La selva era capaz de abrumar a los recién llegados con la pura intensidad de sus vívidos y brillantes colores y de su cruda belleza. Manolito se sentía en casa en un lugar que muchos consideraban amenazador y opresivo. Ahora, con su compañera habiendo restaurado sus emociones y su capacidad de ver en color, debería estar cegado por los vívidos colores, pero cuanto le rodeaba fluctuaba entre color y sombras. ¿Podía eso significar que estaba muerta? ¿Era por eso por lo que no estaba con él? Por un momento el tiempo pareció detenerse. El corazón le tronó en los oídos, un lamento frenético por su otra mitad.
No. Dejó escapar el aliento. Estaba viva. La sentía. La había tocado mente a mente. Había sido breve, pero su mente había empujado contra la de él. Cerca de él, el hombre-jaguar se movió, atrayendo hacia si la atención de Manolito nuevamente. Sintiéndose vulnerable, sin saber qué era real y qué ilusión, forzó a su cuerpo a ponerse nuevamente en pie, enfrentándose al hombre.
– Déjame ayudarte -ofreció Luiz, frunciendo el ceño mientras observaba el brillo de la piel de Manolito. Mantuvo la voz baja y amigable, viendo la súbita llamarada de calor en los ojos del cazador cárpato-. ¿Tan terribles son tus heridas?
Manolito sacudió la cabeza. No podía permitirse vagar entre los dos mundos. No cuando no distinguía amigo de enemigo. Eso sólo le ponía en más peligro que nunca, pero no parecía poder evitarlo. En un momento la selva parecía vívida con brillantes colores y los sonidos familiares y reconfortantes de la noche, y al siguiente estaba en una versión apagada de la misma, los colores amortiguados y nebulosos, las sombras vivas con algo no vivo, pero tampoco muerto. Hizo un esfuerzo por obligar a su mente a volver a la situación actual, a extraer tanta información como fuera posible mientras tuviera oportunidad.
– ¿Conoces a la mujer a la que busca el vampiro?
Al instante la expresión del hombre-jaguar se tornó cautelosa.
– No estoy seguro. Quedan pocos pura-sangre entre nuestros hombres. E incluso menos mujeres, y sólo una o dos de sangre noble.
– Mi hermano menor encontró a su compañera. Ella es jaguar. Y de linaje aristocrático. ¿Te estás refiriendo a ella? -Manolito quería poner las cartas sobre la mesa de una vez. Si esto era algún plan elaborado para volver a capturar a Juliette, la compañera de Riordan, los hombres-jaguar tendrían una guerra entre manos. Los hermanos De la Cruz protegerían a Juliette con sus vidas, y todo cárpato haría lo mismo.
– Nadie sería tan estúpido, cárpato.
– Manolito.
Luiz inclinó la cabeza en reconocimiento de la cortesía.
Los cárpatos no solían revelar sus nombres a los enemigos. Manolito no le había dado su apellido porque se mostraba cuidadoso, pero Luiz no necesitaba saber eso.
– Esa otra mujer está en peligro. Quizás mi gente pueda ayudar.
Luiz tomó un profundo aliento, vaciló y después asintió.
– Te pido ayuda para asistir a mis hermanos. ¿Si te traigo a uno, considerarías el eliminar la mancha del vampiro?
Se hizo un silencio lleno solo por los insectos nocturnos. Manolito sabía lo que se le pedía… un tremendo favor… pero también una enorme demostración de confianza.
– Tendría que tomar sangre para hacer tal cosa -admitió-. Este es un maestro vampiro, uno no tan sencillo de derrotar. Podría intentar sanar sin el vínculo, pero si es tan difícil como fue contigo, no estoy seguro de que pueda hacerse. -Había reconocido el toque del vampiro. Uno de los hermanos Malinov sin duda. Había crecido con ellos, corrido salvaje con ellos, reído con ellos y luchado a su lado. Habían sido amigos.
– Quizás si lo hacemos discretamente, no alertemos al vampiro de lo que estás haciendo para ayudarnos.
