La respuesta en la cabeza de él sonó distorsionada y demoníaca. Apenas pudo registrar que hablaban en otro idioma, uno que ella no entendía. Abruptamente Manolito se apartó, confundido. La voz estaba tan deformada, que no podía distinguir si hablaba con su hermano o no.
MaryAnn inhaló aire profundamente y lo expulsó. Podía hacerlo. Se había fusionado exitosamente con Manolito cuando lo había querido; podía hacer lo mismo con Riordan. Todo lo que tenía que hacer era seguir la senda original que Manolito había usado.
Riordan. Su primer intento fue indeciso, pero le sintió moverse y engarzarse a la senda inmediatamente.
MaryAnn. ¿Qué le pasa a Manolito? Juliette y yo transportamos a Solange y Jasmine al rancho. Nadie está a salvo aquí. Puedo ver que tiene problemas, pero no puedo alcanzarle.
Se tragó la oleada de miedo. ¿Cuánto tiempo te llevará volver aquí? Su estómago dio un duro vuelto, pero clavó las uñas en la barandilla y esperó
Estamos volviendo ahora. Si llevamos a Jasmine y Solange a casa con los demás, no podremos ayudarte a tiempo. Estamos de vuelta, aguanta. ¿Puedes alcanzar a Manolito? ¿Puedes llegar hasta él y sujetarle a este mundo?
MaryAnn recorrió con la mirada el cuerpo de Manolito. Si iba a buscarle a la tierra de las sombras, su cuerpo quedaría completamente vulnerable. Puedo ir por él cuando estés aquí, y sé que puedo traerle de vuelta. Puso mucha más confianza en su voz de la que en realidad sentía. Aceptar que era psíquica y que podía hablar telepáticamente no era fácil. Su cerebro insistía en decirle que estaba loca. Aprisa, Riordan. No creo que tengamos mucho tiempo.
Los monos en los árboles circundantes gritaron una advertencia. Las aves irrumpieron en el cielo, aleteando con fuerza, batiendo el aire de forma que pudo oler a intrusos. Un jaguar. Un humano que supuso sería un mago. Llevaba encima la mancha que ella asociaba con el vampiro. Y otro más. Su corazón tronó con fuerza mientras su nariz se arrugaba. El viento le llevó un olor a descomposición. ¿Vampiro? No estaba preparada para tratar con un vampiro.
MaryAnn corrió hacia la barandilla y se asomó. Oh sí. Tenía grandes, grandes problemas. Podía ver al jaguar emergiendo del bosque de helechos a lo largo de la ribera. Su pelaje estaba oscurecido por el agua y mientras ella miraba hacia abajo, él alzó la cabeza y fijó su mirada en ella. Sus ojos se encontraron. Él le mostró los dientes.
Se pasó la mano por el muslo. Al menos Manolito la había provisto de un par de pantalones vaqueros de diseñador, de uno de sus favoritos. Podría morir con buen aspecto. Tomó un profundo aliento y consideró sus opciones. Si corría, puede que la siguieran, pero dudaba que los tres la persiguieran, lo que dejaría el cuerpo de Manolito vulnerable. Ciertamente lo destruirían y con eso… a él.
Debes irte, MaryAnn. El mago desenredará las salvaguardas, y no puedes enfrentarte al jaguar, al mago y al vampiro. Vete ahora.
La voz de Manolito sonaba lejana y muy frágil, su espíritu estaba todavía en otro reino.
No dejaré tu cuerpo aquí para ellos. Riordan viene de camino.
No puedes esperar demasiado. No puedes enfrentarte a un vampiro a solas.
Indudablemente no quería enfrentarlo, ya fuera sola o con un ejército.
No creo que tengas que preocuparte demasiado por que me acerque mucho a ellos.
Él parecía tan lejano que tuvo que luchar por esconder su pánico.
¿Cómo en tan poco tiempo se había vuelto tan importante para ella? Había creído que era una simple atracción física y nada más. Era increíblemente guapo. Ningún hombre jamás la había mirado como él lo hacía. Era lo suficientemente inteligente como para percatarse de lo peligroso que era ese matiz machista inherente a su personalidad, también era una enorme polilla que atraía a las mujeres, pero ella era demasiada lógica para sucumbir a un hombre por eso. Tal vez a lo largo de su vida había prescindido de la atracción porque eso la mantenía a salvo. Amar a Manolito de la Cruz era lo más parecido a tirarse por un acantilado.
