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Los dedos a lo largo de su muslo cubierto por la falda, continuaban deslizándose arriba y abajo con hipnotizadoras caricias.

– No soy humano, sivamet, y más que ninguna otra cosa deseo dar placer a mi mujer. ¿Qué hay de malo en eso? -Sonaba genuinamente desconcertado.

– Quizás yo no quiera eso.

Su risa fue baja y sexy, jugando por su cuerpo con la misma caricia hipnotizadora de sus dedos.

– Pero lo quieres. Es lo que más temes, pero también lo que más deseas. Como sé que estás a mi cuidado, no hay razón para negarte lo que quieres… o necesitas.

– Me temo que llevará algún tiempo. -Su toque era ligero, pero la seda caliente contra su piel hacía que los músculos se tensaran en reacción.

– No lo creo, Mary Ann. Cuando estés debajo de mí, cuando mi cuerpo esté dentro del tuyo, confiarás en mí más que cuando estamos separados.

El color subió por su cuello hasta su cara antes de poder controlarlo. No podía negarlo. Habría hecho cualquier cosa que él le pidiera. Eso y más. Pero esto era demasiado, era demasiado pronto. Se humedeció los labios secos con la lengua.

– Aún no estoy preparada.

– Bastante justo.

Su respuesta fue tan inesperada que se giró para mirarle. Fue un error. Sus ojos negros brillaban con posesión, con cruda lujuria.

Palmeó el colchón de flores.

– Túmbate a mi lado. Hablemos.

No había ningún empuje de compulsión en su voz, al menos no lo creía, pero se encontró a sí misma tumbada a su lado. Muslo con muslo. Cadera con cadera. Miró fijamente al cielo y observó a la niebla centelleando sobre ellos y buscó un tema que les permitiera una verdadera conversación, una que pudiera revelar más de quién y qué era él.

– ¿Te gusta vivir aquí?.

– He llegado a llamar a esta tierra mi hogar. Me encanta todo en ella. La selva tropical, la hacienda de ganado, la gente, incluso los caballos. No era el mejor de los jinetes cuando empezamos con el rancho. -Rió suavemente ante los recuerdos-. No había pensado en esos tiempos en años. No sabíamos nada de nada, pero queríamos aparentar ser humanos. Afortunadamente, teníamos a la familia Chavez para ayudarnos. Nosotros teníamos dinero y ellos tenían el conocimiento. Hemos trabajado juntos desde entonces.

– Me hubiera gustado ver tu primer paseo a caballo.

– No pasé mucho tiempo en la silla. Quería ser todo un macho como los hermanos Chavez así que no utilicé mi mente para controlar al caballo.

Ella se relajó un poco, la risa burbujeando.

– Ojalá hubiera estado aquí.

Las yemas de los dedos trazaron la forma de su muslo.

– A mi me alegra mucho que no estuvieras. A menos que hubieras podido controlar al animal por mí.

– Eso habría sido interesante y muy tentador, aunque no tengo idea de por qué piensas que tengo habilidades psíquicas.

– Porque las tienes.

– Si las tengo ¿cómo es que no soy consciente de ello, pero los demás si? ¿Qué hago exactamente psíquicamente?

Los dedos una vez más empezaron una caricia tranquilizadora a través de la seda de la falda.

– Eres en realidad bastante poderosa. Reúnes energía y la utilizas cuando la necesitas. Creo que lo has estado haciendo así durante toda tu vida, probablemente desde que eras niña, así que es normal para ti. Completamente natural. Como tu cabello. -Su mano se deslizó hasta los intrigantes rizos. Tiró suavemente, solo lo bastante para que lo sintiera en su cuero cabelludo.

Ella sintió el tirón a través de su cuerpo, un destello de calor que no podía negar o controlar.

– Yo no hago eso.-No podía creer que lo hiciera-.¿Cómo usaría algo que no conozco?.¿Cómo funcionaría eso?.

La mano se deslizó por su cabello hasta su brazo y la muñeca. La rodeó ligeramente como si sus dedos fueran una pulsera viviente.

– Si supiera eso, päläfertül, nunca tendría que volver a preocuparme porque me lanzaras sobre mi trasero.

– No lo hice.

