Выбрать главу

– ¿Crees, mirando hacia atrás, que había razones para ese resentimiento?-preguntó.

Él se encogió de hombros, los músculos en su espalda se ondularon.

– Tal vez. Si. En ese momento nos lo pareció. Ahora como guerrero y viendo lo que le ha ocurrido a nuestra gente, ciertamente el príncipe nos necesitaba para luchar. Los vampiros crecían en número, y para proteger a nuestra especie así como a las demás, quizás eran más necesarias nuestras habilidades para la lucha que nuestros cerebros.

Suspiró mientras miraba hacia abajo desde la copa de los árboles.

– Cuando llegamos aquí por primera vez, tienes que recordar que había muy poca o casi ninguna gente. Estábamos solos. Sólo ocasionalmente probábamos nuestras habilidades contra el enemigo. Cinco de nosotros con nuestras emociones debilitándose y el recuerdo de nuestra gente y nuestra patria diluyéndose junto con los colores a nuestro alrededor. Pensamos que eso era malo. Y entonces comenzamos a enfrentarnos más y más a viejos amigos que se habían convertido. Las vida que habíamos conocido como cárpatos se había acabado.

MaryAnn se mordisqueó el labio inferior.

– ¿El príncipe os permitió escoger abandonar las Montañas Cárpatos? ¿O simplemente os envió aqui?.

– Nos dieron a escoger. Se dijo a todos los guerreros adonde tenían que ir y por qué era necesario. Podríamos habernos quedado, pero el honor nunca hubiera permitido eso. Nuestra familia era considerada como la de más habilidades en la lucha.

– Pero escogiste -dijo insistente-. Tus habilidades de lucha debían ser necesarias allí también.

– Considerando lo ocurrido, si -estuvo de acuerdo Manolito.

Por primera vez saboreó la amargura en su lengua. Estuvieron de acuerdo en marchar cuando el príncipe llamó a sus guerreros más antiguos, pensando, creyendo, que el príncipe conocía el futuro, que sabía lo que era mejor para su gente. Cuando sus filas menguaron y los enemigos llegaron, el príncipe se había aliado con los humanos. Todo se perdió cuando intentaron defender a sus aliados humanos.

Ahora, siglos después, cuando podía sentir de nuevo, aún estaba enojado por esa decisión, aun en desacuerdo y no entendía como Vlad pudo cometer tal error. ¿Los sentimientos habían invalidado su razón? Si así fuera, ningún de la Cruz cometería tal error.

– Estás enfadado -dijo sintiendo las ondas de su antagonismo caer sobre ella.

Se giró para apoyar las caderas contra la barandilla.

– Si. No tenía idea de que estaba enfadado con él, pero si, lo estoy. Después de cientos de años, aún culpo al príncipe por acudir a una batalla que no podía ganar.

– Sabes que no fue eso lo que diezmó a tu gente -apuntó ella tan gentilmente como fue posible-. Lo has dicho a tú mismo, con lo joven que eras, mientras crecías, notaste la carencia de mujeres, y los bebés no sobrevivían entonces. Los cambios ya se estaban produciendo.

– Nadie quiere pensar que su especie está condenada por la naturaleza, o por Dios, a la extinción.

– ¿Es eso lo que piensas?.

– No sé que pensar, solo lo que debía haber hecho. Y no habría llevado a nuestra gente a la batalla.

– ¿Como podría haber sido diferente el resultado?.

– Vlad todavía estaría vivo-dijo Manolito-. No estaría entre los caídos. No estaríamos abandonados a la deriva con tan pocas mujeres y niños, con tan pocas probabilidades que hacen imposible mantener a nuestra gente viva. Añade a eso nuestros enemigos, y estamos perdidos.

– Si crees eso, ¿por qué salvaste la vida de Mikhail? Oí hablar de ello, por supuesto. Todos hablaban de lo que hiciste por él en las cuevas cuando le atacaron. Si no crees que sea capaz de liderar al pueblo cárpato, ¿por qué arriesgar tu vida por él? ¿Por qué morir por él? Sobre todo si ya me habías visto y sabías que tenías una compañera. ¿Por qué molestarse?.

