– Has sido tocado por el vampiro -dijo Manolito, su voz fue baja y cargaba un anillo de verdad-. Puedo intentar ayudarte a librarte de la venenosa influencia, pero luchará por mantenerse en ti. -Y eso le dejaría vulnerable a un ataque, quizás incluso del jaguar. Era un riesgo, ni siquiera uno necesario, pero Manolito se sentía compelido a ayudar. La especie del jaguar, ambas, hombre y bestia, estaba perdiendo la batalla por la existencia igual que la de los cárpatos. Y Manolito se temía que los hermanos De la Cruz involuntariamente habían tenido gran parte de culpa en la destrucción de la gente jaguar.
El hombre permaneció callado dentro del jaguar. Atado a él por sangre, Manolito pudo sentir su alarma. No era un hombre joven, arrogante e imprudente; era lo bastante mayor como para conocer el peligro que suponía el vampiro, y se había estado cuestionando qué era lo que estaba ocurriendo a su raza desde hacía algún tiempo. El felino se agachó más y asintió con la amplia cabeza, la mirada pasó de Manolito a los alrededores, tan atento al peligro como el cárpato.
En la canopia, sobre ellos, las hojas susurraban amenazadoramente. Las nubes se movían por los cielos oscuros trayendo la promesa de más lluvia. El aire estaba espeso por la humedad, y los ríos y arroyos estaban hinchados más allá de las riberas. El agua se vertía sobre rocas saliendo por las riberas, y formaba cascadas donde nunca antes las había habido. La mayor parte del agua era blanca y burbujeante, pero en los bordes de las rocas, el agua estaba manchada de ácido tánico y parecía un brebaje marrón rojizo.
Manolito tomó un profundo aliento y apartó su mirada del agua del color de la sangre, y dejó escapar el aire, exhalando con él todo excepto la tarea que tenía entre manos. Tenía que abandonar su cuerpo físico, haciéndose increíblemente vulnerable a un enemigo potencial y ocupado por el vampiro. Fue mucho más difícil de lo que esperaba, ahora que podía sentir emoción y le importaba seguir vivo.
La mancha oscura en el cerebro del hombre-jaguar reculó como si estuviera hecha de gusanos retorciéndose. Cuando su espíritu entró en el cuerpo bañando el cerebro de una blanca y ardiente energía. Manolito oyó al jaguar rugir y al hombre sisear una advertencia. Dudó, temiendo herir al guerrero.
Hazlo. No quiero esa cosa dentro de mí.
Manolito atacó la mancha, abriendo una brecha en los anillos exteriores y limpiándolos con luz sanadora. Los diminutos parásitos intentaron cavar más profundamente en el cerebro en un esfuerzo por escapar. Mientras se dispersaban, Manolito pudo ver el núcleo del hombre-jaguar. Los parásitos intentaban mantener la luz fuera de los recuerdos del hombre-jaguar y ocultar lo que el vampiro había hecho, pero, inesperadamente, el hombre-jaguar unió sus fuerzas a las de Manolito, utilizando sus bien desarrolladas habilidades telepáticas y el recientemente establecido vínculo de sangre.
Abrió sus recuerdos a Manolito y le inundó con tanta información como fue posible. Su nombre era Luiz. Durante muchos años había trabajado en restaurar la fuerza menguante de su especie. Demasiadas de sus mujeres se habían marchado, buscando compañerismo y amor con los humanos en vez de el descuidado abandono de sus propios machos. Había intentando convencer a los demás de que siguieran el camino de los cárpatos y se emparejaran de por vida, proporcionando un hogar y una familia, una razón para que las mujeres se quedaran con ellos. Al principio, muchos habían estado de acuerdo con sus ideas y habían empezado a abandonar su forma de vida solitaria, pero recientemente, habían cambiado de forma de pensar, mientras se producía un cambio lento y sutil.