– Lo hiciste. -Se llevó su mano a la boca para raspar la palma con sus dientes-. Fue una buena sacudida, además. Me sentí orgulloso de ti, una vez asimilé el hecho de que mi mujer me había abofeteado. -La lengua se arremolinó en el centro exacto de su palma, aliviando el diminuto picor provocado por el pellizco de sus dientes.

– Eres muy oral, ¿verdad? -dijo, tirando de su mano. No la soltó y la sensación de esa boca, caliente y húmeda, cerrada firmemente sobre su dedo provocó llamas que bailaron a través de su piel, directas hasta la conjunción entre sus piernas.

– Mucho -admitió, su voz bajó de tono, su mirada negra quemaba a través del fino material de su blusa hasta sus pechos llenos, mientras estos subían y bajaban con el ritmo rápido de su respiración.

Se lamió los labios y suprimió un gemido cuando la miró a la boca.

– Alto ahí, Manolito. Realmente quiero averiguar como puedo ser psíquica. -Porque estaba perdiendo rápidamente la capacidad de pensar con el cerebro.

– Por supuesto que eres psíquica. Puedes leer a la gente y sabes exactamente qué decirles para ayudarles a encontrar su camino.

Ella rió.

– Esperaba una auténtica revelación, no una fantasía. Fui a la universidad mucho tiempo para llegar a ser consejera. Si soy o no buena no tiene nada que ver con ser psíquica. Estoy entrenada y tengo mucha experiencia.

– Eres capaz de introducirte en sus cabezas. Tú crees que es instinto y quizás esa sea otra palabra para definir tu talento. Actúas con mucha intuición. -Le dio la vuelta a la mano y le mordió suavemente los nudillos-. Podríamos usar un poco de instinto ahora mismo.

– No creo que la habilidad psíquica sea buena si no sabes como usarla -protestó ella. Si realmente tenía algún talento, sería genial, pero no si no podía esgrimirlo apropiadamente-. Puedo conectar contigo por esa cosa de la sangre, pero no puedo hacer mucho más en realidad.

– Haces mucho bien con tu poder. Expulsas a personas de tu mente a voluntad. Pocas personas pueden hacerlo, Mary Ann. Es una habilidad intrigante. -Dejó caer su mano al costado entre ambos otra vez, los dedos aferrándole la falda.

– ¿De dónde viene?.

– De muchas fuentes. Creo que todas las sociedades tenían a unos pocos que poseían habilidades para manipular energía. Algunas especies eran más fuertes que otras, pero una vez empezaron a mezclarse, con el paso de los años, encuentras ambos casos: un talento asombroso o ninguno en absoluto.

Tenía sentido. Sentía las yemas acariciadoras de sus dedos mientas le recogía la falda más arriba para exponer la larga extensión de piel de la pierna más cercana a él. Permanecía tumbado junto a ella, mirando las estrellas, pero su mano se deslizaba bajo el material de seda para moverse a través de su muslo y cadera, moldeando sus curvas.

Todo en ella estaba inmóvil. Cada músculo se apretaba en respuesta a ese toque ligero.

– ¿Qué estás haciendo?.

– Memorizarte. Tienes una piel tan suave. Es duro no tocarte.

No se estaba esforzando mucho, que pudiera ver. Se humedeció los labios otra vez e intentó concentrarse en la conversación.

– ¿Conociste a la gente jaguar cuando todavía había bastantes de ellos?.

– Los cambiaformas, especialmente los jaguares o los hombreslobos, fueron siempre sociedades reservadas. Se mantenían por sí mismos. Todos teníamos una vida y la vivíamos con la filosofía "vive y deja vivir", así que no nos mezclábamos a menos que alguien cometiera crímenes en nuestros territorios. Karpatü, magos y humanos estaban muy unidos. Los otros permanecían lejos de nosotros y los unos de los otros. Los otros cambiaformas desaparecieron tan rápido que ahora apenas son un recuerdo. Era obvio que si la sociedad no cuidaba de sus mujeres y niños, sería imposible la continuación de la especie, pero los jaguares se negaron a reconocer o aprender de los errores que otras especies cometieron. Querían mantener sus instintos animales y vivir libres.