Sobre ella, sus rasgos eran duros, la mandíbula, la nariz, los altos pómulos. Mantenía la barbilla alzada, mirando por encima de su cabeza mientras ella se inclinaba para presionar besos a lo largo de cada delineado músculo.
– Tendrás que quitarme los zapatos antes de poder quitarme los pantalones, -apuntó él.
Su corazón palpitó y lo miró a través de las pestañas, pero él continuaba estudiando un punto sobre su cabeza. Se humedeció los labios y se puso en cuclillas para desatarle los zapatos. Sabía que él podía desear simplemente librarse de la ropa, pero ella no quería que lo hiciera y tal vez lo había leído en su mente. Quería el descubrimiento sensual de desenvolver su cuerpo, un regalo, un tesoro, sólo para ella.
Él alzó el pie y dejó que le quitara el zapato y el calcetín, los dedos se demoraron mucho tiempo sobre la piel, acariciando el tobillo y la pantorrilla, antes de ir a por el otro zapato. Los apartó y se arrodilló para alcanzar el cinturón del pantalón. La parte de arriba del top resbaló hasta reunirse alrededor de la cintura, dejando los pechos expuestos. El aire frío tensó más los pezones, pero MaryAnn encontró erótico estar arrodillada delante de él, medio vestida, con los pechos al aire mientras él esperaba a que lo desnudara.
La respiración de Manolito estaba atrapada en sus pulmones. Era tan hermosa, mirándole de esa manera, tan seductora que tenía suerte de que tuviera suficiente control para darle cualquier cosa que quisiera, porque ahora mismo, lo que quería era levantarla y enterrarse en ella. Ella quería jugar. Vio como se humedecía con la lengua el lleno labio inferior, llamando la atención sobre su boca. Estaba a pulgadas del grueso bulto de sus pantalones. Le separaba del paraíso sólo esa delgada capa de tela, ya estirada al máximo.
Cerró los ojos brevemente mientras sentía el baile de los dedos alrededor del cierre y luego despacio apartaba la prenda. La erección saltó, grande y palpitante por la necesidad. Su mejilla acarició la ultrasensible cabeza mientras le bajaba el pantalón, animándolo a salir de él. Los dedos acariciaron la parte posterior de las piernas, la parte interna del muslo y después acunó los testículos en sus manos. El aliento abandonó de golpe los pulmones. El miembro viril saltó cuando ella sopló aire cálido sobre él, los labios apenas acariciaban la amplia punta.
Le cogió un puñado de cabello y tiró, levantándole la cabeza.
– Échate en la cama conmigo.
– Pero quiero…
– Te daré lo que quieres. Haz esto por mí.
Lentamente, sosteniéndole la mirada, MaryAnn se hundió en el colchón. El le colocó las piernas a un lado de la cama y suavemente le presionó el hombro hasta que lentamente se recostó, la cabeza al borde mismo de la cama, el cabello cayendo hasta el suelo. Muy suavemente le quitó las botas y las puso junto a sus zapatos. La percepción de sus fuertes manos subiendo por las pantorrillas le provocaba excitantes temblores que le atravesaban rápidamente el torrente sanguíneo. Tiró de los vaqueros mientras ella levantaba las nalgas y dejaba que se los quitara. Quedó sobre la cama con el top caído alrededor del tórax.
Manolito rodeó la cama hacia donde ella tenía la cabeza, la agarró de los hombros y tiró hasta que su cuello quedó fuera de la cama y la cabeza colgando. Sus pechos empujaban apetitosamente hacia el aire, los picos de sus pezones gemelos tensos y suplicando su atención.
El corazón de MaryAnn palpitó. Se sentía un poco vulnerable y expuesta en esta posición. Las luces del arco iris jugaban tiernamente sobre su cuerpo, casi como unos focos. Podía sentir la humedad acumulándose entre sus piernas y cada terminación nerviosa viva de expectación.
Él abrió las piernas, tomando posición mientras se erguía sobre ella. Su miembro pleno, grueso y largo, sus testículos suaves y tensos.
– Estírate hacia atrás para mí -la instruyó, los ojos estaban posados sobre su boca.
