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Las cejas de él se dispararon hacia arriba.

─No tiene sentido que te haya dejado, ni siquiera durante un minuto.

La preocupación en su voz le provocó una pequeña sensación de tranquilidad.

─¿Conoces a Manolito?

─Le conocí antes, esta noche. El amanecer se aproxima, y muchos animales cazan junto a las riberas al amanecer. Déjame llevarte de vuelta a la casa, y Manolito nos seguirá cuando pueda.

MaryAnn buscó en las sombras a Manolito. No podía tocar su mente ni sentirle en absoluto, y mucho menos verle. ¿Dónde estás? No quiero dejarte. Se extendió pero sólo encontró un negro vacío.

Si su rescatador corría desnudo por la selva y había conocido a Manolito esa noche, había muchas posibilidades de que fuera un hombre jaguar, la hermana pequeña de Juliette había sido capturada y atacada brutalmente por los hombres de la raza jaguar. MaryAnn aferró firmemente el bote de spray de pimienta. Nunca encontraría el camino de salida de la selva, y la aterraba quedarse sola, pero no podía abandonar a Manolito, especialmente cuando sabía que algo le pasaba, y temía confiar en este hombre.

─Soy Luiz, ─dijo él simplemente, obviamente leyendo su intranquilidad. Manolito me ha prestado un gran servicio hoy. Simplemente le estoy devolviendo el favor.

─No quiero que vuelva y vea que me he ido. Se preocuparía. ─No quería que la única persona que había allí… humano o no… la dejara sola. No podía mirar al cuerpo de la serpiente. No había querido hacerle daño, pero tampoco morir aquí. Ser consumida por una anaconda no estaba en su lista de formas favoritas de pasar al otro barrio.

─Los hombres de los cárpatos se preocupan por muy poco, ─dijo Luiz─. Ven conmigo. No puedes quedarte sola. Si quieres, puedes llevar tú el cuchillo.

MaryAnn suspiró. Llevar el cuchillo significaba acercarse lo suficiente a él como para que se lo diera. También significaba que podría apuñalarle realmente con él si veía que hacía un movimiento en falso, y definitivamente se oponía a esa idea.

─Quédatelo. ─Tenía el spray de pimienta y no temía usarlo.

Él le sonrió.

─Eres una mujer muy valiente.

MaryAnn se las arregló para soltar una risita.

─Estoy temblando en mi par favorito de botas. No creo que valiente sea la palabra que yo usaría. Estúpida. Estaría a salvo en Seattle si no fuera la clase de idiota de salvemos-el-mundo que suelo ser.

El hombre empezó a bajar por un sendero casi inexistente. Podía ver que había sido utilizado por un animal. Tomando un profundo aliento, siguió adelante, alzando una silenciosa plegaria porque Manolito la encontrara pronto. Quizás si iba a donde estaban Riordan y Juliette, ellos podría encontrar de nuevo a Manolito y ayudarle.

Luiz se volvió para mírala.

─¿Puedes caminar con el tacón del zapato roto? Puedo cortártelos.

Eso era un sacrilegio. La había salvado de la serpiente, pero se merecía el spray de pimienta por contemplar siquiera el cortar los tacones de sus botas favoritas. No era demasiado tarde para rescatarlas.

─No, gracias. ─Se mantuvo cortés, porque tenía que estar tocado de la cabeza para que se le ocurriera una acción tan oscura.

Caminaron en silencio durante unos minutos, MaryAnn intentando evitar que su mente se desviara hacia Manolito. Era difícil. Parte de ella quería apresurarse a volver adonde le había dejado y esperar hasta que volviera. Parte de ella estaba enfadada con él por abandonarla, y otra parte… la más grande… estaba aterrada por él.

─¿Por qué nos siguen las ranas? ─preguntó Luiz.

─¿Ranas arbóreas? ─MaryAnn se mordió el labio y miró alrededor, espiando a través de las pestañas, esperando que el hombre jaguar estuviera equivocado─. No tengo ni idea. ─Lanzó un rápido vistazo a los árboles. Seguro, las ranas saltaban desde las raíces y ramas, de tronco en tronco.

─Parecen estar siguiéndote.

─¿De verdad? ─Intentó sonar inocente incluso mientras siseaba hacia las ranas, gesticulando con los brazos para que volvieran atrás─. Debes estar equivocado. Probablemente estén emigrando en la misma dirección en la que vamos nosotros. ─¿Las ranas migraban? Quizás esos fueran los gansos. Las criaturas de la selva eran complicadas. Miró fijamente hacia los anfibios brillantemente coloreados. Continuaban saltando alegremente junto a ella.

