El vampiro miró al mago, enterrado bajo una montaña de cuerpos, y después lentamente se giró para enfrentarla. Su cabeza estaba abierta, el cráneo hecho pedazos por el fuerte mordisco del jaguar, pero esto no parecía desconcertar al no-muerto. Los ojos brillaban con llamas anaranjadas y rojizas, la boca estaba abierta de par en par en una mueca de odio.
Se quedó allí de pie un momento simplemente mirándola. En ese instante flexionó los dedos dejando crecer sus uñas hasta curvarse en garras. Todavía sosteniendo su mirada, voló por los aires y aterrizó en el tronco del árbol junto al que ella estaba y comenzó a reptar hacia arriba. Tenía un aspecto aterrador. Una abominación. Algo así como los vampiros de las películas, una oscura aparición antinatural llena maldad e inclinada a matarla… a destruir a Manolito.
Por un momento el terror la paralizó. Las salvaguardas no aguantarían mucho tiempo. Manolito no había buscado tanto la protección como una barrera de sonido. Riordan no estaba allí para salvarla. Si quería sobrevivir, si quería proteger el cuerpo de Manolito, tendría que hacer algo, y rápido.
Ya sentía el poder fluyendo por su cuerpo. Una vez más su cabeza palpitó, esta vez aun más fuertemente, más rápido. Como si su cuerpo ya supiese la forma y sólo buscara su permiso. La idea de soltarse, de liberar su propia identidad, la aterraba casi tanto como el vampiro que gateaba por el tronco del árbol.
La mandíbula le dolía, resonando dolorosamente. Sus tendones y ligamentos tiraron mientras los músculos de su cuerpo se retorcían, endureciéndose en apretados nudos de dolor que ahora eran visibles bajo su piel. Su estómago se revolvió. Luchó por aplacar su pánico. Aun si no lo hacía por sí misma, tenía que hacerlo por Manolito.
El bombardeo de imágenes en su mente casi la hizo vomitar. Se sucedían tan rápidamente que no podía clasificarlas o centrar su atención en ninguna de ellas, pero una era de lobos caminando sobre dos piernas. Una memoria colectiva. Su piel se estiraba tensa, demasiado apretada. Su vista se nubló, bordeada de rojo y negro. Una vez más sus dedos se curvaron en garras, una acción involuntaria que no podía detener. El dolor estalló a través de ella.
Intentó respirar, intentó dejarse ir, pero su mente simplemente no se rendía. Su mente no la dejaba entregarse. ¿Qué pasaría si se quedaba atrapada en esa forma?
El árbol se sacudió. El vampiro chilló, el sonido recorrió su columna vertebral y un terror paralizandor invadió su corazón. Había saltado al borde de la plataforma, justo al otro lado de la barandilla, y trabajaba rápidamente desentrañando las salvaguardas. Tenía tan sólo unos instantes para decidir qué hacer.
MaryAnn puso una mano en el hombro de Manolito, tocó su rostro. Él estaba en alguna otra parte, luchando por ella. Había contado con que su hermano viniera a protegerla a ella y a su cuerpo, pero ahora ella era todo lo que tenía. Tomó un profundo aliento y lo dejó escapar.
Al instante sintió como la misma esencia de quién era era succionada, contrayéndose y haciéndose más pequeña, como si estuviera plegándose sobre sí misma. Estaba plenamente consciente, pero el dominio sobre su cuerpo estaba menguando rápidamente. Todo en ella gritaba que se resistiera, pero mantuvo la mirada fija en Manolito, y la visión de él le dio el coraje necesario para rendirse.
Cuando MaryAnn permitió que su esencia se retrajera, la furia del lobo brotó. Sintió el ineludible poder de este, la enorme fuerza de cuerpo y voluntad. El centinela. El guardián. Saltó para tomar su lugar, para encajar en su cuerpo, estirando y moldeando cada músculo y hueso para que estuviera acorde con su nueva y fuerte estructura.
Fue consciente cuando su piel explotó, pero no hubo dolor. No sentía la sensación de sus huesos y su cuerpo reformándose, o de sus órganos cambiando; tan sólo la sensación de ser protegida y estar a salvo profundamente en el interior.
