– Pero superé ese miedo -respondió Derek, poniéndose en pie y yendo hasta la ventana-. Resulta que amo a una mujer fascinante que me ha dicho que también me ama. Y además, vive en Forever. Así que, ¿me quieres decir por qué tengo que esperar para casarme con ella?
– Bueno…
Después de exponerlo Derek de ese modo, Jake se sintió como un idiota. Seguramente, sus reticencias se debían a que se sentía un poco celoso. Su amigo estaba a punto de ver cumplidos sus sueños mientras que los de él… Los sueños de Jake se habían disipado la noche anterior, cuando Robin se había marchado con aquella sospechosa expresión en el rostro.
– Jake, estoy decidido. Voy a casarme con ella antes de que se le ocurra cambiar de opinión.
Jake dejó la caja con el anillo sobre el escritorio.
– En ese caso, tengo que reconocer que es un anillo maravilloso. Te felicito. ¿Y cuándo va a ser la boda?
– Gracias -dijo él con una sonrisa bobalicona en su rostro-. Voy a pedírselo esta noche y, si me dice que sí, celebraremos la boda tan pronto como sea posible.
– Ya sabes que deberías darme las gracias -remarcó Jake.
– ¿Por qué lo dices?
– Porque todo empezó en mi fiesta, mientras bailabais.
– Es cierto -concedió Derek-. Te debo una.
– Pues se me ocurre una cosa que puedes hacer por mí.
– ¿El qué?
– Conseguir que Robin se quede en Forever -inmediatamente se preguntó si había sido prudente confesarle a Derek su secreto.
– ¿Tú y Robin?
– Le pedí anoche que se casara conmigo.
– ¿Qué? ¿Y te atreves a decir que lo mío ha ido demasiado rápido? Pero si llevabas sin verla quince años.
– En cualquier caso me ha dicho que no.
– Oh.
Jake hizo un gesto para restarle importancia.
– Ya sabía que lo haría. A ella le gusta mucho su trabajo y no quiere quedarse a vivir en Forever. Pero no voy a darme por vencido. No se irá hasta dentro de veinticuatro horas.
Bueno, pensó, veinticuatro horas era un pequeño margen de tiempo, pero trataría de aprovecharlo. Además, ella seguramente querría volver a hacer el amor con él durante ese tiempo. Aunque solo para asegurarse de que se quedaba embarazada, por supuesto.
– E incluso es casi seguro que Annie le pedirá que sea su dama de honor -comentó Derek-. Lo que te daría de margen hasta el próximo viernes. Por no mencionar que las mujeres se ponen muy románticas en las bodas. ¿Querrás ser mi padrino? He oído que a las mujeres les atrae mucho la figura del padrino.
– ¿Quieres que sea tu padrino solo para que tenga más probabilidades de conquistar a Robin?
– Es lo menos que puedo hacer por ti -dijo Derek, sonriendo ante la cara de incredulidad de Jake-. Era solo una broma. Te lo habría pedido de todos modos.
– Muy bien, pero el ser tu padrino no resolverá mi problema. ¿Qué piensas tú que podría hacer que se quedara en Forever?
– El tener un trabajo que la motivara, pero no se me ocurre qué trabajo podría ser ése.
– Bueno -dijo Derek-, es una mujer con mucho talento. Ya la viste con mis clientes europeos.
– Es cierto.
– Sí. Lo que quiero decirte es que estaba pensando en contratar a alguien de su perfil que haga nuevos contactos en Europa y que se ocupe de los compradores cuando vienen a visitar Forever.
– ¿Estás hablando en serio? -preguntó Jake, muy excitado-. ¿Le ofrecerías ese trabajo?
– Estoy deseando hablar con ella. No será un trabajo de jornada completa, pero el sueldo estará bien y ella misma podrá fijar su horario.
– Pero no le digas que yo lo sé.
– ¿Por qué no?
– Como sabe que voy a tratar de convencerla para que se quede, puede pensar que lo del trabajo no es más que un truco.
– Entiendo.
Capítulo Diez
– ¿Tu dama de honor? ¿Es que te vas a casar?
Annie asintió.
– Oh, Annie, me alegro mucho por ti -dijo Robin, levantándose de la silla en la que estaba sentada, en el porche de su madre.
