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– Esas ranas son venenosas. Los nativos las han usado durante años para untar las flechas, -no pudo resistirse a añadir.

MaryAnn se enderezó lentamente, mirando automáticamente su uña rota. Sus uñas crecían anormalmente rápido, siempre lo habían hecho, pero ahora el esmalte iba a ser un lío. Y dolía como el infierno. Siempre pasaba cuando se rompía una. El dedo latía, ardía y sentía un hormigueo mientras la uña se regeneraba.

Le frunció el ceño a Riordan.

– No trates de asustarme con las ranas. No me gustan, pero no soy esa chica de la gran ciudad. -Lo era, pero él no necesitaba saberlo.

– De verdad son venenosas -confirmó Juliette-. Riordan te está diciendo la verdad. No es normal ver tantas ranas en una zona, y ciertamente no deberían seguirnos.

MaryAnn echó una mirada a las ranas que los rodeaban.

– ¿Nos están siguiendo? -La idea la puso nerviosa. No quería matarlas, pero quería que se fueran. Fuera de su vista. Por supuesto entonces estarían ocultas en el follaje, mirando fijamente con sus ojos gigantescos como todo lo demás en la selva tropical parecían estar haciendo.

– Si, y además están los monos -dijo Riordan, cruzando los brazos sobre su pecho y señalando a la canopia con un gesto de la barbilla.

MaryAnn tenía miedo de mirar. Las ranas eran una cosa… y escogió omitir la parte del veneno… pero los monos eran pequeñas bestias peludas con manos casi humanas y grandes dientes. Sabía eso porque una vez, sólo una vez, había ido al zoo y los monos se habían vuelto locos, chillando y saltando alrededor, desnudando enormes dientes hacia ella, en lo que pensó parecían ser sonrisas. Había sido un día horrible, no tan malo como éste, pero se había prometido no volver nunca más al zoo.

MaryAnn cuadró los hombros y elevó el mentón un poco.

– ¿Tienes alguna idea de por qué estas criaturas no se comportan con normalidad?

– Creía tenerla -admitió Riordan-. Creí que quizás un vampiro estaba utilizando sus ojos y oídos para reunir información, pero ahora no estoy tan seguro.

Su corazón saltó cuando oyó la palabra "vampiro". Lo había estado esperando desde que había entrado en la oscura opresión de la selva tropical, pero aún así no estaba preparada. Anhelaba la normalidad de las pandillas apalancadas en las esquinas. Podía amilanar a los tipos duros de la calle con una mirada, pero a una manada de ranas o monos dirigidos por vampiros… ¿Se decía manada? Ni siquiera lo sabía. No pertenecía al reino animal. Quería desesperadamente volver a casa.

Tan pronto como el pensamiento fue completado, la pena manó, inundándola. Más que dolor, sentía la necesidad, la compulsión de seguir moviéndose, de prisa. Giró lejos de Riordan y Juliette, hacia la dirección donde la compulsión era más fuerte. No podía abandonar este terrible lugar hasta que encontrara a Manolito.

Giró la cabeza de un lado a otro, sin ver nada, sólo pensando en él, en las líneas de dolor y fatiga grabadas profundamente en sus atractivos rasgos. Sus anchos hombros y gran pecho. Era alto, mucho más alto que ella, y ella no era exactamente pequeña. ¿Dónde estaba?

Podía oír el agudo sonido de murciélagos llamándose los unos a los otros, y en algún lugar en el furioso río, una marsopa era atraída por otra. El mundo pareció estrecharse, o quizá se expandieron sus sentidos, haciendo su oído más agudo, de forma que su cerebro procesara cada sonido individual. El susurro en las hojas eran insectos, la ondulación de alas eran pájaros asentándose en la noche, los monos sobre su cabeza perturbaban las hojas mientras mantenían su paso. Oía el sonido de voces, dos hombres, a unas seis millas de distancia, y reconoció el sensual tono de Manolito. La voz brilló tenuemente en su mente, le puso la carne de gallina e hizo que su estómago se apretara de excitación por verle.

