarle de algún modo la respuesta de él.
– No he abierto ninguna de las cartas.
– ¿De verdad? -los ojos azules se le iluminaron. Esos ojos del color del río Forever y que siempre brillaban con interés y excitación-. ¿Te parece si…? -añadió, haciendo un gesto hacia el montón de cartas.
Jacob se quedó pensativo unos instantes.
– Te podría ayudar a elegir una -insistió ella.
Jacob pensó que a él no le gustaría elegir un marido para ella.
Y desde luego, si ella lo ayudaba, sería uno de los momentos más extraños de toda su vida.
Capítulo Cinco
¿Qué mejor modo de apagar su atracción por Jake? Lo ayudaría a encontrar esposa y así dejaría de pensar en él. De ese modo, él ya estaría atrapado y se volvería inaccesible… Sería perfecto.
– ¿Qué decía el anuncio? -preguntó mientras esparcía las cartas por el sofá.
Entraba una luz suave por la ventana y la lluvia golpeaba los cristales.
Jake esbozó una sonrisa tímida.