MaryAnn estaba muy asustada. Aterrorizada de hecho. No había estado así de asustada desde que un hombre había irrumpido en su casa y casi la había matado. Si su mejor amiga, Destiny, hubiera estado allí, lo habría admitido en voz alta, hablado de ello y quizás se habría reído de sí misma. Pero no conocía a esta gente. Estaba totalmente fuera de su elemento, y era sólo su intensa necesidad de ayudar a otros lo que la empujaba hacia adelante.
Se había vestido con sus ropas más confortables, intentando darse valor. La chaqueta Forzieri bordada, corta y a la moda en cuero marrón envejecido, hacía juego con las botas y le daba una confianza añadida. El bordado de la espalda era demasiado mono como para describirlo, y las líneas fruncidas proporcionaban un elegante aspecto renacentista. Emparejando la chaqueta con sus vaqueros Seven, con su ancha cinturilla asentada debajo del ombligo y tan cómodos que apenas notaban que estaban allí, y su camisa favorita de-todos-los-tiempos, póntela-en-cualquier-ocasión-y-pareces-millonaria, con cuello en pico de Vera Cristina e intrincados abalorios en turquesa, dorados y transparentes, no podía tener mejor aspecto. Bien, si no se tenía en cuenta su cabello. Alargó su mano para palparlo. Con desesperación, se las había arreglado para recogerlo en una gruesa trenza. No se había molestado en ponerse nada más que unos pendientes de incrustaciones porque se figuraba que algo más sería un estorbo. Mientras los tacones se le hundían en la vegetación, se dio cuenta de que nadaba desesperada en aguas demasiado profundas y estaba vestida de forma totalmente inapropiada. Parpadeó para contener las lágrimas y siguió caminando.
¿Si Manolito estaba vivo, dónde estaba? ¿Por qué no había podido alcanzarlo después de ese momento horrible cuando la había golpeado el conocimiento de que un jaguar le estaba atacando? Había intentado detenerlo, estirando las manos para cogerlo, para interponerse en su camino, chillando una advertencia, pero nadie había entendido, y como podía explicar sin parecer una loca que por un momento había estado allí… en la selva… de pie entre Manolito y una muerte segura.
Riordan y Juliette parecían sombríos, pero no habían proporcionado respuestas a sus temerosas preguntas. La habían lanzado prácticamente a la camioneta, Riordan casi rudamente. Siempre había resultado intimidante, como sus hermanos, pero nunca realmente rudo, no hasta ahora.
Como si leyera sus pensamientos, Juliette se acercó a su lado.
– Lo siento. Esto debe ser difícil para ti.
– No es lo mío -admitió MaryAnn, deseando darse la vuelta y correr a la seguridad de la camioneta. Siguió caminando tras Riordan-. Pero puedo arreglármelas. -Porque era lo que hacía cuando alguien necesitaba ayuda. Y no iba a abandonar a Manolito de la Cruz solo en la selva tropical con jaguares atacándole. Apenas podía respirar por el deseo de verle vivo y bien.
Le dolía el pecho, sentía el corazón como una piedra, y sus ojos ardían constantemente por la necesidad llorar su muerte. Necesitaba verle. Oírle. Tocarle. No tenía sentido, pero lo correcto no importaba. Tenía que estar con él o no iba a sobrevivir. Aunque intentaba duramente mantener su cara apartada de Juliette, era consciente de las miradas ansiosas que esta le lanzaba.
– Está vivo -dijo Juliette calladamente.
– Eso no lo sabes -MaryAnn se ahogó-. El jaguar… -se detuvo tratando de recobrar el control antes de hablar-. Estaba atacándole. Sentí las garras rasgando su carne. -Presionó la mano sobre su estómago como si estuviera herida.
– Riordan lo sabría. -Juliette lanzó una mirada rápida y preocupada a su compañero mientras mantenía el paso a MaryAnn. No sabía por qué, pero estaba empezando a tener dudas sobre si Manolito estaba vivo o no. Era una locura, porque los hermanos De la Cruz sabrían si estaba muerto, y a través de ellos, lo sabría ella-. Mi gente son jaguares. Si uno de ellos atacó a Manolito, temo que Riordan y sus hermanos se venguen. Los jaguares siempre han dejado a los cárpatos estrictamente en paz. Aquí afuera, uno elige sus batallas. Un simple arañazo puede resultar una infección mortal.
