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– ¿A casa?

– Sí, a Forever. Contigo. Oh, Jake, estaba equivocada.

Jake parpadeó, asombrado por sus palabras. ¿Iba a volver a Forever?

– ¿Y el niño?

Ella se echó a reír.

– Bueno, si voy a casa, el niño vendrá también.

– ¿Estás diciendo que…?

– ¿Sigue en pie nuestro matrimonio?

– Sí -respondió él, conmovido por su miedo.

– Te amo, Jake.

– Lo sé, pero nunca pensé que eso fuera suficiente.

– Lo es. Es más que suficiente.

– Oh, Robin -exclamó, levantándola en volandas y enterrando su rostro en el pelo de ella.

Robin suspiró y se agarró a los hombros de él. Luego enredó las manos en su cabello y tocó su cara como si quisiera guardarlos en la memoria.

Finalmente, se echó hacia atrás y sonrió.

– ¿Qué es eso del avión de Derek?

– El padre de Derek tiene un avión privado -le explicó, dejándola en el suelo y apoyando una mano en su vientre liso.

Al hacerlo, sintió que la tierra temblaba bajo sus pies.

– ¿Quién es el padre de Derek?

– Roland Sullivan -contestó, dando el nombre del industrial más importante de la costa oeste-. ¿De verdad hay aquí un bebé?

– ¿Derek es el hijo de Roland Sullivan? -preguntó asombrada Robin.

– Sí. ¿Qué te pasa? ¿Estás mareada?

– Estoy bien. Entonces Derek debe ser…

– ¿Rico? -Jake apretó el pulgar contra su ombligo.

– Sí -dijo ella, agarrando su mano.

– Claro.

– ¿Entonces por qué vive en…?

– Robin, ¿cuándo se te va a meter en la cabeza que Forever es un lugar estupendo para vivir? -aseguró Jake-. ¿Tienes una llave del apartamento?

– Sí -contestó, abriendo su bolso y metiendo la mano dentro-. No puedo creerme que estés aquí.

– Estoy aquí -contestó él, soltándola de mala gana para que ella metiera la llave en la cerradura.

Robin abrió la puerta y encendió las luces. El apartamento era pequeño y estaba bien ordenado.

– ¿Crees que podríamos conseguir uno también nosotros? -quiso saber Robin, concentrándose en cerrar la puerta y dejando el bolso sobre la mesa.

– ¿Un qué?

– Un avión. Te quiero más que a nada en este mundo, Jake. Pero quiero que tengamos lo mejor. No quiero volverme loca en Forever.

– ¿Quieres que compremos un avión?

Jake decidió que se lo pensaría, a pesar de lo extravagante de la idea.

Después de todo, aquella mujer le iba a dar un hijo y le estaba ofreciendo en bandeja su sueño. Lo menos que podía hacer era reunirse con ella a medio camino.

Pero, ¿un avión?

Robin asintió.

– Si trabajas para Derek, te tendrá volando todo el tiempo.

Pero si ella seguía queriendo un avión, se lo compraría.

– Rechacé su oferta -contestó ella-, así que seguro que ya ha contratado a alguien.

Jake soltó una carcajada. Robin estaba preciosa cuando decía tonterías.

– Sí, claro. En Forever hay docenas de chicas guapas e inteligentes que hablen seis idiomas. Estoy seguro de que ya ha encontrado a alguien para ese puesto.

– Es un trabajo perfecto. Porque supongo que era verdad, ¿no? -los ojos de Robin brillaron de felicidad.

– ¿Que era verdad?

– Lo primero que pensé era que tú lo habías arreglado. Como querías que me quedara y Derek es amigo tuyo…

– No tan amigo.

– Bueno, te ha dejado su avión.

– Pero es de su padre. Y el trabajo es de verdad.

– Maravilloso.

– Tú sí que eres maravillosa. Hueles maravillosamente y sabes increíblemente bien -añadió, besándola en el cuello.

– ¿Sí?

– Entonces -dijo Jake-, ¿quieres empezar a hacer la maleta cuanto antes o…?

La besó en la sien y luego en la boca.

– O… -respondió ella-. Definitivamente prefiero o…

– Robin -susurró él, quitándose la chaqueta.

Luego le quitó a ella la suya, impaciente por hacer desaparecer las barreras entre ellos.

Le desabrochó el botón de la falda y tocó su vientre desnudo ya. Estaba caliente y era firme y precioso. La idea de que hubiera dentro un hijo suyo le pareció maravillosa.

Con su mano libre, agarró a Robin la cabeza y la apretó dulcemente contra su pecho.

– Es tan bonito, Jake…

– Siempre fue bonito -susurró él, sin poder reprimir el deseo-. Lo fue entonces -afirmó, apartándole el pelo de la cara y mirando aquellos ojos verdes de los que se había enamorado quince años atrás-. Y lo es ahora.

Inclinó la cabeza para besar la boca de Robin. Fue un beso ligero, al que siguió otro más prolongado.

Jake agarró la mano de ella y pasó un dedo por el anillo de boda.

– Y lo será siempre.

Barbara Dunlop

***