– Si deseas que ayude a tu gente, tienes que decirme quien es la mujer para que podamos ponerla bajo nuestra protección. Tú y yo sabemos que vuestros hombres han llegado muy lejos para entregarla sin más al Laboratorio Morrison. La tratarán brutalmente, forzando su sumisión y finalmente la quebrarán. Y si por algún milagro no lo hacen y se la entregan al vampiro, estará muerta de cualquier modo.
– Yo la protegeré.
– El vampiro ya se acercó a ti una vez y no lo notaste. Camina entre vosotros sin ser visto. Dame su nombre.
– No se rendirá tan fácilmente a ti.
– No busco su rendición, sólo su seguridad. -Manolito lanzó otra mirada alrededor. Las sombras se estaban estirando, acercándose más y más. Podía ver las caras entre las hojas. Piel estirándose firmemente sobre huesos. Agujeros negros en lugar de ojos. Dientes manchados y puntiagudos. Manolito cambió el peso ligeramente sobre las puntas de los pies, preparándose a sí mismo para el inevitable ataque. Parpadeó y las imágenes se desvanecieron.
– Hace mucho tiempo que rescata a las mujeres de nuestra raza y lucha contra nuestros guerreros. Detesta a los hombres. No se contentará con ser protegida. Ese no es su estilo.
– Hablas de la prima de Juliette, Solange.
Luiz asintió.
– No hay otra como ella que nosotros sepamos. Es casi tan fuerte como cualquiera de nuestros guerreros e igual de buena luchadora. Proviene de un linaje antiguo y puro que puede ser rastreado hacia atrás cientos de años. Cuidamos de ella como lo que es, el futuro de nuestra especie. No querrá tener nada que ver con nosotros. He intentado convencer a los otros para hablar con ella, de forjar una amistad y lograr que nos aconseje sobre lo que hay que hacer para traer a las mujeres de vuelta entre nosotros. Las mujeres la escuchan, pero ahora no tengo posibilidades. No a menos que pueda destruir la influencia del vampiro entre nosotros.
Manolito sabía que Solange y la hermana pequeña de Juliette, Jasmine, se negaban a ir al rancho De la Cruz para visitar a Juliette, pero habían estado de acuerdo en permanecer en la casa de los De la Cruz en la retirada isla privada. La isla era salvaje y tres costados de la casa estaban protegidos por la selva. Se había preguntado por qué estaba Luiz en su propiedad, no es que la gente jaguar no considerara la selva entera como su dominio. Tenían asombrosas capacidades para nadar, y el cauce de los ríos nunca era un impedimento.
– Has venido aquí buscándola.
Luiz desvió la mirada solo un momento.
– Si. Creímos que había una posibilidad de que pudiera estar aquí. Sabíamos que no iría a vuestro rancho.
– Y sabíais que la mujer más joven estaba con ella. La que Juliette y Solange recuperaron de las garras de tus hombres.
– No son mis hombres. No puedo controlarlos. Esperaba encontrarla antes que los demás.
– ¿Y qué habrías hecho con ella? -exigió Manolito, sus ojos negros brillaban peligrosamente.
Luiz sacudió la cabeza.
– No sé. Creí que venía a hablar, pero entonces te olí, y me quedé muy confuso-se frotó la frente-. Empecé a pensar que estabas aquí para tomar a nuestras mujeres y quise verte muerto.
– Viniste a la isla controlado, pero entonces pasó algo. Tienes que haberte encontrado con él aquí -dijo Manolito con alarma. Eso significaba que el maestro vampiro estaba cerca, en algún lugar de la isla, y nadie lo sabía. Solange, Jasmine, Juliette, ni siquiera su hermano Riordan estaba a salvo-. ¿Con quién te encontraste?
– Con ningún vampiro. Solo un viejo amigo. Había venido aquí en busca de refugio y se marchaba al comprender que la casa estaba ocupada por la familia De la Cruz.
Manolito mantuvo su expresión en blanco, pero su corazón saltó y palpitó. El miedo era una emoción increíble, y ahora que lo sentía, sabía que era por aquellos a quienes amaba en vez de por sí mismo.
– Tu amigo hace mucho que despareció, Luiz. Evítale a toda cosa. Te encontraste con un maestro vampiro, y solo porque tenía un plan y te necesitaba escapaste ileso.
– ¿Crees que mi amigo está muerto?
– Si no muerto, indudablemente contaminado.