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– MaryAnn -dijo Juliette suavemente-. Sé que estás confusa por las cosas que estás sintiendo, pero creemos tener una explicación. Creemos que Manolito te vinculó a él a la manera de nuestra gente. Riordan se ha extendido hacia él por su vínculo común y aun así Manolito le ha resistido, temiendo que sea un vampiro, tal como tú nos temes a nosotros. Él reclama tener una compañera, y aquí estás tú, desesperada, afligida por un hombre al que dices que no haber conocido nunca. ¿Tiene eso sentido para ti? Algo está pasando aquí, y por el bien de ambos tenemos que averiguar qué es.

Riordan se frotó las sienes como si le dolieran. Había preocupación en sus ojos.

– Temo por la seguridad de mi hermano así como por su vida. Parecía confuso, y nadie puede estar confuso en la selva tropical. Tenemos enemigos poderosos. Está en un peligro terrible. No confía en nadie salvo en su compañera. Si tú eres esa mujer, eres la única que puede salvarle.

La miró con los ojos imperturbables de animal salvaje, astutos, taimados y aterradores. MaryAnn tembló y retrocedió hasta que estuvo contra el antepecho de la ventana. Una parte de ella creía que estaban locos, intentando deliberadamente desconcertarla, pero la consejera que había en ella estaba siempre reuniendo información y buscándole sentido. Sabía bastante sobre compañeros por Destiny. Llevaba un tiempo alrededor de los cárpatos, y aunque no entendía el vínculo, sabía que era fuerte e irrompible.

Juliette le tendió la mano.

– Vuelve a la otra habitación e intentemos solucionar esto. ¿No recuerdas en absoluto estar a solas con Manolito?

Lo recordaría, ¿verdad? Había soñado con él viniendo a ella. Un ensueño una vez… sólo un sueño. La atrajo entre sus fuertes brazos y su boca se había deslizado por su piel hacia abajo hasta la hinchazón de su pecho. La marca latió y ardió. Sin pensar, puso su palma sobre la fresa pulsante que no curaba del todo y retuvo la calidez con ella.

Negó con la cabeza.

– Eso no fue real. Él estaba al otro lado de la habitación en la posada en las Montañas de los Cárpatos, pero en realidad nunca hablé con él. -La había mirado. Ella había esperado que sus ojos estuvieran apagados, fríos y vacíos como los de tantos cazadores, pero parecía… peligroso, como si pudiera estar cazándola a ella. En vez de asustarse como ocurría ahora, se había sentido secretamente encantada, porque, después de todo, era una fantasía.

MaryAnn siguió a Juliette fuera de la habitación, consciente de que Riordan merodeaba tras ella como un gran felino de la jungla. Se movía en silencio, como se había movido su hermano. Necesitaba aire; la habitación parecía tan caliente y opresiva como la selva tropical. Eso tampoco tenía sentido. La casa estaba bien aislada y el aire acondicionado estaba puesto en un agradable frescor.

– No veo cómo puedo ser su compañera. Ni siquiera le conocí. ¿No lo sabría? ¿No lo sabría él?

– Él lo sabría -dijo Riordan-. Se sentiría atraído hacia su compañera, y si tú eres la elegida, en el momento en que hablaste, él vería en colores y sus emociones habrían sido restituidas. No habría sido capaz de permanecer muy lejos de ti. -Frunció el ceño-. Pero nos lo habría dicho y habrías sido puesta inmediatamente bajo la protección de nuestra familia.

– Ya estaba bajo la protección de Gregori así como de la de Nicolae y Destiny-le recordó Juliette-. Pudo haber pensado que no era necesario.

Habría creído que era imperativo… a menos… Riordan interrumpió su pensamiento y estudió la cara de MaryAnn.

– Dijiste que no fue real. ¿Qué quisiste decir con eso?

El color se arrastró bajo su perfecta piel.

– Soñé con él.

Juliette inspiró profundamente.

– Oh, Riordan. ¿Qué está pasando? Algo horrible está ocurriendo o él estaría aquí.

Riordan fue inmediatamente a su lado, deslizándose tan rápidamente que pareció un borrón, pasando el brazo alrededor de su cintura mientras le presionaba un beso en la sien.

– MaryAnn está aquí. Entre los tres podemos resolver esto y le encontraremos.

Por alguna razón, el hecho de que Riordan la hubiera incluido, como si pudiera ayudar a encontrar la solución, alivió algo de la tensión que había en MaryAnn. Parpadeó varias veces, inspirando profundamente para intentar ver más allá de la extraña imagen del vampiro superpuesta sobre la pareja. Los incisivos retrocedieron un poco, dejándolos con dientes blancos normales.

– ¿Está realmente vivo? -preguntó, sin atreverse a creer.

Riordan asintió.

– Todos intentamos mantenerle con nosotros, pero estaba muerto, según nuestros parámetros al igual que por los humanos, su alma ya había abandonado su cuerpo. Nadie creía que pudiéramos traerlo de vuelta, incluso con el sanador, la rica tierra y todo el mundo trabajando para mantenerle en este mundo, cuando de repente estaba de vuelta con nosotros. Si tú eres su compañera, tú podrías ser la explicación. Puedes haber retenido un pedazo de su alma a salvo contigo sin saberlo.

MaryAnn abrió la boca para protestar y después la cerró bruscamente. Sabía que los Cárpatos no eran humanos. Las mismas reglas no se aplicaban a sus especies. Había visto cosas que habría creído imposibles solo unas pocas semanas antes.

– ¿Pero por qué no sé si soy su compañera?

– Son nuestros hombres los que tienen grabadas las palabras rituales vinculantes-explicó Juliette-. Como una precaución para que la especie continúe.

– Así que quieres decir que la mujer no puede rechazarle.

– Es lo mismo -dijo Riordan-. Y dudo que te haya vinculado con las palabras rituales. Es más probable que os haya atado a través de un intercambio de sangre.

Su corazón saltó de nuevo, después volvió a la normalidad con un tamborileo constante. Había permitido a Nicolae tomar su sangre para proteger mejor a Destiny, pero nunca, nunca, había considerado el intercambio de sangre. Negó con la cabeza.

– No lo hice. No fue real. Yo no habría hecho eso. Todavía estoy luchando por entender y creer en vuestro mundo. Nunca habría tomado voluntariamente su sangre.

Juliette y Riordan intercambiaron otra larga mirada.

– Utilizaste las palabras “no fue real”. ¿Cómo fue ese sueño del que hablaste?-preguntó Riordan.

MaryAnn presionó la mano más firmemente contra su pecho. Todavía podía sentir su boca contra la piel. Había estado fuera y había estado nevando. Después más tarde, cuando había vuelto a la casa y se había quedado sola… Su piel sintió frío, él le había apartado la ropa. Sus labios habían sido cálidos, suaves y muy sensuales. No había pensado en alejarlo, solo en acunar su cabeza mientras él bebía y entonces… entonces…

MaryAnn soltó un grito ahogado y se cubrió la cara con ambas manos, sacudiendo la cabeza.

– No fue real. Yo no habría hecho algo así. Fue sólo un sueño.

– ¿Tienes su marca en ti? -le preguntó Juliette, con voz amable.

– No. No es eso. No es su marca. Yo no habría intercambiado sangre con él. Ni le habría inducido a creer que soy algo que no soy. Yo no coqueteo. Y no hago promesas que no puedo mantener. -Es por eso por lo que estoy aquí cuando debería estar… en algún otro sitio. Cualquier otro sitio.

– No hiciste nada malo, lo sabes. Déjame ver la marca.

MaryAnn tragó con fuerza, sus manos fueron con renuencia hacia la blusa. No quería enseñársela a Juliette. La marca era privada. Ahora mismo pulsaba con calor. Se humedeció los labios y reunió todo su coraje, apartando la tela para revelar la gran mancha, muy parecida a un mordisco de amor, pero más intensa y cruda. Dos reveladoras punciones ribeteadas de rojo.