En ese momento el vampiro desgarró y atravesó la barrera, y con un siseo de odio, se abalanzó sobre el cuerpo de Manolito. El lobo saltó para interceptarlo, su cuerpo cambiando completamente en pleno vuelo. Chocaron, el lobo gruñendo, el vampiro chillando. Alrededor de ellos la selva entera estalló en gritos de monos y aves, cuando los animales reaccionaron al terrible sonido de la batalla.
Capítulo 16
Manolito se movió rápidamente a través del estéril mundo de sombras, buscando los bordes más oscuros donde los no-muertos se reunían para lamentarse mientras esperaban saber su destino. Tenía la ilusión de estar en su cuerpo, andando a zancadas por el accidentado terreno, caminando entre el enredo de enormes raíces, como si todavía estuviera en la selva, pero se sentía demasiado ligero, casi flotando, y cuando bajó la vista, sus manos y brazos eran transparentes. Podía ver la vegetación pudriéndose en la tierra al pasar camino a las montañas de piedras dentadas que marcaban la entrada al prado de nieblas.
Unos pocos espíritus le miraron con el ceño fruncido cuando pasó entre ellos, una pareja levantó la mano como si pudieran reconocerle, pero principalmente, fue ignorado. Le resultaba extraño mientras se deslizaba por los bosques y colinas, poder ver claramente a los dos tipos de gente que poblaban la tierra, cuando antes no lo había notado.
El prado parecía separar a aquellos que tenían poco o ningún remordimiento por las cosas que habían hecho en su antigua vida de los que luchaban por entender donde se habían equivocado. Pocos habían estado cerca para recibirle.
Cuando se acercó más al prado, el calor y el vapor se alzaron para envolverle. Donde antes las nieblas eran simplemente grises y húmedas, sin sensación de esperanza, ahora el aire era hasta más opresivo y parecía denso por la tensión, como si la inquietud anduviera sobre la tierra. En la distancia oyó sonidos de risas burlonas, susurro de voces que lo llaman por su nombre. Le esperaban, sabían que se acercaba.
¿Era posible que un ejército de no-muertos encontrara la forma de regresar a la tierra de los vivos? En ese caso, tenía que encontrar una manera para detenerlos. Tenía que hacer a un lado su miedo por MaryAnn y prestar toda su atención a este mundo. No podía estar al mismo tiempo en dos lugares. Tendría que confiar en que Riordan había llegado para proteger a MaryAnn del peligro. No se atrevía a tocar la mente de MaryAnn y accidentalmente llevarla con él al mundo de los espíritus. Tenía que mantenerla completamente alejada del peligro a cualquier precio, incluso con su vida si fuera necesario. Se cerró a toda emoción y concentró su atención en el problema actual.
Si los vampiros actuaban para invadir la tierra de los vivos, tendrían a alguien muy poderoso ayudándoles. Razvan o Xavier, los dos magos más poderosos que existían Quizás ambos. Ningún otro podría manejar esa clase de poder. Y si Xavier y Maxim eran aliados trabajando juntos para derrotar a los cárpatos, Xavier indudablemente habría informado a Maxim si estuviera intentando encontrar una manera de formar un ejército de no-muertos. Todos conocían a los guerreros de Xavier llamados de las sombras, hombres de honor muertos hacía tiempo, sus espíritus encarcelados por el experto mago para hacer su voluntad. Si Xavier había podido subyugar a los guerreros de las sombras, podía ser que hubiera encontrado una forma de hacer lo mismo con las legiones de no-muertos que esperaban en el prado de nieblas.
El camino parecía muy largo, y más personas le recibieron vacilantes, lo cual le sorprendió. Antes, la primera vez que su espíritu había llegado, la mayoría le volvía la espalda con un gesto rápido hacia el prado, pero ahora los habitantes parecían aceptarlo. Cuando se acercaba a su destino, sintió propagarse la calma y comprendió que cuando había llegado la primera vez, su espíritu había sido oscuro, cercano a convertirse, tan cerca que hasta en la tierra de los muertos, había sido considerado más cerca del vampiro que del cazador. La atmósfera alrededor del prado no le había importado e instintivamente la había ignorado. Ahora su espíritu debía parecer más brillante, más normal. La mancha creciente de su alma había retrocedido debido a MaryAnn. Le debía más de lo que pensaba.