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– ¡Escuche, no me importa que haya cometido un error! ¡Arréglelo! ¡Reservé cincuenta habitaciones hace meses para los invitados a mi boda! ¿Me ha oído bien? ¡Mi boda! Así que ahora no pienso mandar a diez de ellos a una pensión barata de la carretera. ¡Soluciónelo!

Un recepcionista con cara de espanto tragó saliva, asintió enérgicamente y trató de explicar la situación.

Denise levantó la mano hasta su cara.

– ¡No quiero oír más excusas! ¡Limítese a conseguir diez habitaciones más para mis invitados!

Holly localizó a Tom, que parecía perplejo, y fue a su encuentro. -¡Tom! -

Se abrió paso a codazos entre la multitud.

– Hola, Holly-dijo Tom con aire distraído.

– ¿En qué habitación está Daniel? -preguntó de inmediato.

– ¿Daniel? -repitió Tom, confuso.

– ¡Sí, Daniel! El padrino… Es decir, tu padrino -corrigió.

– Ah, pues no lo sé, Holly -dijo Tom, volviéndose para agarrar por la solapa a un empleado del hotel.

Holly dio un salto para situarse delante de él e impedirle ver al empleado.

– ¡Tom, necesito saberlo enseguida! -suplicó horrorizada.

– Mira, Holly, de verdad que no lo sé. Pregunta a Denise -masculló, y echó a correr por el pasillo para alcanzar al empleado.

Holly miró a Denise y tragó saliva. Denise parecía una posesa, y no tenía intención de preguntarle nada en aquel estado. Se puso al final de la cola de invitados y veinte minutos después, tras colarse un par de veces, llegó al mostrador.

– Hola, quisiera saber en qué habitación se aloja el señor Daniel Connelly, por favor -preguntó enseguida.

El recepcionista negó con la cabeza.

– Lo siento, no podemos facilitar el número de habitación de nuestros huéspedes.

Holly puso los ojos en blanco.

– Oiga, si soy amiga suya -explicó sonriendo con dulzura. El hombre le devolvió la sonrisa y volvió a negar con la cabeza. -Lo siento, pero es contrario a la política faci…

– ¡Escúcheme! -vociferó Holly, y hasta Denise dejó de gritar a su lado-. ¡Es muy importante que me lo diga!

El hombre tragó saliva y lentamente hizo un gesto de negación con la cabeza, al parecer demasiado asustado para abrir la boca. Por fin dijo:

– Lo siento pero…

– iAaagghh! -exclamó Holly con frustración, interrumpiéndolo otra vez.

– Holly-dijo Denise, apoyándole una mano en el brazo-, ¿qué sucede?

– ¡Necesito saber en qué habitación se aloja Daniel! -gritó, y Denise se quedó perpleja.

– Está en la tres cuatro dos -farfulló.

– ¡Gracias! -soltó Holly, enojada, sin saber por qué seguía gritando y echó a correr hacia los ascensores.

Holly recorrió a toda prisa el pasillo, arrastrando la maleta mientras comprobaba los números de las puercas. Cuando llegó a la habitación de Daniel, llamó furiosamente a la puerta y al oír unos pasos que se acercaban advirtió que no había pensado qué iba a decirle. Respiró hondo y la puerta se abrió.

Holly contuvo el aliento.

Era Laura.

– Quién es, cariño? -oyó preguntar a Daniel, y luego lo vio salir del cuarto de baño con una toalla diminuta enrollada a su cuerpo desnudo.

– ¡Tú! -exclamó Laura.

CAPÍTULO 51

Holly permaneció de pie ante la puerta del dormitorio, mirando alternativamente a Laura y a Daniel. Por su semidesnudez, dedujo que Daniel ya sabía que Laura asistiría a la boda. También supuso que no había informado de ello a Tom ni a Denise, ya que éstos no la habían avisado a ella. Pero aunque lo hubiesen sabido no habrían considerado importante decírselo, ya que no había contado a ninguna de sus amigas lo que Daniel le había dicho antes de Navidad. Mientras Holly contemplaba aquella habitación de hotel, comprendió que no tenía absolutamente ninguna razón para estar allí en aquel preciso momento.

