Se pasó una mano por el cabello.
– En realidad tenía otras razones. Vlad debería haber asumido la enfermedad de su hijo y haber dado orden de matarlo. Sin Ivory allí, tenía más tiempo para estudiar el problema y dar quizás con una solución diferente.
– Así que permitió que ella se fuera.
– Si. La envió lejos sin ninguno de nosotros para protegerla. Desdeñó mandarnos un recado además, ya que sabía que habríamos vuelto inmediatamente.
Ella se movió, rodeándole con sus brazos para acercarlo.
– ¿Qué ocurrió?.
Por un momento él dejó caer la cabeza sobre su hombro, arrimando la cara contra el calor de su piel. Estaba frío y no parecía poder conseguir calor. Con un pequeño suspiro de resignación, se forzó a levantar la cabeza, se forzó a mirarla a los ojos.
– Eres mi compañera. El destino decretó lo que hay entre nosotros. Soy muchas cosas, MaryAnn, y me conozco bien. No te dejaré marchar. Tendrás que aprender a vivir con mis pecados, y debo confesarte el peor de todos.
Ella mantuvo su mirada, leyendo más pena que traición. Su amor hacia Ivory había sido fuerte, como el del resto de los miembros, sospechaba, de ambas familias. Con tan pocas mujeres, hombres tan fuertes y protectores debían haber sentido que era su deber y su placer proteger y servir a esa niñita. Fallar debía haber sido intolerable.
– Cuándo nos llegó mensaje de que un vampiro la había atacado y matado todos quedamos devastados. Peor, nos invadió una furia asesina. Ruslan y Zacarias por primera vez no tuvieron las cabezas frías que siempre habían tenido. Querían matar el príncipe. Todos lo queríamos. Le culpabamos por revocar nuestras órdenes y acabar causando la muerte de Ivory. -Manolito sacudió lentamente la cabeza-. Ni siquiera pudimos encontrar su cuerpo para tratar de recuperarla del mundo de las sombras, aunque todos y cada uno de nosotros la hubiéramos seguido con gusto para intentarlo.
El corazón de MaryAnn saltó. El mundo de las sombras, tierra de nieblas, el lugar donde los cárpatos iban tras su muerte. Al que Manolito estaba parcialmente unido.
– ¿Cómo podéis seguir a alguien a un lugar así?.
Su mirada vaciló.
– Los rumores dicen que sólo los más grandes guerreros o sanadores intentan esa proeza, o un enamorado, un compañero, pero cualquiera de nosotros hubiera ido con gusto. Y obviamente puede hacerse. Gregori lo hizo y después lo hiciste tú.
Ella no se había dado cuenta de lo que hacía al entrar en ese otro mundo. A veces todavía no quería creer que fuera real.
– No sabía lo que hacía.
– Aparentemente es peligroso para cualquiera que no esté muerto todavía.
Ella le dedicó una pequeña y reacia sonrisa.
– Quizá estuvo bien que no lo supiera. Pero ninguno de vosotros pudo seguir su rastro, porque no teníais su cuerpo.
– Si el espíritu abandona el cuerpo, éste debe ser protegido hasta que el espíritu vuelva y entre; de otro modo nuestros enemigos nos pueden atrapar en el otro mundo para siempre. -Se encogió de hombros-. Basta con decir que sólo los muertos van allí. El motivo debe ser muy importante para que una persona viva lo intente.
– Eso es lo que Gregori y tus hermanos hicieron, entonces. Te siguieron a la tierra de las nieblas y las sombras y trajeron de vuelta tu espíritu -reiteró MaryAnn, intentando entender. Él estaba todavía parcialmente allí. Si así era, tenía que encontrar una forma de traerlo completamente a éste mundo de nuevo. Eso estaba mucho más allá de su experiencia.
– Si, pero no tuvimos esa oportunidad con Ivory. La perdimos para siempre, y empezamos a cuestionarnos seriamente el juicio de Vlad Dubrinsky. No tenía derecho a interferir en asuntos de familia. No tenía sentido para nosotros. Si su hijo estaba loco y no hacía nada, ¿era posible que la locura estuviera presente también en él? Cuanto más discutíamos lo que había hecho, más fuerte se volvía nuestra furia. Empezamos a pensar en formas de acabar con su gobierno. Una cosa llevó a otra. Nos dimos cuenta de que otras especies que eran nuestras aliadas lucharían con Dubrinsky para mantenerlo como dirigente, y la gente de los cárpatos se dividiría, así que planeamos cómo deshacernos de todos los demás. Los hombres-jaguar no estaban nunca con sus mujeres. Las mujeres ya estaban uniéndose con humanos y escogiendo permanecer en esa forma. No sería difícil volver a las mujeres que quedaban contra sus hombres y enfatizar la brutalidad de su forma animal.
