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– Intenté contárselo a mi madre, y me dijo que era un sueño… una pesadilla que tal vez había recordado mientras corría. No deseaba que volviera a correr y yo tampoco. Nunca lo volví a hacer. Y nunca he ido al bosque después de eso. -Había necesitado todo su valor para venir a este lugar a ayudar a Solange y Jasmine, para buscar a Manolito e intentar sacarle de donde quiera que su mente le hubiera encerrado. Su valor estaba decayendo y deseaba el consuelo de su hogar.

– ¿Por que eso disparaba el recuerdo?.

– La sensación de terror y ser incapaz de respirar. El miedo a estar encerrada y ser incapaz de salir -MaryAnn se humedeció los labios resecos, su mano subió por cuello de él, los dedos se cerraron alrededor de la nuca. Necesitaba sentir la fuerza de su figura más grande. El calor de su cuerpo y el latido firme de su corazón.

Manolito permaneció en silencio, simplemente abrazándola mientras ella miraba hacia las estrellas e ignoraba a los animales que los rodeaban. Sorprendentemente, no se sentía amenazada por ellos, sino una especie de parentesco, una corriente de simpatía y preocupación por ella. Tomó aliento y lo dejó salir. Iba a contárselo todo por que estaba absolutamente segura de que había ocurrido, y era la única manera real de encararlo.

– La mujer se abrió camino a través de los arbustos. Estábamos siendo perseguidas y ella sollozaba. Yo sabía que estaba herida, pero se aferraba a mí, forzándose a cubrir las millas hasta que llegamos a una casa, la casa de vacaciones de una señora y su marido que eran amigos de la mujer que me llevaba en brazos. La señora salió. Recuerdo su cara, asustada y preocupada, conmocionada cuando vio sangre por todas partes. La mujer me ofreció a ella y le dijo que estaban intentando matarnos, que me matarían. Suplicó a la mujer que me salvara.

Tuvo que detenerse por que la garganta se le cerraba de nuevo y había una terrible constricción en su pecho que se hacia más y más fuerte. Enterró la cara contra él, un estremecimiento recorrió su cuerpo.

– MaryAnn -Le pasó una mano por el cabello, frotando tranquilizadores círculos en su espalda-. ¿Reconociste a la señora? ¿La vecina? ¿Te era familiar?.

No sabía. ¿Como podría conocerla? Su corazón latía salvajemente y su respiración llegaba en jadeos desiguales. La admisión salió de ella sin su consentimiento, sin su permiso, la declaración la conmocionó.

– Era mi abuela -se ahogó, jadeando en busca de aliento, las puntas de sus uñas se clavaron en la piel de él-. La vecina que me tomó era…es… mi abuela.

La rodeó con sus brazos y la acercó protectoramente. Una mano acunando la parte de atrás de su cabeza, los dedos moviéndose entre el cabello gentilmente mientras le masajeaba la nuca para calmarla. Nunca había esperado los sentimientos… las emociones… que le asaltaron. Se vio sacudido por la aguda intensidad de la sensación que corría no a través de su cuerpo, sino de su corazón y mente. Le murmuró suavemente en una mezcla de cárpato y portugués, mientras ella lloraba entre sus brazos.

La sentía pequeña, perdida, y muy vulnerable. MaryAnn era una mujer confiada, no este suave bulto que se enroscaba destrozado entre sus brazos, enterrándose en él y sin ser siquiera consciente de que lo hacía. Su pesar era tan grande que se estrellaba contra él en oleadas y se dispersaban a través de la selva, perturbando a todas las criaturas.

– ¡Como pudieron hacerme esto?.

Esperó. Aún mantenía la barrera firmemente en su lugar, sin permitirle el acceso a su mente… a su dolor… o incluso a sus recuerdos. Y sospechaba que había más.

– Mis padres debieron decírmelo. Esa mujer… La conozco, la siento aquí-MaryAnn presionó una temblorosa mano sobre su corazón-. Me duele pensar en ella. Sacrificó su vida para salvarme, al igual que el hombre.

