Su visión era extraña, como si sus otros sentidos estuvieran tan aumentados que le hubieran robado la visión normal. El vibrante verde y rojo de las hojas y flores se entremezcló y embotó hasta que fue difícil distinguir colores, a pesar del gris apagado, captó el movimiento de insectos y lagartos, el destello de las ranas arbóreas y los monos mientras corrían a toda aprisa en lo alto. Su visión nocturna siempre había sido excelente, pero ahora parecía mucho mejor; sin colores que deslumbraran y cegaran, podía identificar un espectro más ancho de cosas mientras corría.
Era estimulante tener todos los sentidos tan agudizados. Su vista era definitivamente mucho más aguda. Podía oír salir precipitadamente el aire de los pulmones de Juliette. El flujo y reflujo de la sangre en sus venas. Profundamente en su interior algo salvaje se desplegó y se estiró.
MaryAnn contuvo el aliento, asustada. Tropezó. Riordan y Juliette casi la atropellaron. Retrocedió lejos de ellos, su palma cubriendo la marca sobre el seno que latía y ardía.
– ¿Qué me hizo? -susurró-. Estoy cambiando en algo más.
Juliette aferró la muñeca de Riordan y apretó fuertemente para evitar que dijera algo equivocado. Él no veía lo frágil y pérdida que parecía estar MaryAnn, pero ella si. Había algo diferente, un miedo muy real en sus ojos ahora, cautela, como un animal acorralado. No sabían como reaccionaría MaryAnn, pero más importante aún, ella misma no lo sabía, y eso asustaba a Juliette.
– No sabemos exactamente qué te hizo Manolito, lo más probable es que hiciera un intercambio de sangre. -Juliette inspiró profundamente, intentando ser honesta-. Quizás dos. No eres cárpato, así que no te convirtió.
– Pero Nicolae tomó mi sangre para proteger mejor a Destiny.
Y no tuvo miedo de él. Riordan reconoció eso en su mente. No como lo tiene ahora. ¿Por qué no tuvo miedo de que Nicolae tomara su sangre cuando temerlo sería algo de lo más natural?
MaryAnn se puso una mano en la cabeza, acariciándosela como para apartar los insectos, dando otro paso atrás, lejos de ellos. El miedo crecía con cada aliento que tomaba. Algo iba terriblemente mal, lo sabía, podía sentirlo profundamente en su interior. Cerrando el puño, se clavó las uñas profundamente en la palma para probarse a sí misma. Estaba empezando a dudar de lo qué era real y qué ilusión.
Sabe que estamos hablando en privado, advirtió Riordan, y eso la molesta.
¿Y te has preguntado como lo sabe? No debería. Ni siquiera cree que ser psíquica.
Es más que psíquica, Juliette, dijo Riordan. Esgrime poder sin esfuerzo.
O el conocimiento de que lo está haciendo.
– Esto es una locura, MaryAnn -añadió Juliette en voz alta-. Ni Riordan ni yo sabemos lo que te hizo.
– Quiero ir a casa. -Incluso mientras lo decía, MaryAnn sabía que no podía, no hasta que encontrara a Manolito de la Cruz y se asegurara de que estaba vivo y bien y no en algún tipo de terrible problema. Maldita su naturaleza, que siempre necesitaba ayudar y consolar a otros. Alzó su mano temblorosa. La uña ya había crecido, mucho, mucho, más rápido incluso de lo adecuado a su velocidad acelerada-. ¿Qué creéis que me hizo? Debéis tener una idea. ¿Y es reversible? Porque soy humana y mi familia es humana y me gusta ser humana. Esto es lo que pasa por tener a una chica blanca, flaca y chupasangre como mejor amiga. -E iba a tener unas pocas palabras con Destiny cuando la volviera a ver… si la volvía a ver.
Juliette lanzó a Riordan otra mirada ansiosa.
– Lo siento, MaryAnn. Si supiera lo que pasa, te lo diría. El caso es… los humanos han vivido durante siglos mano a mano con otras especies. En todos esos años, ambas lo sabemos, las especies finalmente se han mezclado. Quizás hace siglos, pasó algo que no sabemos. Yo tengo sangre jaguar. Al igual que un montón de mujeres que son psíquicas.
MaryAnn sacudió la cabeza.
