Ignorando su muñeca, él la rodeó con su brazo y la acercó.
– Nunca podría hacerte daño, sivamet.
El modo en que la última palabra fluyó de su lengua resultó sensual y seductor. Más que eso, captó el significado en su mente. Mi amor. ¿Era su amor? ¿Ya sentía más que necesidad física por ella? Habiendo estado en su mente, se dio cuenta de que compartir recuerdos y la incapacidad de esconderse el uno del otro hacían la relación mucho más íntima de lo que podría haber imaginado. Si la estaba cortejando, estaba haciendo un buen trabajo simplemente siendo él mismo.
Fue a sus brazos de buena gana y acarició con la nariz su garganta. Él le inclinó la barbilla de modo que su mirada se encontrara con la de él y fuera capturada por ésta, para quedar hipnotizada y perdida en las oscuras profundidades de sus ojos. Perdida en la seducción de la severa necesidad y el hambre salvaje. Nunca intentó disfrazar o disimular lo que sentía por ella. El aliento se le atascó en la garganta. Su corazón se derritió curiosamente mientras el estómago se le volvía del revés y su útero se apretaba.
Este hombre podía ser suyo… era suyo. No le había reclamado. Ni siquiera sabía si podía vivir con él y con lo que era, pero le admiraba y le respetaba. Podía sentir el hambre golpeándole. La debilidad. Estaba desgarrado entre dos mundos, y permanecer en el de ella le consumía. Su sentido del honor hacia Solange, y hacia ella, sólo había incrementado su carga.
– Toma lo que necesites. -Sus labios susurraron sobre los de él.
Tentación. Oh, Señor, la tentación que sin querer le estaba ofreciendo. Su lengua fue una lima de seda sobre su pulso. Ella era cálida, seda viva en sus brazos. Nadie tenía una piel más suave. Sus emociones habían estado congeladas mucho tiempo en un profundo lugar de su interior, enterradas tan profundamente que creyó imposible saborear o sentir o conocer el placer que las formas de una mujer podían llevar al cuerpo de un hombre. Su tacto, el sonido de su voz, cada aliento, le habían despertado. Le había dado la vida de nuevo. La quería para siempre. Quería asegurarse que estaba siempre a su lado.
Tentación. Ahora sabía cómo se sentía y cómo sabía. Sabía que la tentación era una mujer y que tendría que usar cada onza de control para evitar llevársela a un lugar donde pudieran estar solos.
Sus dientes se hundieron profundamente, y el sabor y la esencia de MaryAnn flotaron desde ella hasta él, completando su cuerpo y su alma. Un sensual y ahumado sabor y tan MaryAnn. Los brazos se tensaron, y cerró los ojos para saborearla mejor. Al mismo tiempo, dejó que una mano vagara por las curvas del cuerpo hasta su pierna. Estaba acurrucada entre sus brazos, las piernas en su regazo, y podía encontrar fácilmente las lágrimas en su carne.
Nadie, hombre o mujer, debería ser capaz de hacer a un lado el dolor y funcionar, no sólo sentada, como estaba haciendo ahora, sino corriendo como había hecho esta mañana en la selva. El dolor debía haber entorpecido su pensamiento y afectado a su capacidad para manipular la energía. El dolor estaba allí en su mente. Lo sentía. Pero lo empujaba al centro de su cerebro con el que él no estaba familiarizado. Nunca había visto ese patrón antes. Él era un antiguo. Había usado a magos, jaguares y humanos como sustento una vez u otra, y como las especies se mezclaban, los patrones eran cada vez menos diferentes con el paso de los siglos. Pasó las manos sobre su muslo, una íntima exploración. Ella tembló en sus brazos, su cuerpo moviéndose intranquilo contra el de él.
Ella era suya
Sí. Era suya. Hecha para él. Moleada para él. Su otra mitad.
Fue hecha para ti.
Naturalmente que lo había sido, su cuerpo se curvaba así, suave y flexible seda caliente moviéndose entre sus brazos de modo que sabría cómo sería enterrar su cuerpo profundamente en el de ella, conducirlos a ambos al límite hasta el éxtasis.