Su cuerpo tembló con el deseo repentino de complacerlo. Tenerlo. Hacer que hirviera por ella. La hacía sentir sexy y querida, con sólo una mirada, con un roce de su mirada. Levantó ambos brazos hacia atrás para ahuecar sus testículos, pasando las uñas ligeramente sobre la apretada bolsa para memorizar la textura y la forma. El aire abandonó su cuerpo con un silbido y ella sonrió, pasándose la lengua por los dientes. Él quería tener el control, pero la caricia de las yemas de sus dedos, el ligero apretón de sus manos, el pequeño movimiento rápido de su lengua mientras le atraía hacia su boca le decía que tenía mucho más poder sobre su cuerpo del que había pensado en un principio.
Él murmuró algo gráfico, acercándose aún más, las manos buscando el largo cabello rizado.
– Deslízate un poco más abajo ahora, meu amor. Eso es. Esto es lo que quiero. Puedes tomar más de mí de esa manera.
La cabeza echada hacia atrás, la garganta arqueada, empujando los pechos hacia arriba, presentando el cuerpo como un banquete. Para mantener el control, rodeó la base de su miembro con la mano y empujó la cabeza contra la boca que esperaba, jugando con los labios. Su lengua chasqueó y le dio un largo lametazo, lento, rizándolo al final, como si lamiese un cono de helado.
Lo hizo esperar. Un latido del corazón. Dos. El mundo se quedó quieto. El tiempo titubeó y el corazón de Manolito dio un vuelco. Su boca le engulló como un guante de seda, deslizándose sobre su miembro, la lengua formaba remolinos bajo la cabeza, sobre ella, jugando y danzando rápidamente a su alrededor mientras le succionaba.
Sus caderas se sacudieron. Un sonido escapó, algo sospechosamente similar a un áspero gruñido. El placer estalló atravesándolo, precipitándose como una droga por todo su sistema. Más que placer. Amor. Con su miembro en la boca de ella, dudaba que debería haber estado sintiendo algo más que lujuria, pero tal vez el amor conducía a su lujuria por ella, porque no podía imaginar otra mujer más hermosa o sexy. No podía imaginar sentir ese deseo, tan intenso como una tormenta salvaje estrellándose contra él con nadie más. El aliento explotó en sus pulmones. Su cuerpo se estremeció cuando el fuego corrió por su columna.
Ella dio otro largo y lento lametazo de arriba abajo por su miembro, mirándole, observando su reacción. La sintió en su mente, compartiendo el fuego, compartiendo cada oleada de sensaciones que creaba cuando empujaba más profundamente, la boca caliente y apretada.
Sus manos la aferraron del pelo. Empujando las caderas hacia adelante, utilizando su propia mano para hacer cada movimiento corto mientras le llenaba la boca. Su lengua era un roce de terciopelo mientras le lamía la parte de abajo y luego succionaba otra vez, arrastrándole más profundamente. Sus ojos permanecían fijos en los de él, desgarrándole el corazón, el alma, mientras la veía tragarle, observando el crudo deseo quemando en su mirada.
Le tomó en su boca, un largo y lento trazo, manteniendo la boca apretada, la lengua lisa mientras aplicaba presión y luego estimulaba la cabeza rápidamente, esperando su empuje, tomándolo más profundamente, de forma que vetas de fuego se extendieran por su ingle.
MaryAnn sintió su cuerpo arder en llamas. Los pechos hinchados y doloridos, suplicando atención. La conjunción entre sus piernas palpitaba y estaba empapada por el calor. Él emitía sonidos ásperos de placer, cada uno vibraba a través de ella, de modo que las paredes de su entrada se contraían y tensaban y pedían piedad. Él le tiraba del cabello con cada empuje mientras comenzaba a perder el control, apretándola contra él cuando las acometidas se hicieron más profundas.
– Más fuerte, -la animó.
Sintió como se hinchaba y supo por el ronco gemido que estaba cerca. No podía moverse, inmóvil bajo él, sus manos controlándole la cabeza, los movimientos cortos, apretados mientras movía la boca de arriba abajo por su miembro. Él le arqueó más el cuello, permitiéndole tomar más.