– No estés tan seguro de ti mismo, Manolito. Eso fue siempre tu perdición. La tuya y la de todos tus hermanos. -Un amargo desprecio mordió la voz de Maxim. – ¿Cómo crees que tu mujer podrá resistir contra uno de los más poderosos entre los nuestros?- Su risa era suave y burlona-. No creo.
Manolito frunció el entrecejo cuando la selva se cerró a su alrededor. Vio a MaryAnn sentada junto a su cuerpo físico, las rodillas alzadas, una mano enredada en su pelo. Había sangre en su hombro y bajando por su frente. Su camisa estaba rasgada. No podía verle la cara, pero parecía confiar en el hombre que estaba de pie cerca de ella. Riordan. Su hermano. Inclinándose para examinar las heridas.
Habría debido parecer protector, pero había una cualidad furtiva, astuta en él mientras se erguía sobre ella, como un depredador sobre su presa. Giró la cabeza y sonrió a Manolito. La cara de Riordan se emborronó y se convirtió en la de Kirja, uno de los hermanos de Maxim.
El corazón de Manolito casi se detuvo. Se mantuvo a sí mismo inmóvil, temiendo moverse, disparar el ataque sobre MaryAnn. Todo en él le decía que se extendiera hacia ella, para advertirla…
Maxim se inclinó cerca.
– Los humanos son fáciles de engañar.
Manolito cerró los ojos mientras el alivio le inundaba.
– No lo creo. Y si mal no recuerdo, mi hermano Rafael arrancó el corazón de Kirja de su cuerpo y lo lanzó a los hoyos más profundos del infierno que están esperando a los que son como él. -Un humano no podría darse cuenta del peligro, pero el lobo podría. El guardián habría saltado al instante si un vampiro estuviera atacando a MaryAnn.
– Espero que estés seguro.
Con eso, Kirja golpeó a MaryAnn a un lado, y con un rápido movimiento, degolló la garganta de Manolito donde estaba sentado desvalidamente. MaryAnn gritó y trató de alejarse a gatas pero el vampiro la arrastró hacía atrás por los tobillos, dándole la vuelta y arrancándole la ropa. Le pateó las costillas viciosamente y después se inclinó para dar puñetazos en su cara. Ella se alejó rodando, y él la agarró por el pelo y la arrastró encima de Manolito, sujetándola mientras la obligaba a mirar como lamía la sangre pulsante de la garganta de su compañero.
Manolito descubrió que había cosas mucho peores que la tortura física. Se dijo a sí mismo que esa no era realmente MaryAnn, pero sus ojos y su cerebro se negaban a creerlo. Se dijo a sí mismo que Kirja había muerto hacía mucho tiempo y había abandonado el mundo de los vivos, pero la sangre y los gritos eran demasiado reales. Se estremeció cuando Kirja continuó golpeándola. Sintió que su estómago se rebelaba cuando el vampiro cometió otras perversiones en ella, cada atrocidad que Maxim pudo pensar y podía pensar muchas.
Manolito no tenía forma de detener las imágenes, así que intento acallar sus emociones. No había forma. En esta tierra, sentía el significado de las emociones… lo eran todo… y las emociones se amplificaban mil veces. Ahora ya sabía cómo el no-muerto podía volver loco a un espíritu. No podía compartimentar sus emociones; tenía que sentir cada golpe, cada cosa enfermiza y repugnante que MaryAnn tenía que soportar. Sus pulmones ardían buscando aire. Sus manos temblaban. Cerró los dedos en un puño para… ¿qué? No tenían cuerpo. Esto era un juego mental. Esperaban romperle. Esperaban que se uniera a MaryAnn para inspeccionarla, para aliviar su propio sufrimiento.
Agitó la cabeza.
– Nunca te permitiré tenerla, Maxim, no importa lo que me hagas. No importa lo que me muestres…
Kirja hundió el puño en el pecho de MaryAnn y le arrancó el corazón, sosteniéndolo alto en el aire mientras ella gritaba. El cuerpo de Manolito se sacudió, pero se mantuvo en pie impasible. Si su destino era soportar los próximos siglos sintiendo el dolor de ella y presenciando su tortura, que así fuera. Ellos no podían tenerla. Pudieron ser sólo minutos, u horas… el tiempo significaba poco en este lugar… pero parecieron varias vidas, siglos, viendo a la otra la mitad de su alma siendo forzada a soportar cualquier cosa concebida por Kirja, Maxim o Draven. El sonido de las súplicas de MaryAnn y sus gritos, las imágenes de su tortura quedaron grabadas a fuego para siempre en su corazón, su mente e incluso en lo más profundo en su alma.
