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Quédate con nosotros, Solange. MaryAnn rezó en silencio, tratando de alcanzar a la otra mujer, para hacerla saber que por muy negras que parecieran las cosas en éste momento, todo podía mejorar. Sería mejor. MaryAnn haría la misión de su vida el ayudar a Solange y Jasmine tras todos los sacrificios que ellas habían hecho rescatando mujeres y ayudándolas a encontrar un lugar seguro.

Luiz se moría. Podía ver cómo su vida se escapaba, veía la chispa apagarse en sus ojos, y todo lo que podía hacer era mirar impotente. Ella le hacía desear vivir, de la misma forma que hacía que Solange tuviera esperanzas y vislumbrara un futuro, pero no podría hacer lo que Manolito hacía, curarlo de cabo a rabo. ¿Cómo abandonar todo lo que uno era y convertirse en un instrumento de sanación? Había visto a Manolito sacrificar su vida por una mujer y un niño no nacido aún. Había oído que le había quedado una cicatriz alrededor de la garganta, cuando los cárpatos raramente quedaban marcados, por salvar a su príncipe. Y ahora se las había arreglado para abandonar su ser a fin de salvar una vida.

Pocos podían saber lo que eso le suponía realmente, pero ella estaba con él, conectada a él, y era consciente exactamente de a todo lo que tenía que renunciar para llegar a convertirse en espíritu. El cuerpo era vulnerable a todos los ataques, sí, pero era mucho más que eso, Manolito había abandonado su personalidad, todo el ego, todas las esperanzas y los sueños, sus propias necesidades, todo, y lo había hecho con gusto.

Había estado en su mente cuando abandonó tan rápidamente sus opiniones y ideas, su verdadera personalidad, y se había vuelto desinteresado en su esfuerzo por salvar a Solange. No podía más que admirarle. Manolito tenía una fuerte personalidad, con creencias firmes sobre las mujeres, y a pesar de todo eso, las había dejado inmediatamente a un lado. ¿Qué tipo de auténtico carácter tenía escondido bajo toda esa arrogancia? ¿Y eran sus modales aparentemente dominantes modales con las mujeres quizá en realidad deseos de protegerlas? Su especie verdaderamente atesoraba a las mujeres y los niños. A todos ellos. No parecía importar que Shea fuera la compañera de Jacques, Manolito había dado un paso para ponerse delante y asumir el ataque mortal sin vacilación.

Vive, Luiz. Aguanta hasta que él pueda ayudarte. Te salvará la vida. Era positiva. Estaba en su cabeza y podía ver su absoluta resolución de mantener a Solange con vida. Manolito estaba tan centrado, tan completamente absorto en la sanación que no pensaba en nada más. Vio la bondad en él, algo que quizás se hubiera perdido si no hubieran estado conectados por el intercambio de sangre, y por primera vez se permitió pensar en ese intercambio como algo bueno. Quizás hubiera desechado al cárpato por imposible si no hubiera conocido su otro lado, mucho más suave.

Acarició hacia atrás el cabello de Luiz, un gesto absorto mientras examinaba la cara de Manolito. El tiempo pareció detenerse. Todo a su alrededor se desvaneció hasta que sólo quedó Manolito. Sus ojos, oscuros y ensombrecidos, con pestañas absurdamente largas. Deberían haber parecido femeninas, pero su cara era demasiado masculina, con esa fuerte mandíbula y la nariz recta. Sintió la respiración de él entrando y saliendo de su cuerpo. Sintió el latido de su corazón, fuerte y constante. Su corazón. El de él. El de Luiz. El de Solange. Estaban todos unidos en un solo hombre. Un hombre increíble.

Manolito emergió del cuerpo de Solange, flaqueando por el cansancio, buscando con la mirada a su compañera. Los había mantenido a todos conectados, compartiendo la fuerza, manteniéndo un constante flujo de absoluta convicción por la vida. De amor. De integridad. Solange estaba todavía viva porque MaryAnn le había dado una razón por la que aferrarse a la vida. Luiz vivía todavía porque ella le mantenía unido a la tierra, negándose a considerar siquiera el permitirle marchar.