Manolito cruzó los brazos en el pecho y la miró desde su superior altura, con el rostro ceñudo.

– Era mi deber.

– Manolito, eso es ridículo. No eres un hombre que siga a ciegas a alguien en quien no cree. Puedes haber dudado de la decisión de tu príncipe, pero creías en él, y debes creer en su hijo o nunca habrías entrado en batalla con él, ni le habrías prometido tu lealtad o dado tu vida por la suya.

– He hecho mucho mas que cuestionar las decisiones de mi príncipe -dijo.

Ella vio las sombras recorrer su cara, el destello tormentoso en las profundidades de sus ojos. Ahora estaban llegando a algo. Ahora, le revelaría su más profunda culpa. Sabía lo que iba a decir antes de que lo dijera, porque la mente de él se mezcló profundamente con la suya y pudo ver la culpa allí, el miedo a haber traicionado al príncipe al que admiraba, respetaba profundamente e incluso amaba.

Él no lo veía así, y eso la fascinó. Él no comprendía cuánto admiraba a Vlad Dubrinsky y cuan disgustado había estado por la última derrota del príncipe y la muerte de este a manos del enemigo. Más importante aún, no comprendía que su cólera era hacia sí mismo, por irse, por decidir luchar en una tierra remota por una gente a la que no le preocupaba para nada los cárpatos.

– Traicioné a Vlad cada vez que me senté con mis hermanos y cuestione sus juicios y decisiones. Riordan y yo te contamos algo de eso antes, pero fue una versión muy abreviada de nuestras conversaciones. Hicimos un arte de ello. Separando cada orden del príncipe y examinándola desde cada ángulo. Creíamos que debía escucharnos, que nosotros sabíamos más que él.

– Eras joven, aun inmaduro y todavía capaz de sentir emociones -Sabía todo eso porque sus emociones entonces habían sido muy fuertes. Se había sentido superior, tanto física como intelectualmente, a muchos otros luchadores. Sus hermanos habían sido todos iguales, y disfrutaban de sus debates sobre como servir mejor a sus compatriotas, como dirigir al pueblo cárpato a través de los peligros de cada nuevo siglo-. ¿Había traición en vuestros corazones y mentes cuándo discutíais, o simplemente tratabais de encontrar la forma de mejorar la vida de vuestra gente?

– Tal vez comenzase de esa manera -empujó ambas manos a través de su cabello-. Sé que vimos claramente el destino de nuestro pueblo cuando muy pocos podían ver el futuro. No necesitamos tener precognición, solo nuestros cerebros, y era irritante que los demás no pudieran ver lo que nosotros veíamos.

– ¿Escuchaba el príncipe? Debes haber acudido a él.

– Como cabeza de nuestra familia Zacarías lo hizo. Desde luego, él escucho. Vlad escuchaba a todos. Nos lideraba, pero siempre animaba a los guerreros a hablar en el consejo. Podíamos ser jóvenes, pero nos respetaba.

MaryAnn observó las crudas emociones acechado en su rostro. Manolito encaraba vampiros y magos con cuchillos envenenados estoicamente y con las facciones pétreas. Aun así, ahora estaba enojado. Su pasado muy cerca de la superficie. Ella quería que entendiera que los recuerdos de su juventud no suponían una traición. Buscó las palabras adecuadas, los sentimientos correctos…

¡No! la orden fue aguda y empujó hacia las paredes de su mente.

– No merezco la calidez que me envías. Tampoco merezco los sentimientos que intentas plantar en mis recuerdos.

Parpadeó, sobresaltada por que él pudiera pensar que trataba de plantar algo en la mente de alguien.

– Teníamos un plan, MaryAnn. En nuestra arrogancia y superioridad, en nuestra creencia de que sabíamos más que ningún otro, teníamos un plan no sólo para destruir a la familia Dubrinsky, si no a todos los enemigos de los cárpatos. Los cárpatos gobernarían a todas las especies. Y el plan no sólo era brillante y posible, sino que está siendo utilizado contra nuestro príncipe mientras hablamos.

Su voz se rompió en la última palabra y dejó caer la cabeza con vergüenza.