– No puede amarla y quedarse ahí de pie de ese modo. -dijo Draven- Cualquier hombre se habría roto al ver a su auténtica compañera tratada tan brutalmente.
Manolito miró a través de él. Draven Dubrinsky nunca sabría lo que era el amor. Manolito lo sabía. Lo sentía en cada golpe de la mano de Kirja, en cada patada de sus pies, en cada roce al cuerpo de MaryAnn. Una ilusión. Todo era ilusión.
Forzó una sonrisa mientras podía sentir la sangre corriendo por su cuerpo en ríos de sudor. Eso, también, era una ilusión.
– Un juego Maxim, eso es todo. Juegas conmigo y sabes que nunca me romperé. Me conoces, así que sigue si crees que debes hacerlo, pero parecerá infantil, incluso a ti.
Maxim gruñó, mostrando sus dientes afilados, y ondeó la mano desvaneciendo la ilusión.
– Reconóceme, -gruñó Draven, furioso ya de que el hombre de los cárpatos no le mirara.
– No tengo ningún deseo de hablar contigo, verte o ninguna otra cosa que te vuelva real, -le dijo, mirando a Maxim en vez de a Draven. El hijo de Vlad tenía el poder, pero era Maxim quien tenía la destreza y el suficiente odio como para regresar para destruir al pueblo cárpato.
– Encuentro… desagradable… Maxim, que escojas pasar tu tiempo con alguien como este. Provocó la muerte de nuestra querida hermana. Tú puedes haberle abrazado, pero yo no deseo pasar más tiempo con él. No creas que temo a semejante desecho del linaje Dubrinsky. Hace tiempo habría dado la bienvenida a la oportunidad de tomar su vida. No habría supuesto nada frente a la pérdida de alguien como Ivory, pero aún así, le habría dado la bienvenida, como deberías hacer tú, Maxim.
Mantuvo su mirada fija en Maxim, su tono goteaba desprecio.
Maxim gruñó, la saliva corría por su barbilla mientras giraba la cabeza de lado a lado con ademán amenazante.
– No utilices esa aptitud condescendiente conmigo. Tu deslealtad demostró hace tiempo de que lado estás.
Por primera vez, Manolito permitió que un látigo de enojo rezumarse en su voz, y azotó a Maxim con él.
– No te atrevas a usar el término desleal cuando el asesino de tu hermana está de pie a tu lado. Has caído más bajo de lo creí posible, convirtiéndote en un perro de esta sucia abominación. Arrástrate de rodillas ante él, Maxim, igual que aquellos que buscan su aprobación. Lame sus botas si debes hacerlo. No tengo nada más que tratar contigo, no cuándo esto… -Deliberadamente ondeó la mano hacia Draven. -Este…pedazo de basura es tu amo.
– Soy de la realeza, -exclamó Draven-. Tú deberías estar arrodillado ante mí.
Manolito no se molestó en malgastar con él una mirada. Mantuvo la mirada fija en Maxim mientras conjuraba en la mente una imagen de Ivory. Para él, era tan fresca y tan pura como la última vez la había visto, su recuerdo era tan parte de él que nunca se marchitaría. Lo envío a lo largo de la senda compartida de su vínculo de sangre. Ivory con su risa y su alma brillando luminosa. Ivory echando sus brazos alrededor de Maxim y besando su mejilla. Ivory de pie fuera de la casa Malinov, espada en mano, con los ojos vendados en medio del círculo de sus cinco hermanos y los hermanos De la Cruz mientras la enseñaban a luchar.
– ¡Basta!, -gritó Maxim, presionándose los dedos contra las cuencas de los ojos.
Manolito proyectó los recuerdos amorosos tan implacablemente como Maxim le había atormentado con la tortura de MaryAnn. Ivory de niña montando sobre los hombros de Maxim. La primera vez en el aire con sus hermanos rodeándola, manteniéndola a salvo, Ruslan siempre bajo ella, Maxim y Kirja a ambos lados, mientras Vadim y Sergey rondaban el aire delante y detrás. Su risa. La luna iluminándola con su brillo mientras bajaba corriendo los escalones para saludarlos cuando regresaban de la batalla.