─Congregas a una multitud. ─Él sonaba divertido mientras echaba cortésmente los arbustos hacia atrás para que ella pudiera avanzar libremente por el sendero. Alzaba continuamente la cara para olisquear el aire en todas direcciones.

─Quizás se sienten atraídos por mi perfume. ─¿Qué parte de "largáos" no entendéis? Me estáis haciendo quedar mal. Intentó la telepatía mente a mente, esperando que algunas de las habilidades psíquicas de Juliette y Riordan realmente se le hubieran pegado, pero las ranas ignoraron sus quejas.

─¿Puedes caminar más rápido? ─preguntó Luiz.

No parecía nervioso. De hecho parecía muy firme, pero ella tenía el presentimiento de que estaba esperando problemas, explorando la canopia de arriba y observando el camino detrás. Los monos empezaron a chillar y lanzar hojas y ramas. Luiz alzó la mano y le señaló que se quedara callada.

Los mosquitos zumbaban junto a su cara, y sacó tranquilamente el spray para bichos y roció liberalmente el aire a su alrededor.

Luiz se giró, su nariz se arrugó.

─No hagas eso.

─Los mosquitos me pican por todas partes.

─Ese apestoso hedor entorpece mi capacidad de captar olores. Necesito saber a que es probable que nos estemos enfrentando.

Vale. Eso sonaba amenazador, y francamente, estaba cansada de tener miedo. Ya había bastante de lo que asustarse sin que un amigo te lo adornara más. Suspiró y devolvió a su lugar el spray para bichos, recurriendo a golpear a los insectos con una mano y mantener la posesión del spray de pimienta con la otra.

Saldría que aquí en el momento en que pudiera conseguir un teléfono. Bueno, después de asegurarse de que Manolito estaba bien. Estaba empezando a sentirse enferma de preocupación, y eso sólo hacía que se cabreara con él. Las lágrimas emborronaron su visión, y tropezó con una raíz retorcida en forma de serpiente, casi cayendo, extendió ambos brazos para sostenerse antes de acabar con la cara plantada en el barro… y eso le salvó la vida.

El enorme jaguar falló y golpeó el suelo a escasos centímetros de su cabeza. Gruñendo, se dio la vuelta, arañando hacia su cara con las garras, pero Luiz llegó primero, ya cambiando, su cara ensanchándose, el morro alargándose para acomodar los dientes. Los dos felinos chocaron, arañando y rasgando. La selva explotó en un frenesí de ruido.

Empujada más allá de su resistencia, MaryAnn se levantó de un salto, dio dos largas zancadas hacia el felino merodeador y dirigió un chorro de spray de pimienta directamente a los ojos y las ventanas nasales totalmente formados del jaguar. Soltó varias ráfagas cortas, la furia hacía temblar su mano, pero su puntería fue perfecta.

─Ya basta. Ya he tenido… tenido absolutamente suficiente de esta majadería de la jungla. Tal vez sea una mujer urbana, demonios, pero puedo con cualquier cosa que este horrible lugar me lance. ¡Sal de aquí ahora mismo! ─chilló a pleno pulmón, enviando otro chorro directamente a la cara del jaguar para asegurarse. La orden atravesó su cerebro y se disparó al aire mientras disparaba varios chorros cortos.

El jaguar se alejó corriendo como si le hubiera mordido. Luiz cayó sobre su trasero, con los vaqueros medio hechos trizas.

─¿Qué demonios ha sido eso?

─Spray de pimienta, ─dijo y se sentó junto a él, echándose a llorar.

Capítulo 7

Manolito evitó los tentáculos que buscaban, mientras estudiaba el bulbo fibroso. Su cuerpo estaba en la selva con MaryAnn. Él era inteligente; podría solucionarlo. Si estaba atrapado en el mundo de los espíritus, tal como estaba seguro ahora, sólo un espíritu podría residir en este lugar. Su cuerpo no estaba aquí, así que el ataque era simplemente una distracción. Esto debía tener que ver con MaryAnn. Ella no sólo había traído hasta aquí su espíritu, sino también su calor y vitalidad. Los vampiros habían sentido la sangre caliente y la luz en su alma. Tenía que conducir el ataque lejos de ella, solo por si acaso sin querer volvía a adentrarse en el mundo de sombras donde él estaba atrapado.