Es tu derecho.
Tenía todo el derecho sobre su cuerpo. Le pertenecía, en cuerpo y alma, como él le pertenecía a ella. Podía disfrutar cuando y donde quisiera. La mano se deslizó a lo largo de su muslo, moviéndose hacia el calor… su calor… ella le pertenecía. Sabía exactamente lo que que la complacería, lo que la llevaría a un frenesí febril de necesidad sexual.
¿Por qué traer de vuelta al hombre-jaguar? Sólo se convertirá en vampiro y tendrás que cazarle y matarle como has hecho con tantos otros.
Era una locura plantearse el traer a otro hombre a su mundo cuando había tan pocas compañeras. Podía intentar robarle a MaryAnn.
Estuvo a solas con ella. Desnudo. Mostrándole su cuerpo para que te dejara. La desea. Hará cualquier cosa por apartarla de ti.
Todos los hombres-jaguar habían demostrado ser embusteros. Atraían mujeres y las mantenían cautivas, tratándolas brutalmente.
Él la tocó. Tocó a tu mujer. Vio tu marca, olió tu esencia por toda ella, aun así la tocó. Le viste colocado irguiéndose sobre ella. Estaba desnudo. ¿Qué crees que estaba intentando obligarla a hacer?
Ella le defendió. Dijo que le había salvado la vida.
Ella le desea. Hazla tuya. Tómala ahora. Toma lo que te pertenece. Átala tu lado por toda la eternidad.
No podía parar. Necesitaba esto. Estaba hambriento. Famélico. El hambre le volvía loco. Nada podía saciarlo salvo su compañera. La rica, caliente sangre estallando por su sistema con la urgencia de la droga más poderosa.
Necesitaba su cuerpo rendido al de él, todo calor y fuego, saciando el deseo que le tenía tan duro y caliente y más allá de cualquier preocupación salvo hundirse profundamente en ella. Quería oír su nombre gritado en una tormenta de deseo. Quería ver sus ojos volverse vidriosos por la pasión; quería oírla rogar para que se uniesen. Había esperado una eternidad en la oscuridad y el infierno, y ahora ella estaba aquí, en sus brazos, su cuerpo listo y preparado para el de él, su sangre confundiéndose con la propia.
Tómala. Es tu derecho. No puede rechazarte. Cualquier cosa que desees ella debe proporcionártela. Tuya. Tómala antes de que el jaguar la reclame. No puedes detenerte ahora que estás tan cerca. Toma lo suficiente para convertirla y ella no podrá dejarte. Los susurros crecieron. Las voces se unieron.
Por un momento, sus brazos apretaron posesivamente y su cuerpo la empujó hacia atrás de modo que la inclinó bajo él. ¿Para qué? ¿La tomaría allí mismo con Luiz yaciendo a su lado? ¿Con Jasmine y Solange allí como testigos de su locura?
Sí. Sí. Tómala ahora antes de que sea demasiado tarde y la pierdas.
El miedo creció en él. Miedo a no poder controlar la adicción a su sabor, a no detenerse… a no poder detenerse. Estaba enloqueciendo, e iba a herir a la única persona a la que había jurado cuidar. No debería estar escuchando, pero las voces eran insidiosas, metiéndose sigilosamente en su cabeza y alimentándose de sus peores miedos y sus peores rasgos.
Sus peores rasgos. Su necesidad de dominar. La necesidad de que ella le viera a él y a nadie más. La terrible necesidad de imponerle su voluntad, de modo que no sólo quisiera sino que necesitara todo lo que él desease. La quería en sus propios términos y sabía que podía controlarla a través de la relación sexual. Conocía sus deseos y fantasías, y sabía como obtener cada respuesta erótica. No por placer… suyo o de ella… sino por control.
No sólo se deshonraría a sí mismo y a todo por lo que había aguantado si tomaba su sangre y su cuerpo, si la llevaba completamente a su mundo, sino que arruinaría cualquier oportunidad que tuviera de ganar el afecto de MaryAnn. No era así como funcionaban los compañeros. Él era su compañero y lo sería en todo el sentido de la palabra.