– ¿De manera que lo conseguiste?
– Pues sí -respondió Annie, abrazando a su amiga.
Así que la historia de Derek y Annie iba a tener un final feliz, pensó Robin mientras un nudo se le formaba en el pecho.
– Enséñame el anillo -le pidió a su amiga.
Annie levantó la mano izquierda y el diamante brilló bajo el sol de la mañana.
– ¡Es fantástico! -exclamó Robin, sintiéndose de pronto un poco celosa.
Aunque lo cierto era que Jake también le había pedido a ella que se casara con él. Pero le había dicho que no.
– ¿Quién lo habría pensado? -dijo Annie, sonriendo-. Derek y yo. Nunca pensé que pudiera llegar a ser tan feliz.
– ¿Cuándo os casáis? -el avión de Robin salía aquella misma tarde, pero pensó que no tendría ningún problema para conseguir algún día libre más adelante, cuando se celebrara la ceremonia.
– El viernes -contestó Annie.
– ¿Este viernes?
Annie asintió con una sonrisa radiante.
– Pero si solo faltan cinco días -Robin tardaría dos días en llegar a Toronto, así que apenas tendría tiempo de ir y volver-. ¿Y a qué viene tanta prisa?
– Bueno, es que estamos impacientes porque Derek quiere que esperemos a la noche de bodas para acostarnos juntos -le confesó su amiga en voz baja-. ¿Es que no vas a poder quedarte?
– Lo intentaré -le prometió Robin.
Sí, iba a ser la boda de Annie, y su relación con Jake no tenía nada que ver en ese asunto. Así que llamaría a Wild Ones y les pediría una semana más de vacaciones.
– Está bien -le dijo Harold Rawlings, el vicepresidente de Wild Ones-, entiendo que quieras quedarte. ¿Te parece que te mande por fax los informes de la semana pasada para las nuevas rutas? Así podrás adelantar algo de trabajo.
– Claro -respondió Robin, aliviada por lo bien que se había tomado Harold la noticia-. Voy a buscar un sitio para que puedas mandarme el fax y volveré a llamarte para darte el número.
– De acuerdo. Lorraine es quien tiene los informes, así que llámala directamente a ella para que te los envíe.
– Muy bien. Gracias por todo, Harold.
– A propósito, ¿qué tal te lo estás pasando en ese sitio… cómo dijiste que se llamaba?
– Forever.
– Cierto, Forever. ¿Te lo estás pasando bien en Forever?
– Sí -afirmó Robin.
Y era cierto. Estaba encantada de haber pasado unos días allí con su familia y sus viejos amigos. Lo de la boda de Annie le hacía además mucha ilusión. Aquello sería todo un acontecimiento en Forever.
– Me alegro, pero no te acostumbres. Te necesitamos de vuelta al trabajo.
– No te preocupes -respondió ella-, volveré en una semana. Te lo garantizo.
– Muy bien.
De pronto, empezó a oírse otra voz al fondo.
– Ah, sí -añadió Harold-. Lorraine me está diciendo que si hace falta, estamos dispuestos a subirte un diez por ciento el sueldo para que vuelvas.
– No será necesario -aseguró Robin.
– Y también te daremos un apartamento en las islas Vírgenes.
Robin soltó una carcajada.
– No tenéis por qué sobornarme.
– Necesitamos que vuelvas cuanto antes -se oyó decir a Lorraine al fondo.
– Dile que es solo una boda -dijo Robin-. Os aseguro que no me ha contratado la competencia. El lunes mismo estaré de vuelta en el despacho.
– Que le lo pases bien en la boda -le deseó Harold.
El jueves por la noche fue el ensayo de la boda. Al fin, Jake iba a coincidir con Robin, que había estado evitándole toda la semana. Ella había acompañado a Annie a comprar los vestidos, a elegir las flores y terminar de hacer todos los preparativos para la ceremonia.
Annie, a pesar de todo lo que había tenido que hacer, había conseguido sacar algo de tiempo para estar con Derek. Pero Robin no le había dedicado ni un solo instante a Jake. Así que él no sabía cómo pensaba quedarse embarazada, si ni siquiera quería estar en la misma habitación que él.