– Yo no. -Esto sonaba mal. Conocía a su madre, padre, abuelos y bisabuelos. No había ninguna mancha en su familia y ningún chupasangre.
¿Podría ser maga?, aventuró Juliette.
Los magos retienen el poder, eso es seguro, y la mayoría son buena gente, pero tendría que tejer hechizos. No parece que esté haciendo eso. Reúne energía como lo hacemos nosotros y la utiliza, pero en ella es inconsciente. Esa es la razón de que sea tan buena consejera. Sin querer los insta a sentirse mejor. Quiere que sean felices, así que lo son. Presiente lo que cada persona quiere oír y lo dice.
El corazón de MaryAnn iba a toda máquina. Otra vez estaban hablando claramente el uno con el otro. Giró sobre sus tacones demasiado altos y corrió entre la maleza, pensando que podría dejarlos atrás, olvidando que podían volar si querían. Y quisieron.
Sintió la ráfaga de aire desplazado alrededor de ella, y Riordan se dejó caer desde el cielo, interceptándola.
MaryAnn chilló y dio marcha atrás, los tacones se engancharon en una de las muchas raíces que serpenteaban a través del suelo. Se cayó duramente, aterrizando sobre el trasero, mirándole mientras se erguía sobre ella.
– Este camino es peligroso -explicó Riordan, extendiendo su mano hacia ella.
Le pateó, furiosa con él, pero mayormente enfadada consigo misma por estar en una posición tan vulnerable. Cuantas veces hacía aconsejado a las mujeres no ir con desconocidos… gente que conocían en Internet, o a través de amigos, pero a los que no conocían ellas mismas. Cerró los dedos alrededor del pequeño spray de pimienta. ¿Funcionaría con Cárpatos? ¿O con vampiros? Nadie les había mencionado en sus clases de autodefensa.
– MaryAnn -advirtió Riordan, frunciendo el ceño-. No seas tonta. Permíteme ayudar a levantarte. Estás sentada en el suelo. ¿Sabías que hay un millón y medio de hormigas por medio acre en la selva tropical?
MaryAnn suprimió un aullido de miedo y se puso de pie sin ayuda, retrocediendo otra vez, sacudiéndose la ropa, sintiendo el enjambre de insectos en sus brazos y piernas. ¡Odio esto! Chilló tan fuerte en su cabeza que sintió el eco a través de los dientes apretados. Sus ojos ardían por las lágrimas contenidas otra vez.
El aire alrededor de ellos se cargó de electricidad, que hizo que el vello de sus brazos se erizara.
– A cubierto -gritó Riordan y saltó hacia atrás.
El trueno resonó. El suelo tembló. Los monos aullaron. Los pájaros chillaron y se alzaron de los árboles. El relámpago crepitó y chasqueó, golpeando la tierra en un despliegue cegador de energía. La niebla se arremolinó alrededor de ella. MaryAnn sintió unos fuertes brazos deslizarse alrededor de ella y una mano presionó su cara contra un pecho grande y musculoso. Sus pies abandonaron el suelo, y se encontró volando a través de las copas de los árboles tan rápido que se sintió mareada.
Riordan maldijo y agarró el brazo de Juliette que los hubiera perseguido.
– Ese era Manolito y nos ha lanzado una clara advertencia para que retrocedamos. No tenemos más elección que hacerlo. Es su compañera y no tenemos derecho a interferir.
– Pero… -Juliette se interrumpió impotentemente-. No podemos abandonarla.
– No tenemos elección, no a menos que queramos provocarle a entrar en batalla. Cuidará de ella, -aseguró Riordan-. No podemos hacer nada más aquí.
Capítulo 5
MaryAnn rodeó con los brazos el cuello de Manolito y enterró el rostro en su hombro. El viento azotaba con fuerza su cara y cuello, tirando malévolamente de su cabello, y arreglándoselas para filtrarse bajo la chaqueta de cuero para cerrar sus helados dedos alrededor de la piel. Si había creído que la selva tropical era mala, volar sobre la canopia era mil veces peor. Se sentía mareada y enferma, y su estómago daba curiosos vuelcos. Haría frente a un millón de hormigas y ranas arbóreas antes de hacer esto otra vez. De niña, debiste desear aprender a volar.