¿Riordan, estás seguro que Manolito está vivo? Siento pena y una terrible sensación de opresión y terror. Juliette necesitaba que su la tranquilizara, ya no podía discernir la verdad.
Riordan tomó aliento. Él también sentía pena y un irrazonable temor por la vida de su hermano. Se extendió hacia su hermano mayor, Zacarias, la única persona en la que siempre podían confiar. ¿Sientes a Manolito? ¿Puedes decirme si todavía vive?
Pasó un momento mientras Zacarias tocaba a Manolito. Está vivo, pero se protege. ¿Tienes necesidad de mí?
Zacarias estaba en el rancho con el resto de la familia, y Riordan deseaba que se quedara allí. Zacarias no permitiría la libertad de la hermana pequeña de Juliette y su prima. Insistiría en llevarlas de vuelta al rancho para protegerlas, y ninguna iría de buena gana. Eso no detendría a Zacarias. Gobernaba con un chasquido de sus dientes desnudos y, su enorme poder, esperaba y conseguía inmediata obediencia de cualquiera.
Es mejor que nadie este aquí cuando contactemos con Jasmine y Solange. Jasmine necesita la ayuda de MaryAnn, y ni ella ni su prima irán voluntariamente si tú o Nicolas estáis aquí.
No atiendas a estupideces, Riordan. Me doy cuenta de que debes hacer feliz a tu compañera, pero no a expensas de poner en peligro a mujeres, especialmente a compañeras potenciales. Con eso, Zacarias desapareció, tras dar su opinión y esperando que Riordan siguiera su consejo. No era tan fácil si tenías compañera. Solange lucharía con él hasta la muerte por su libertad, y si le hacia un solo un arañazo, Juliette nunca se lo perdonaría.
Riordan suspiró y trató una vez más de alcanzar a Manolito. El hombre se escondía. Se había alzado, y estaba probablemente más cerca de la fértil cama de terra preta. Tan malherido como estaba, necesitaría la rica tierra negra para sobrevivir.
MaryAnn era muy consciente del escrutinio de Riordan. No se dio la vuelta para mirar a Juliette, pero sabía que estaban hablando telepáticamente sobre ella. No confiaba lo suficiente en ellos, después de todo, realmente ¿qué sabía sobre ellos?
Juliette aguijoneó a Riordan. ¿Por qué me siento tan apenada?
Creo que es la mujer transmitiendo. Debe de ser una psíquica mucho más poderosa que lo que nos hicieron creer. También yo estoy sintiendo sus emociones. ¿Es posible que sea jaguar?
Juliette inhaló el olor de MaryAnn y observó los movimientos de su cuerpo atentamente. MaryAnn casi corría con sus botas a la moda de tacones altos, las suelas apenas rozando el suelo del bosque. Parecía totalmente fuera de lugar pero… No hay ningún ruido, Riordan. No hace ningún sonido cuando se mueve. Ninguna hoja cruje, ninguna rama chasquea. Debería ser torpe, se siente torpe, pero se mueve como alguien nacido y criado aquí. Pero no es jaguar.
Riordan contuvo el aliento, aflojando el paso solo un poco para que MaryAnn no se diera cuenta. ¿Era la mujer parte de la trampa? ¿Qué sabían de ella después de todo? Manolito nunca la había reclamado abiertamente, como cualquier compañero haría. Nunca había dicho a sus hermanos que la protegieran, como haría un auténtico compañero. Riordan tanteó gentilmente, manteniendo el toque ligero y tranquilo.
MaryAnn se rozó la cabeza con la mano mientras continuaba caminando y Riordan sintió el golpe psíquico como si ella le hubiera golpeado realmente. Se retiró bruscamente y lanzó una rápida mirada a su compañera, sinceramente sorprendido.
¿Con qué estamos tratando, Juliette?
MaryAnn había sido protegida por no menos de tres poderosos cazadores cárpatos. Si era vampiro, seguramente lo habrían detectado. Deliberadamente, solo para estar seguro, giró por el camino equivocado, alejándose de donde sabía que su hermano había sido enterrado.