El jaguar herido rugió con rabia, golpeando la pierna de MaryAnn que jadeó de dolor. Una zarpa le desgarró la pantorrilla, atravesando sus pantalones y rasgando piel y músculo casi hasta el hueso. La pierna de MaryAnn cedió bajo ella y cayó, golpeando el duro mármol, clavando los talones se arrastró hacia atrás como los cangrejos para tratar de permanecer fuera del alcance de esos garfios que desgarraban. Como afiladas púas, las uñas encontraron su tobillo y con un victorioso rugido, el jaguar la atrajo hacia él, los dientes iban a por su cráneo. MaryAnn pegó un puñetazo en la garganta del felino, el bote de spray en el puño hizo más sólido el golpe, pero el animal continuó avanzando. Estalló en un frenesí asesino, arañando con las garras de un lado a otro mientras buscaba a su presa ciegamente. Su rostro estaba húmedo por las lágrimas, la nariz y el hocico chorreaban, pero era peligroso, fustigando por la habitación cazando a sus atacantes.
Solange aterrizó en su espalda, toda felino ahora, salvaje y furiosa, los dientes cerrándose sobre la ancha cabeza, con un mordisco enormemente fuerte. El jaguar se olvidó completamente de MaryAnn, rodando en un intento por librarse de Solange. Despiadadamente ella arañó el vientre del felino mientras le sujetaba con los dientes.
MaryAnn apartó su pierna de la lucha. Cuatro jaguares rodaban por el suelo, luchando por matarse los unos a los otros. El grito de Jasmine la sacó de su neblina de miedo y dolor. El mago la tenía cogida por su larga melena y estaba sacándola de la casa.
La furia atravesó a MaryAnn, furia y algo más oscuro, salvaje y peligroso. Lo sintió cerca, profundamente dentro de ella, arañando para salir. Los huesos le dolían. La boca y los dientes le dolían. Sus manos se apretaron en puños, pero las uñas se habían alargado y le cortaban las palmas.
– ¡Alto! – ¡Alto ahora mismo! MaryAnn se puso en pie de un salto. Ya es suficiente.
Para su asombro, los cuatro jaguares dejaron de moverse, las cabezas suspendidas, los costados jadeantes, las lenguas colgándoles de la boca. Sólo el mago continuó moviéndose, a pesar de estar sudando y temblando, con la mirada puesta en MaryAnn mientras arrastraba a Jasmine fuera de la casa y cerraba la puerta de una patada.
El sonido de la puerta al cerrarse provocó que los jaguares volvieran a entrar en acción. Inmediatamente, Solange golpeó otra vez, rasgando la garganta del otro jaguar. Los dos machos se estrellaron el uno contra el otro, todo dientes y garras. MaryAnn se puso en pie, rodeó a los felinos que luchaban y empujando la agonía de su pierna a un compartimiento mental, se tambaleó tras Jasmine y el mago.
Profundamente bajo la tierra, Manolito despertó con una explosión de dolor y miedo. Su corazón comenzó un fuerte y continúo galope el pulso le atronaba en el oído. Supo, al igual que lo hacen todos los cárpatos, que el sol, que aún no se había puesto, comenzaba lentamente a ocultarse en el cielo. No podía esperar. MaryAnn estaba en un apuro desesperado. Emergió de la rica y oscura tierra, con un brazo sobre los ojos mientras se convertía en vapor y al mismo tiempo ordenaba a las nubes cubrir el sol. La densa bóveda ayudó, pero aún así fue alcanzado durante un microsegundo por los rayos. Deberían haber corrido llamas por su piel, convirtiéndola en un fundido infierno. Debería haberse convertido en una masa de ampollas, y el humo normalmente se hubiera mezclado con el vapor mientras cambiaba, pero sólo sus ojos ardieron.
Apartó a un lado el dolor y atravesó como un rayo la canopia hacia la casa. MaryAnn. Conecta conmigo ahora. A pesar de haber tomado su sangre y saber exactamente donde estaba, ella tenía fuertes barreras en su mente. Ahora que estaban erigidas en su lugar, constituían una pared de acero que no podía penetrar. Si conseguía tener acceso a sus ojos, podría ayudarla desde lejos.