Inmóvil, Daniel se anudó la toalla. Su rostro era la viva imagen del desconcierto; el de Laura anunciaba tormenta. Holly se había quedado atónita. Nadie dijo nada durante un rato. Holly casi podía oír el tictac de sus tres cerebros. Finalmente alguien habló, y, Holly deseó que no hubiese sido esa persona en concreto.

– Qué estás haciendo tú aquí? -masculló Laura.

Holly boqueó como un pez en un acuario, mientras que Daniel puso ceño con expresión confusa sin dejar de mirar a las chicas.

– ¿Vosotras dos…? -Se interrumpió como si la idea fuera absurda, pero lo pensó mejor y decidió preguntar de todos modos-. ¿Vosotras dos os conocéis?

Holly tragó saliva.

– Ja. -Laura torció el gesto con desdén-. ¡Desde luego no es amiga mía! ¡Sorprendí a esta bruja besando a mi novio! -soltó, y se calló de golpe al darse cuenta de lo que había dicho.

– ¿Tu novio? -exclamó Daniel, cruzando la habitación para reunirse con ellas junto a la puerta.

– Perdón… ex novio -puntualizó Laura mirando al suelo.

Un amago de sonrisa apareció en los labios de Holly, feliz de que Laura se hubiese puesto en evidencia.

– Sí, Stevie, ¿no? Un buen amigo de Daniel, si no recuerdo mal.

El rostro de Daniel enrojeció mientras las contemplaba atónito. Laura m¡ró a Daniel, preguntándose muy enojada cómo era posible que aquella mujer conociera a su novio… a su novio actual, por supuesto.

– Daniel es un buen amigo mío -explicó Holly, cruzándose de brazos.

– ¿Y también has venido a robármelo? -Inquirió Laura con acritud.

– Por favor, mira quién fue a hablar -le espetó Holly, y Laura se sonrojó.

– ¿Le diste un beso a Stevie? -preguntó Daniel, que comenzaba a seguir el hilo del asunto. Parecía enojado.

– No, no le di ningún beso a Stevie. -Holly puso los ojos en blanco.

– ¡No poco! -gritó Laura como una cría.

– Por qué no te callas de una vez? -dijo Holly, y se echó a reír-. Además, ¿a ti qué te importa? Veo que vuelves a estar con Daniel, así que al final todo te ha salido a pedir de boca. -Se volvió hacia Daniel y añadió-: No, Daniel. No le di un beso a Stevie. Fuimos a Galway a celebrar la despedida de soltera de Denise y Stevie estaba borracho e intentó besarme -explico con serenidad.

– Menuda mentirosa está hecha -dijo Laura amargamente-. Yo lo vi todo.

– Y Charlie también. -Holly hizo caso omiso de Laura y siguió mirando a Daniel-. Si no me crees, puedes preguntárselo, aunque en realidad tampoco me importa que me creas o no -agregó-. En fin, venía para charlar un rato contigo, pero es evidente que estás ocupado. -Echó un vistazo a la pequeña toalla que llevaba anudada a la cintura-. Así que ya os veré a los dos en la boda.

Luego se volvió y se alejó por el pasillo a grandes zancadas, arrastrando su maleta. Se volvió un momento para mirar a Daniel, que aún estaba asomado a la puerta, y siguió caminando hasta doblar la esquina. Se paró en seco al ver que por allí no había salida. Los ascensores estaban en la otra dirección. Anduvo hasta el final del pasillo para no pasar otra vez por delante de la habitación y quedar como una tonta de remate. Esperó un rato al final del pasillo, hasta que oyó que Daniel cerraba la puerta. Entonces por fin se encaminó de puntillas hacia los ascensores.

Pulsó el botón y suspiró aliviada, cerrando los ojos. No estaba enfadada con Daniel. En realidad, de un modo un tanto infantil, se alegraba de que él hubiera hecho algo que les impidiera mantener la conversación que tenían pendiente. La había plantado y no al revés, como tenía previsto. Aunque Daniel no podía estar muy enamorado de ella, se dijo, si había sido capaz de olvidzrla tan pronto para caer de nuevo en los brazos de Laura. En fin, al menos no había herido sus sentimientos… aunque seguía pensando que estaba loco si volvía con Laura…