– Muchos padres sacrificarían voluntariamente sus vidas por sus hijos, MaryAnn. No hay amor más grande. -Mantuvo la voz apacible, hipnótica a pesar de que cuidadosamente evitaba empujarla o añadir una compulsión. La mantenía arropada en calidez y seguridad de la única forma en que podía, cuando toda su inclinación le empujaba a tranquilizarla y arreglarlo todo para ella. Fue difícil suprimir el instinto de tomarla. No era una mujer que pudiera ser tomada.

Manolito frotó la barbilla contra su coronilla y luego dejó docenas de pequeños besos en su cabello. Una mezcla de emociones brotaba de ella. Dolor. Furia, Sensación de traición. Culpa por pensar siquiera por un breve momento que alguien más pudo haberla dado a luz.

– Quiero a mis padres. Somos una familia normal.

Abrió nuevamente su mente a él e imágenes de su niñez asaltaron su cerebro. Deseaba probarle a él y a sí misma, que los recuerdos de crecer en su familia eran reales y verdaderos y todo lo demás una ilusión o una mala pesadilla. Pudo ver a sus padres abrazándola y besándola, meciéndola en el aire, riendo felices con ella. Había estado rodeada de la felicidad y amor su vida entera.

– Ellos me quieren.

Había satisfacción en su voz, pero aferraba su mano y las uñas se le clavaban profundamente en la carne. Manolito bajó la mirada a sus dedos entrelazados y pudo ver los duros nudos bajo la piel de ella, la curva de sus uñas, gruesas y duras, una de ellas sin laca de uñas.

– Es obvio que te amaban -estuvo de acuerdo y atrajo la mano al calor de su boca, presionando los labios sobre los nudillos, suavizándolos, tirando cuidadosamente con los dientes hasta que la uña que perforaba su piel se levantó y ella se relajó un poco más.

– No sé lo que se supone que debo pensar -dijo, sonando vulnerable y perdida.

Su corazón alcanzó el de ella instintivamente.

– No importa cual fuera tu pasado, MaryAnn. Tú eres tú. Tus padres te quisieron y criaron rodeada por ese amor. Si no son tus padres biológicos, eso no cambia en absoluto ese hecho.

– Sabes que hay más que eso -Arrancó su mano de la de él y se sentó erguida, dando la espalda a los árboles. Podía ver la autopista en la canopia. Las ramas tocándose, sirviendo como largas sendas de árbol en árbol donde incluso los animales grandes podían viajar rápidamente.

Tragó el nudo de la garganta que amenaza con ahogarla.

– Mi vida entera ha sido construída sobre una mentira, Manolito. No tengo la historia que mis padres me han dado. No tengo la estabilidad de toda la estructura que pensé que tenía. No sé quién soy. O qué soy. Al crecer, a veces tenía destellos de recuerdos, y cada vez que ocurría mis padres lo despachaban como banal, cuando en realidad, era muy importante.

– Tal vez tuvieran sus razones, sivamet, No los juzgues tan duramente cuando no tienes todos los hechos.

– Esto no te esta ocurriendo a ti. Tu vida entera no ha quedado destrozada. -Le lanzó una mirada fugaz sobre el hombro y se giró de nuevo-. Y entonces llegas tú y lo complicas todo reclamándome, atándonos en un ritual en el que yo no tengo opción. Y ahora, me estoy convirtiendo en algo más. ¿Cómo crees que te sentirías si te estuviera pasando a ti?.

– No lo sé, pero ¿convertirte en un cárpato es tan terrible? -Se pasó la mano por el cabello, deseando tener sus recuerdos completos-. Serías capaz de hacer muchas cosas que no puedes hacer ahora. Podrás ver, con el tiempo, que no hay razón para preocuparse. -Su vida y la de su pareja sería perfecta. Él la haría perfecta-. Parece poco razonable estar enojado por algo que no puedes cambiar.

Su voz era tan tranquila que la hizo rechinar los dientes. Hablaba como si estuvieran teniendo una discusión filosófica, sin contemplar los dramáticos cambios en su vida. La furia ardió a través de ella

– ¿Razonable? ¿No debería preocuparme ser obligada a salir de mi propio cuerpo?. Me traes, me dices lo que tengo que hacer y tengo que acompañarte solo por que tú lo dices. Que agradable para ti vivir en tu cómoda piel y saber quién y qué eres. Reclamarme no cambia tu vida en nada, ¿no es así?