La había dejado con una orden de dormir, pero había algo, un pequeño bloqueo en su mente que no podía identificar, y que quizá había impedido que su orden funcionara como debiera. Tenía que encontrar la forma de esquivar ese escudo para conseguir acceso a su mente. No parecía que ella estuviera cerrándose a él deliberadamente, pero no podía entrar. MaryAnn. Puedo ayudarte. Déjame que te ayude.
Estaban conectados, pero no lo estaban. Su mente debía haber estado abierta a él a su antojo y sin embargo no podía penetrar en ese denso paraje sin importar lo mucho que lo intentara. No tenía sentido ese ahora encendido, ahora apagado de la conexión. Era un antiguo, completamente capaz de poner a seres poderosos bajo su control, pero no a su propia compañera.
Podía sentir su miedo por Jasmine. Su sensación de determinación. Estaba sufriendo, pero lo estaba ignorando, haciéndolo a un lado mientras su mente trabajaba frenéticamente en un plan para recuperar a Jasmine de manos del mago. Sintió todas éstas cosas y más. Sintió las emociones de Jasmine a través de MaryAnn, como si su conexión con la otra mujer fuera incluso más fuerte que la conexión sanguínea entre cárpatos. Terror, pesar, absoluta convicción de escapar o morir… Jasmine no se rendiría. MaryAnn era plenamente consciente del firme propósito de Jasmine y redobló sus esfuerzos por encontrar una forma de salvar a la joven.
Como Manolito estaba tocando la mente de MaryAnn, sintió la acumulación de energía, una repentina oleada dentro de su cerebro. El aire alrededor de él se volvió inestable. El viento ululó, zarandeándolo y enviando hojas y ramitas girando como mísiles a través del aire. Los relámpagos vetearon las nubes. La electricidad crepitaba y crujía. Bajo él, una rama se rompió en un árbol y se precipitó a través de la canopia, chocando contra el suelo. La energía, incontrolada, inestable y muy peligrosa, vibraba atravesando la zona.
MaryAnn entrecerró los ojos cuando el mago se giró para enfrentarla, colocando a Jasmine frente a él, con los dedos clavándose profundamente en ella.
– Alto o la mataré.
Ella detuvo su avance, con el estómago revuelto, con la furia flujendo en un nudo duro y decidido. Había venido a la selva tropical a ayudar a esta chica y no fallaría. Jasmine había soportado ya bastante y esto tenía que acabar en este mismo minuto. MaryAnn deseó tener las habilidades de un cárpato, una forma de conseguir que el viento salvaje la elevara en el aire y la subiera a la cima del árbol más alto. La furia la abrasó como un tizón, y la marca sobre su pecho pulsó al ritmo de sus latidos. Presionó la mano sobre el lugar. Manolito. Yo no lo puedo parar.
¿Se refería al mago? ¿O ese algo feroz que se desplegaba en su interior? No lo sabía. Las manos y los pies le dolían, sus huesos crujían y la mandíbula se le alargaba. Sentía arder su pierna herida. Las punzadas hormigueaban de arriba a abajo por su cuerpo, miles de pequeños pinchazos que picaban y escocían. La selva que la rodeaba onduló, perdió los brillantes colores, pero su sentido del olfato se incrementó agudamente. Podía oler el miedo que exudaba el mago. Mantenía a Jasmine firmemente frente a él como si su delgado cuerpo pudiera protegerlo de MaryAnn.
Jasmine luchaba desesperadamente. Los dedos del mago se apretaron más sobre su garganta, estrangulándola.
– Detente, Solange, -siseó-. Cooperarás. -Habló con voz monótona, tejiendo un hechizo de sujeción para evitar que luchara contra él.
MaryAnn sintió sus palabras como un zumbido presionándole la cabeza.
– Deténlo, -exclamó. ¡Páralo ya! Estaba tan furiosa que extendió la palmas hacia él, deseando instintivamente empujar la intensa fuerza de vuelta hacia él. Si las atacaba con su mente, era poco lo que ella podía hacer. Ella no sabía de magos y de sus poderes, pero la enfurecía que estrangulara a Jasmine con tan poca preocupación por su vida.
El mago se tambaleó hacia atrás, arrastrando a Jasmine con él, tosiendo repetidas veces como si algo se le hubiera alojado en la garganta. Quizá tuvieran suerte y su estúpido hechizo pudiera salirle por la culata y hacerle un nudo en la tráquea que le diera dificultades para respirar.