– ¿En qué estabas pensando?- susurró en voz alta, no estaba segura de si se lo preguntaba a él o a sí misma. Se hundió en la cama, ignorando las lágrimas que se deslizaban por su cara, simplemente las dejó caer.
Manolito inspiró el aire nocturno, llenando completamente sus pulmones. Sintió al lobo saltar en su interior, procesando cada elemento tan rápido como lo haría un cárpato. MaryAnn lo había infectado con la sangre de su loba, y el lobo en su interior se había fortalecido, él había esperado que sus rasgos cárpatos lo vencieran, o sucumbieran ante él, pero hasta ahora tampoco eso había ocurrido. El lobo simplemente estaba ahí y había permanecido callado y alerta. Parecían coexistir, pero ¿qué le ocurriría a él o al lobo, si lo provocaba?
Alzó la cara hacia el cielo nocturno. Amaba la noche, su belleza y su misterio. Amaba todo lo cárpato. ¿Era esto lo que había sentido MaryAnn, al saber quién era, confiada y feliz en su piel? Él le había arrebatado eso. Había esperado que ella aceptara su regalo de vida, de amor, sin tener realmente en cuenta el precio para ella. Para él, ser cárpato lo era todo. Ella había amado su vida, estaba cómoda y feliz consigo misma. Él le había quietado eso también, todo sin pensar.
¿Manolito? Zacarias tocó su mente, la conexión era fuerte a pesar de la distancia. ¿Qué estás haciendo?.
Sintió la intranquilidad de sus hermanos y supo que inadvertidamente los había tocado, como siempre hacían los unos con los otros antes de una gran batalla. Un toque para despedirse por si acaso las cosas no iban bien.
Estoy bien, Zacarias. He tomado decisiones que lamento. Si tienes oportunidad, ten cuidado con tus elecciones para que no tengas que arrepentirte. Me he dado cuenta de que aunque mi forma de hacer las cosas es correcta, también lo son otras formas.
Hubo un breve silencio. Zacarias siempre había podido ver demasiado. Lo que haces es peligroso.
Manolito se encogió de hombros, desechando del comentario aunque su hermano no podía verle. Lo que hemos hecho toda la vida ha sido peligroso. Por favor informa a Mikhail de que nos enfrentamos a una posible destrucción por varios frentes. Es lo menos que podemos hacer después de ayudar a los Malinov a idear el plan para derrocar al líder de nuestra gente.
Nicolas ya ha empezado el viaje. No quiero que continúes por este camino que has escogido. Sólo puedo leer peligro en él.
Sé feliz, hermano. Manolito envió su calor y afecto, pero se apartó antes de que Zacarias pudiera obtener un indicio de lo que planeaba.
– Solos tú y yo, lobo, -dijo quedamente. -Y la noche.
Sintió la agitación del lobo y la elasticidad. La criatura estaba separada de él, dos personalidades fuertes y dominantes compartiendo el mismo cuerpo. No era una ilusión. Los rasgos del lobo, la necesidad de conservar a su hembra protegida y cuidada, esas cosas tan eran fuertes o más en el lobo y duplicaban su necesidad de actuar en consecuencia. Compartían sentimientos y sensaciones. Podían comunicarse.
¿Estás dispuesto a hacer esto?.
Tan dispuesto como tú. Ella es mi compañera tanto como la tuya. No hubo vacilación por parte del lobo. Aunque no entendía la unión cárpato y lo que supondría la muerte de Manolito. MaryAnn le seguiría de inmediato, o, si su loba la pudiera mantener con vida, sería una lenta muerte en vida para ella.
Él negó con la cabeza, rechazando la posibilidad. Ella tenía razón, si no la convertía tendrían una vida difícil, tal vez la misma lenta muerte en vida, de una u otra manera. Mejor afrontar el fuego y arder rápida y limpiamente.
Lo llamó. El lobo contestó. Él se retrajo. El lobo saltó. El cambio le recorrió. Diferente. