– Basta. Te lo suplico. Basta.
Porque en el prado de las nieblas y las sombras, los fantasmas podían sentir cada emoción. Odio. Amargura. Dolor. Pesar. Se sentían tan intensamente como el estallido de un látigo, rebotando por su camino autodestructivo. Por eso Manolito había sentido tan agudamente el raudal de emociones, a pesar de saber que la escena de la tortura de MaryAnn era una ilusión. Había sentido intensamente lo que no había sentido en todos aquellos largos siglos.
Maxim no tenía más elección que sentir el amor por su hermana. Las emociones entraron a raudales en su mente con cada recuerdo. Se cubrió la cara con las manos y cayó de rodillas.
– Estás de pie junto al hombre que le habría hecho a ella las mismas cosas como las tú querías hacer a mi compañera. ¿Debo mostrarte lo que había en la mente de Draven? ¿Las perversiones que habría infligido a Ivory?
Manolito nunca habría podido hacer algo así, pero sabía que Maxim las conjuraría en su propia mente. Quería que supiera que estaba hombro con hombro con el que en último término les había arrebatado a Ivory. Planeaba maldades con quien la había traicionado en última instancia.
– No. No puedo pensar en ella.
Había tantos recuerdos. Manolito sentía las lágrimas en su propio corazón. Ivory. La había amado como a una hermana. Había iluminado sus vidas con su espíritu generoso y su naturaleza compasiva.
– Has conseguido lo que pretendías, Manolito.
Todos ellos se giraron para enfrentar a la pareja que tan calladamente había llegado a sus espaldas. Vlad y Sarantha estaban de pie cogidos de la mano.
– No deberiais estar aquí, -dijo Manolito. Miró a Draven, la malicia en su cara, y quiso machacar alguna cosa. Vlad y su compañera merecían mucho más de un hijo-. Esto es asunto mío, y encontraré la forma de arreglarlo. -Quería ahorrarles el dolor de enfrentar al monstruo que Draven había sido. De algún modo, supo que Ivory habría querido esto en lugar de venganza.
– Has destruido sus planes y conseguido llevar a Maxim a la comprensión de lo que ha hecho. No ayudará a sus hermanos, -dijo Vlad-. Tu tiempo aquí ha terminado. Yo tengo un deber que cumplir y después nosotros también nos iremos.
Manolito bajó la mirada a sus manos. Ya no eran transparentes. Cerró sus dedos en un apretado puño y después abrió la mano una vez más.
– Estamos contigo siempre, -dijo Manolito, sabiendo que Vlad entendería que se refería a todos los de la Cruz.
– Tu y tus hermanos habéis sido leales a nuestra gente, -dijo Vlad-. Confío en que ayudarás a los jaguares como mejor puedas, y darás, esa misma lealtad con la que siempre he contado, a mis hijos.
Sarantha se acercó a él y le tocó las cicatrices.
– Salvaste la vida de Mikhail. Y salvaste a nuestro hijo, Jacques, poniéndote delante de Shea y aceptando el cuchillo envenenado. También salvaste a nuestro nieto nonato. Te lo agradezco. Esto no es suficiente, pero es todo lo que tengo para darte.
Vlad aferró su antebrazo.
– Vete ahora. Abandona este lugar. Ya no perteneces a este lugar. Permíteme ocuparme de este asunto como debí hacer hace siglos. Larga y buena vida, viejo amigo.
Manolito se alejó. Se extendió hacia MaryAnn. Hacia sus hermanos. Hacia la vida. Se detuvo un momento para observar a Vlad y Sarantha enfrentar a su hijo.
– Has pasado muchos años aquí, Draven, y nosotros contigo, pero se acabó. Incluso aquí, cuando se te da la oportunidad de redimirte a ti mismo, te niegas. Aceptamos tu decisión. Ve ahora, desde este lugar al próximo.
– ¡No! No puedes. Soy tu hijo. -Por primera vez, la sonrisa afectada de Draven desapareció de su cara. Se lanzó hacia su madre, envolviéndole los brazos alrededor de las piernas-. No se lo permitas… No dejes que me condene. No puede enviarme lejos.
– Nosotros te condenamos, como debimos hacer hace muchos años, Draven, -dijo Sarantha, con convicción en la voz-. Ve ahora. Quizá en el próximo lugar aprendas mucho más de lo que nosotros pudimos nunca enseñarte.