– Que es lo que finalmente sucedió.
Él asintió.
– Es peor, MaryAnn, no hay esperanza de salvar la raza jaguar. Aunque diez parejas sobrevivieran, son muy pocos para salvarlos.
– La evolución puede haber jugado mayor papel de lo que crees. Porque hablaste de un plan, uno que, por cierto, fue tramado racionalmente observando lo que ya sucedía, eso no significa que seas responsable de la destrucción de la especie. No eres un dios.
– No, pero no hicimos nada para ayudar al jaguar a ver su propia destrucción. Los dejamos solos, y mientras lo hacíamos, los hermanos Malinov aplicaron el plan y ayudaron a empujar a los jaguares a su propia extinción. Si han hecho eso, ¿qué otras partes del plan han puesto en marcha?.
MaryAnn esperó, viendo como las sombras atravesaban su cara, viendo como doblaba los dedos como si le dolieran. Había una nueva nota en su voz, el suave retumbar de un gruñido, tan sexy como su hipnótica voz aterciopelada, quizá incluso más. Las notas jugaron sobre su piel, poniéndola nerviosa.
– Los humanos temen a los cárpatos porque temen a los vampiros; las leyendas salieron de algún sitio. Los cuchicheos y los rumores de matanzas y el odio y el temor crecieron hasta que los cárpatos no volvieron a ser nunca más aliados de los humanos. Ahora somos cazados y asesinados. Y con el hombrelobo, el único aliado que conocíamos con poder para detenernos, sería bastante fácil hacer lo mismo, abrir una brecha entre las especies, dividir y conquistar. Los hombreslobo eran evasivos de todos modos, y llevándolos a la clandestinidad o erradicándolos secretamente en matanzas organizadas menguaríamos lentamente su población. Finalmente alguien tendría que dar un paso en la base del poder para aclarar el lío.
MaryAnn se echó hacia atrás, su respiración se hizo áspera y entrecortada.
– No hicisteis esas cosas, ¿verdad? -El aroma masculino estaba en sus pulmones, rodeándola en cada respiración que tomaba. Quizá fuera la barrera de sonido que él había erigido, pero no podía evitar la excitación de tener su aroma en el cuerpo, ni la forma en que sus músculos se tensaban y su sangre cantaba apenas se acercaba a él.
Quería reaccionar con la objetividad de un consejero. Era su segunda naturaleza, pero algo más, algo salvaje, estaba creciendo haciendo que observara la subida y bajada de su pecho, el leve cambio en su expresión por las arrugas alrededor de sus ojos, la forma de su boca cincelada y deseaba… no, necesitaba… ofrecerle consuelo sin palabras.
– No, por supuesto que no. Sabíamos que lo que estábamos haciendo estaba mal. Cuándo la pena decayó y pudimos razonar, supimos que no era más culpa de Vlad que nuestra que estuviera muerta. Dejamos de hablar de ello y nos lanzamos a la caza del no-muerto. Llegamos a ser demonios, hasta tal punto que todos perdimos nuestras emociones mucho más rápido de lo que debiéramos. Hicimos un pacto para protegernos los unos a los otros, para compartir lo que podíamos de nuestros recuerdos de cariño y honor, y así lo hemos hecho. Cuando nuestro príncipe hizo un llamamiento para viajar a otras tierras, respondimos. Los Malinov hicieron lo mismo. Fuimos enviados aquí, a Sudamérica, y ellos fueron enviados a Asia.
MaryAnn se inclinó acercándose a fin de inhalar más de él, prestándole todo el tiempo su calidez tranquilizadora y tratando de sofocar la creciente marea de deseo. ¿Qué era tan diferente en él? ¿Su confesión de perversidad? ¿La había hecho simpatizar más con él? ¿O el hecho de que todavía llorara por la pérdida de su pequeña… hermana…?.