MaryAnn suspiró. Ya había tomado la decisión de lanzarse, en algún momento, aun sin darse cuenta de ello. No le importaba que él fuese cárpato y mientras ella era… lo que fuera. Manolito era su otra mitad, e iba a mantenerle con vida. Iba a hacer lo que hiciera falta para traerle del más allá, de regreso a la tierra de los vivos, de regreso a ella.
Se puso de pie a plena vista del jaguar, quería que él sintiera su desafío. Quería luchar con él con las manos o… garras. Porque no conseguirían el cuerpo de Manolito. Encontraría la forma de usar cualquier cosa que tuviera a su alcance, cualquier poder que en realidad tuviera, para mantenerle a salvo hasta que Riordan llegara para encargarse de todo esto. Y entonces se adentraría en la tierra de las nieblas y fantasmas, o como sea que se llamara, y si hacía falta le sacaría de allí a rastras.
Debajo de ella, el jaguar gruñó en respuesta, revelando sus crueles y largos dientes. Prescindió de cualquier fingimiento que ocultara sus intenciones y trepó por el tronco de un gran árbol. Usando sus garras, se arrastró a sí mismo hasta las ramas más bajas y empezó a correr a lo largo de la autopista de la canopia formada por gruesas ramas superpuestas. El felino corría hacia ella, sus ojos resplandecían con veneno.
MaryAnn observó al jaguar acercarse, su pulso corría a la misma velocidad que las patas del jaguar cuando golpeaban cada árbol, rompiendo pequeñas ramitas mientras se acercaba más y más. Sentía el pecho a punto de explotar. Demasiado tenso. Sentía la cabeza como si su cerebro se hubiera hinchado y no cupiera bien dentro de su cráneo. Los dientes y la mandíbula le dolían atrozmente. Los músculos se le contraían. La piel ondeaba como si algo viviera debajo de ella. Las puntas de sus dedos comenzaron a separarse como doblándose en una curva. Sintió como se confinaba en un compartimiento apretado, diminuto, en un lugar estrecho sin salida.
El pánico ennegreció los bordes de su visión. Podía sentirse a sí misma, la misma esencia de quién era, siendo atraída a un vórtice, arremolinándose, encogiéndose, hasta volverse más y más pequeña.
MaryAnn extendió las manos, atrapando la verja de hierro para anclarse a sí misma, y con un pequeño y aterrado grito, se echó hacia atrás. Las uñas se hundieron en la barandilla de madera, dejando tras de sí profundos surcos, mientras exhalaba la sensación de ser tragada viva. El jaguar saltó directamente hacía ella, con las garras extendidas, y ella saltó hacia atrás, tropezando con las piernas de Manolito y aterrizando duramente sobre su trasero.
El jaguar se estrelló contra una pared invisible y cayó a plomo, arañando desesperadamente, buscando aferrarse al tronco o las ramas, rompiendo muchas de ellas a su paso.
MaryAnn se puso en pie lentamente y se asomó con cautela. El jaguar golpeó una rama grande y se quedó allí colgado, jadeando, con los costados hinchándose, intentando coger aliento. Debajo del felino, un hombre emergió de entre el espeso follaje y alzó las manos en el aire. Un mago. Y uno que parecía saber lo que hacía. A diferencia del otro mago, que parecía hacer tentativo mientras trabajaba, este hombre apenas bajó la velocidad mientras trabajaba en desenredar las salvaguardas de Manolito. Los invisibles hilos tejidos tan entrelazadamente comenzaron a desenredarse con tanta rapidez que casi pudo sentirlos caer ante ella.
Apretó con dureza los labios y obligó a su mente a expulsar el pánico. En el instante en que el mago venciera las salvaguardas, el jaguar atacaría. Podía arreglárselas para matar al cambiaformas, pero no sabía nada sobre combatir a vampiros, aunque fueran novatos. Y el mago era peligroso también. ¿Qué había hecho la última vez para matar al mago? No podía recordarlo. No le había matado a propósito. Sólo había querido que se marchara.