Draven gritó cuando un humo negro se enroscó a su alrededor, vertiéndose desde su cuerpo para rodearlo. Las sombras avanzaron por la tierra, largas, una masa de tentáculos inquietos. Los vampiros permanecieron hipnotizados, algunos con sonrisas, otros con nerviosos ceños, pero todos congelados mientras Draven intentaba correr.
Las hebras le siguieron, coleando como serpientes, y después le azotaron, rodeando los tobillos de Draven. Tiraron fuertemente, y cayó en un nido de garras ávidas que se extendían por el suelo hacía él. En un momento estaba allí, enredado en las hebras, con la boca abierta en un grito silencioso, y al siguiente había desaparecido, tragado por un agujero negro.
Se hizo el silencio. Sarantha dejó caer su cabeza sobre el hombro de Vlad. Él la abrazó, protectoramente, protegiéndola contra su cuerpo mucho más grande. Manolito podía sentir el tirón de su propio mundo atrayéndole, y fue, ansiando volver con su propia compañera, sostenerla entre sus brazos y abrazarla como Vlad a Sarantha después de siglos juntos. Cuando miró hacia atrás, todo lo que pudo ver fue una luz llameante, y entonces eso también desapareció y estuvo de vuelta en su propio cuerpo.
MaryAnn jadeó y le echó los brazos alrededor, encajando pulcra y perfectamente contra su figura. Él sonrió sobre su cabeza a Riordan.
– Gracias -dijo simplemente. Eso lo decía todo.
Capítulo 18
– ¿Estás bien? ¿Te hicieron daño? -MaryAnn pasó la mano ansiosamente por el pecho de Manolito.- Estaba tan preocupada por ti.
– No, meu amor, y yo por ti. Te vi con sangre en el hombro y en el vientre. -Le tocó el hombro desnudo donde se veían las marcas furiosas, después tiró de la camisa hacia arriba para examinar la extensión desnuda de carne.
Riordan se aclaró la garganta.
– Todavía estoy aquí.
Ninguno le miró o reconoció su declaración.
MaryAnn pasó las manos bajo la camisa de Manolito.
– ¿Cómo saliste de ese lugar? Tenía razón, ¿verdad? Maxim intentaba matarte. -Se puso de puntillas para depositar media docena de besos en la garganta de Manolito-. ¿Estás libre del mundo de las sombras de una vez por todas, verdad?.
Riordan se rascó la cabeza.
– Sólo quiero decir una palabra. Vampiro. ¿Me escuchas Manolito?. Ella luchó contra un vampiro…
Eso penetró. Manolito la alejó un poco y esta vez le examinó las heridas más atentamente.
– Eliminé todos los parásitos, por si te interesa. -dijo Riordan.
Manolito la arrastró otra vez contra él, depositando besos sobre el hombro, el corazón le saltaba en el pecho y después se aposentó en un ritmo estable. Debería haber pensado en su sangre. Si hubieran logrado atraerla a su mundo con la sangre infectada en su sistema, la sangre les hubiera llamado. Xavier podría haber podido encontrar un modo de resucitar a su ejército muerto después de todo.
– Tengo que comprobarlo, MaryAnn, -le dijo enmarcándole la cara entre las manos-. Asegurarme de que nada puede hacerte daño.
– ¡Hola! Eso es tan insultante, hermano, -dijo Riordan, pero no pudo evitar la sonrisa que se extendió por su cara. Lo tenían mal, estos dos. Obstinados como mulas, pero de todas formas, sólo tenían ojos el uno para el otro.
MaryAnn enterró la cara contra la garganta de Manolito, rodeándole el cuello con los brazos.
– Llévame a algún lugar seguro donde pueda respirar. -Quería tocarlo, inspeccionar cada pulgada de su cuerpo para asegurarse de que no le habían hecho daño.
– En realidad tenemos cosas importantes que discutir, -Riordan lo intentó de nuevo, sabiendo que sería en vano, pero figurándose que podría atormentar después a su hermano con alguna que otra broma. El gran Manolito, el malo, era plastilina en manos de su compañera-. Ya sabéis, cosas como el lobo. Mala sangre. Lo que pasó en el mundo de los espíritus.