– No está funcionando, Manolito.
Manolito cogió a MaryAnn y la apartó del hombre-jaguar.
– Esto va a ser duro, aainak enyem. Él no querría que fueras testigo de su conversión.
Ella alzó la barbilla, mirando de un hermano al otro.
– No quieres que sea testigo de la conversión porque no quieres que sepa lo que ocurre -adivinó.
– Eso también -concedió Manolito-. Pero su cuerpo tendrá que expulsar las toxinas mientras el felino lucha por la supremacía.
– La conversión de Juliette fue extremadamente difícil -añadió Riordan.
MaryAnn mantuvo la mirada fija en la de Manolito.
– Francamente creo que puedo ayudarle con la transición.
Riordan negó con la cabeza.
– Nadie puede ayudar. Si pudiéramos, soportaríamos la mayor parte del dolor, pero no podemos, ni siquiera por nuestras avio päläterfül, la otra mitad de nuestras almas.
MaryAnn extendió la mano hacia Manolito. Él inmediatamente la tomó, enlazando sus dedos con los de ella.
– Puedo ayudarle, Manolito. Reconforto a la gente. Es lo que hago.
– Lo siento, mi amor -dijo lo más suavemente que pudo-. Es un riesgo demasiado grande. Ignoras tus dones y te fundes con la gente sin siquiera saberlo. No puedo arriesgarme a que puedas quedar bloqueada con él y que su cuerpo falle antes de que la lucha esté completa. No me arriesgaré eso.
– No eres tú quien se arriesga.
Algo oscuro y peligroso destelló en las profundidades de sus ojos. Un músculo se sacudió en su mandíbula, pero sus facciones permanecieron absolutamente inexpresivas.
– He dicho que no.
MaryAnn le frunció el ceño.
– Manolito, no puedes decirme lo que puedo o no puedo hacer.
Él se movió más rápido de lo que esperaba, su cuerpo fue un borrón mientras la envolvía en los fuertes brazos, tan fuertes que no hubo oportunidad de luchar. Antes de que pudiera pensar siquiera en objetar, él estaba entrando a zancadas en la casa. En toda su vida, nunca nadie la había dominado físicamente. Furiosa, le dio una patada, pero su fuerza era enorme y su voluntad de acero. No había modo de detenerlo.
– Lo siento, ainaak sivamet jutta.
Para siempre unida a mi corazón. Ella leyó eso en su mente mientras se deslizabana través de la casa hacia su habitación y la depositaba en la cama. Sus labios le rozaron el pelo en una caricia y la dejó, cerrando la puerta firmemente tras él.
Manolito permaneció fuera un momento, murmurando un hechizo de sujeción para mantener la puerta cerrada aunque ella consiguiera quitar los goznes. Era absolutamente capaz de tal cosa, si alguna mujer lo era. Iba a estar escupiéndole furiosa, pero por el bien de Luiz y de MaryAnn, prefería que no fuese testigo de lo que estaba a punto de ocurrir. Un zapato resonó contra la puerta, y luego un segundo. Sí. Estaba bien enfadada.
– Manolito, date prisa -llamó Riordan-. Esto va a ser malo.
MaryAnn oyó el urgente grito de Riordan a su hermano, cogió la almohada y la sostuvo contra su estómago, sintiéndose enferma. Había sido lella a que empujara a Manolito a salvar a Luiz, pero ahora los había abandonado. Luiz estaba solo, enfrentándose a una horrible ordalía. No sabía lo que era, pero sentía que sería traumático para él y para los dos cárpatos.
¿Nunca antes habían convertido a un hombre? Si nunca se había hecho, tal vez había una razón para ello. Una buena razón. Había sido una imprudente al empujarlos a ello. Enterró la cara caliente en al almohada, sintiendo las lágrimas arder. Luiz iba a sufrir, y de algún modo sabía que Manolito sufriría junto a él. Quería retener la furia ante su arbitrariedad al encerrarla en su habitación, prohibiéndole, como si fuera una niña pequeña, ser testigo del cambio, pero como una parte de ella seguía allí, con Luiz, con Manolito, y sentía su agonía, no podía contener su ira.