Grupos de hombres habían empezado a cometer crímenes terribles contra las mujeres. Un nuevo orden de jaguares había empezado a buscar mujeres de su raza para violarlas en un esfuerzo por tener niños purasangre. Luiz sólo supo de esos horrores a través de rumores sin confirmar durante los primeros años, pero cada vez más y más hombres se habían unido a las bandas de merodeadores rebeldes. Temía no sólo por las mujeres, sino por la raza entera. ¿Qué mujer querría estar con un hombre que hubiera hecho cosas tan terribles? Había oído que algunas mujeres estaban ahora rescatando a las que estaban en cautividad. Su mundo se había vuelto del revés, y Luiz nunca había considerado la idea de que un vampiro pudiera estar detrás de ello. Ahora todo tenía sentido.
Vampiro. La criatura más vil en la faz de la tierra. ¿Desde cuando llevaban intentando matar a toda una raza? Manolito lo sabía. Él y sus hermanos habían conocido una vez a los hermanos Malinov. La tristeza le inundó poco a poco. Los cinco hermanos Malinov habían sido los mejores amigos de su familia. Ahora parecía que todos ellos se habían convertido en vampiros. La idea de haberlos perdido a todos era inquietante ahora que podía sentir emociones. Con los hermanos Malinov, había pasado muchas horas discutiendo cómo tomar el control del pueblo cárpato. La posibilidad de destruir especies enteras, aliados del príncipe, había sido un tópico recurrente en las conversaciones. En el debate intelectual, habían ideado muchas formas, y una había sido influenciarles hacia un comportamiento autodestructivo, capitalizar las debilidades de la especie. Tal y como había hecho la sociedad jaguar.
Cuando su príncipe les había enviado al mundo exterior, lejos de su tierra natal para proteger a los humanos, el tema había surgido otra vez. Al final, los De la Cruz habían jurado servir al príncipe y su gente. Una vez dada su palabra, ningún De la Cruz se volvería nunca atrás, resolviendo así la cuestión. Los hermanos Malinov habían hecho lo mismo.
Manolito se guardó cuidadosamente la información para sí mismo. Solo hablar de traicionar al príncipe ya había sido bastante malo y estaba avergonzado de ello. Nunca antes se había sentido culpable y era una emoción incómoda.
Tenías razón hace tantos años. Las voces susurraban de nuevo en su cabeza. Tú y tus hermanos deberíais haber seguido vuestro propio camino. Permitiste que un hombre más débil reinara, que condujera a nuestra gente por un camino de destrucción. Zacarías habría reinado, el pueblo cárpato habría prosperado, no se habría hundido en el odio y el miedo siendo cazados por la misma gente a la que protegen.
Manolito dejó escapar el aliento en un largo siseo de desafío. Mostraos. No os ocultéis entre las sombras. Salid donde os pueda ver. No podía mantener la energía para quedarse mucho dentro del cuerpo del hombre-jaguar. Tenía que librar al hombre de la mancha del vampiro y volver a su propio cuerpo desprotegido.
No hay necesidad de sentirse culpable. Era un plan brillante.
Manolito tomó otro aliento y bloqueó todo excepto la tarea que tenía entre manos. Las voces del mundo de la sombras tendrían que esperar. El hombre-jaguar estaba cansado de sujetar a la bestia, de evitar que saltara sobre Manolito y desgarrara su cuerpo desprotegido.
La ardiente luz blanca, pura energía, se derramó sobre el centro de la oscura mancha con terrible decisión. Manolito concentró toda su atención en la tarea, arriesgándolo todo, no sólo porque era lo que debía hacer, sino porque quería compensar, de este pequeño modo, su parte en el complot ideado tantos años atrás. Lo que sólo había sido un debate intelectual cierta vez había estallado con furiosas posibilidades, pero Manolito creía que habían descartado toda noción de traición y sabotaje. Obviamente uno o más de los hermanos Malinov habían decidido en algún momento poner en práctica el plan. Manolito había presenciado de primera mano los intentos de asesinar al príncipe, y después de matar a las mujeres y niños de los cárpatos. Ahora, al parecer, el enemigo también había puesto en marcha un plan para acabar con la gente jaguar.