Y ella seguía pensando que todo eso era a causa de Manolito. No supo si echarse a reír o simplemente asir a MaryAnn y salir de allí antes de que pudiera averiguar que él era un fraude. Tenía que dar sangre a Solange, y necesitaría fuerzas para obligarla. Ya estaba hambriento. Y los brillantes colores a su alrededor se desteñían en espectros mucho más apagados, como si no pudiera evitar que su mente de desviarse de vuelta a la tierra de las sombras.

La mirada de MaryAnn se topó con la suya, y por un momento no pudo moverse ni respirar. Ella nunca dejaba de mirarlo así. La confianza y la creencia, la fe absoluta que brillaba en sus ojos, era un regalo que él nunca olvidaría. Las sombras retrocedieron.

– Tengo que dar sangre a Solange. Mira a ver si puedes conseguir que acepte lo que le ofrezco. Eso la sanará más deprisa y la hará más fuerte. No haré un intercambio con ella, simplemente le daré lo suficiente para sobrevivir.

Sonaba tan cansado. Las líneas de su cara estaban profundamente marcadas. Quiso rodearlo con sus brazos y sostenerlo, aliviarlo, darle cualquier cosa que necesitara para ayudarle a continuar. Leyó la determinación en él.

– Date prisa, Manolito. Se que estás cansado, pero Luiz no puede aguantar mucho más.

La mirada de Manolito revoloteó a la mano que acariciaba la piel de la cabeza de Luiz. Por un momento un parpadeo de negros celos le royó las entrañas. Tuvo sabor a ceniza en la boca, y una vez más las sombras lo llamaron. Débilmente, oyó voces que le llamaban. Únete a nosotros. Únete a nosotros. Temblando, tocó la mente de MaryAnn y descubrió instantáneamente que esos dedos acariciaban en realidad su cabeza; era Manolito el que ocupaba sus pensamientos. Le dedicó una rápida sonrisa antes de abrirse la muñeca y forzar a la hembra jaguar a tragar su ofrenda.

Jasmine dejó escapar un pequeño sonido de angustia y apartó la cabeza.

– Está bien, hermanita. No se convertirá en otra cosa. Una vez tenga suficiente sangre mía mezclada con la suya, Solange sobrevivirá y será fuerte de nuevo, -le aseguró él con voz amable.

– Lo sé. Realmente lo sé. Sólo me siento un poco enferma. Gracias por hacer ésto. No será fácil, ella no puede mostrarte su agradecimiento, pero lo que has hecho es importante, -dijo Jasmine.

– No necesito su agradecimiento. Está bajo la protección de nuestra familia, al igual que tú, pequeña sisar, y nunca la hubiéramos dejado morir si podíamos salvarla.

Manolito era práctico, indiferente al coste que le suponía a él. Estaba más preocupado por el coste para MaryAnn. Tendría que proveer para él, y la fe inocente que leía en sus ojos quizás decayera para siempre. No podía permitirse pensar en eso, ni vacilar en su obligación de hacer su propia vida más fácil.

Solange era un miembro de la familia, y como tal sería protegida con todo esmero tanto si ella quería como si no. Después de este fiasco, Zacarías emitiría un decreto para las mujeres y estas estarían obligadas a obedecer. Las querría cerca, donde todos los hermanos De la Cruz y su gente pudiera ayudar a protegerlas.

Se cerró él mismo la herida de la muñeca y desvió su atención hacia Luiz. Le llevó un poco más de esfuerzo abandonar su cuerpo, ya que el hambre se había convertido en una alarmante necesidad. Apenas podía mantener sus dientes bajo control, y el olor a sangre era un tormento constante. El cuerpo del hombre-jaguar estaba hecho pedazos, las poderosas mandíbulas habían atravesado el tejido y el hueso. La sangre le inundaba los pulmones, el hombre estaba muriéndose lentamente. Incluso si reparara el daño y le diera sangre, no lo salvaría.

Manolito regresó a su propio cuerpo y sacudió la cabeza con pena. Respetaba a Luiz.