MaryAnn caminaba rápido, la urgencia la dirigía. Él tenía problemas. Lo sabía. Le sentía ahora, cerca, cuando antes no podía alcanzarle. No intentó conectar mente con mente, no era psíquica, pero eso no importaba. Oía su orden susurrada flotando en el aire. Ven a mí. Sabía que estaba herido. Confuso. La necesitaba. Los olores estallaron a través de su cerebro, el rastro de tres días de un tapir arrastrándose sobre la vegetación. Un margay escondido profundamente en la canopia a una milla a su izquierda. Tantas criaturas, incluso… un jaguar. Su aliento se hizo más agudo y subió las rodillas más arriba, bamboleando los brazos, acelerando.

Atajó por una serie de cuestas que corrían junto a un arroyo crecido, indiferente cuando los matorrales bajos se enganchaban en su cabello. El agua se vertía por cada salida concebible, creando cataratas en todas partes. El sonido era alto en la inmovilidad de la selva. Con poca luna y la gruesa canopia encima, el interior era oscuro y misterioso. La niebla baja tejía un rastro de vapor gris entre los árboles, cubriendo el enredo de raíces de apoyo, cuando se acercó a ellas, los gruesos nudos y ramas como serpientes parecieron oscuras fortalezas que escondían secretos. Los inmensos trocos se alzaban más allá de la niebla, aparentemente ajenos a las raíces que los mantenían en el suelo.

Las uñas de Juliette se clavaron en el brazo de Riordan mientras caminaban. MaryAnn. Mírala. Corre tan suavemente. No es un jaguar, pero no sé lo que es. Nunca he visto nada como ella. ¿Y tú?

Riordan luchó con sus recuerdos, tratando de recordar si había visto alguna vez semejante transformación. Era difícil ver a MaryAnn como algo más que el bonito figurín de moda que siempre le parecía.

Era inteligente y valiente para un humano, siempre le había concedido eso, pero su valía no era de la clase necesaria para ser la compañera de un cazador cárpato como Manolito. El hermano de Riordan era dominante y duro, sin bordes suaves que le hiciesen más aceptable para una mujer como MaryAnn. Aunque había un corazón de acero en ella. Y había mucho más que el paquete que entraba por la vista. Esgrimía poder y energía sin deliberación consciente, más al parecer en el momento en que pensaba en ello, se volvía inepta y temerosa.

La cuestión principal es si es o no un peligro para Manolito.

Creo que esta muy confundida acerca de todo esto, Riordan. La compadezco. El lazo de sangre con Manolito es fuerte. ¿Si fue sólo un intercambio, por qué la conexión es tan fuerte que sabe mejor que tú dónde está tu hermano? Porque, sin ninguna duda, sabe exactamente donde está y se dirige directamente hacia él. Está a unas buenas seis millas, pero se mueve con rapidez para no haber estado en la selva tropical en su vida.

MaryAnn sentía un zumbido en la cabeza, como si revolotearan insectos en su cabeza. Los Cárpatos hablaban entre sí otra vez. Lo detestaba. ¿La estaban utilizando para llegar a Manolito? ¿Si Riordan quería realmente encontrar a su hermano, por qué no se acercaba a él directamente, le llamaba, se extendía hacia él? ¿Por qué no habían simplemente enterrado su cuerpo en la hacienda, donde Manolito se hubiera alzado entre los miembros de la familia que le hubiesen ayudado? ¿Por qué no habían mencionado una segunda casa? ¿Y por que la hermana y la prima de Juliette tenían demasiado miedo de ir a la casa de los De la Cruz? Algo estaba muy mal.

Eso debería haberla asustado… y quizás lo habría hecho… pero la voz de Manolito se deslizó otra vez en su cabeza.

¿Dónde estás? Sonaba tan perdido y solitario. Su corazón se retorció en respuesta, dolorido por él.

No era una corredora, pero cogió el ritmo, suavemente, fácilmente, saltando por encima de los troncos de los árboles caídos como si hubiera nacido con reflejos, algo en su interior la urgía a apresurarse. Mientras corría, su mente estaba silenciosa, callada y seguramente evaluando todo lo que la rodeaba con anormal velocidad.