Entró en el baño y abrió el agua caliente en la bañera, necesitando relajar sus acalambrados y duros músculos. Su estómago estaba hecho un nudo. Captaba impresiones de convulsiones, del cuerpo de Luiz contorsionándose, retorciéndose en el aire y cayendo con fuerza. Podía percibir solo destellos y se dio cuenta de que Manolito le estaba impidiendo fundirse con él. Le había llevado un poco cogerle el truco a su conexión, y la mayoría del tiempo cuando lo intentaba simplemente no era muy buena. Pero ahora parecía imposible.
Inspiró profundamente y dejó salir el aire. No abandonaría a Luiz en esta etapa, no cuando más la necesitaba. Manolito estaba intentando escudarla y protegerla, pero lo supiera o no, él la necesitaba también. Se concentró en él. La sensación y la textura. Las capas de su mente. La intimidad del vínculo entre ellos… un regalo tan inesperado. Por mucho que le creyera arrogante, ahora le conocía mejor, la gentileza que escondía al resto del mundo. Ella veía su compasión mientras sostenía a Luiz, sentía como se había extendido para calmarle.
Sintió el felino arañar y desgarrar, luchando por sobrevivir, y luego la sensación desapareció. Dejó escapar el aire lentamente y continuó imaginado a Manolito sosteniendo al hombre-jaguar. Captó una pequeña onda de compasión de Riordan y Manolito y luego el felino de nuevo, la alarma creciendo hasta convertirse en pánico, intentando morder mientras se defendía a sí mismo del ataque de la sangre cárpato.
Cayó de rodillas, con el estómago revuelto. Gateó, sobre manos y rodillas por el suelo del baño, jadeando para respirar mientras el dolor la atravesaba en oleadas. Captó a Manolito sobresaltado al darse cuenta de que estaba con él, y una vez más la alejó con firmeza.
Había una agonía en estar sola, sabiendo que Luiz estaba sufriendo y Manolito la necesitaba a su lado. Sentía la necesidad, pero no podía hacer nada para ayudar a ninguno de ellos. Manolito había sido inflexible, sin darse cuenta, o tal vez si, de que le estaba pidiendo que fuera contra su naturaleza. Una vez más apartó el miedo y se concentró en Manolito, porque en ese momento en que había conectado con él, había sentido su lucha con el mundo de las sombras. Podía no ser capaz de llegar a Luiz, pero sí a Manolito. La conexión entre ellos era increíblemente fuerte.
Y entonces estuvo sólidamente en su mente, en la mente de Luiz, y vio por sí misma los verdaderos horrores de la conversión. La agonía que retorcía al hombre-jaguar mientras la muerte llamaba, mientras el felino luchaba. Manolito soportaba demasiado, experimentado tanto dolor como la naturaleza permitía. Ambos hombres estaban estoicos, cada uno completamente consciente del otro, Luiz intentando soportar todo con gran dignidad. Manolito esforzándose por ser compasivo y reconfortarle mientras permitía al hombre-jaguar su respeto. En ese momento, con las lágrimas corriéndole por la cara y el cuerpo retorciéndose en el dolor compartido de los hombres, supo que podría amar a Manolito completamente, con todo lo que había en su interior.
La atracción podía haber comenzado con algún antiguo ritual. Podía haber estado obsesionada físicamente con él, pero al final, había visto su verdadero carácter. Estaba abierto a ella mientras trabajaba sin descanso para ayudar a Luiz a entrar completamente en su mundo, y su corazón respondió del único modo que MaryAnn conocía… completamente.
Capítulo 12
La conversión era la cosa más espantosa que podía imaginarse, una oscura muerte y renacimiento. Sabía que iba a enfrentarse a ello y que Manolito, viendo por lo que Luiz había pasado, no estaba tan seguro como había estado antes de querer arriesgarla a ella. Extrañamente, por primera vez consideró el arriesgarlo todo, porque lo que había aprendido aquí hoy era que Manolito de la Cruz era mucho más que un hombre magnífico con una actitud demasiado arrogante y ya estaba a más de medio camino de enamorarse de él.
Se hizo una trenza francesa en la bañera, con manos expertas en la tarea familiar, consolándose cuando en realidad quería llorar por lo que Manolito, no Luiz, había pasado. Sus hermanos creían que estaba loco. Él creía que quizás lo estuviera, pero había manejado al hombre-jaguar con gran cuidado y respeto y había sufrido mucho por ello. Había sabido que ella estaba allí, ayudando a Luiz, apaciguándole lo mejor que podía, y habría hecho lo cualquier cosa para ahorrarle eso, pero eso sólo la había hecho sentirse más cerca de él.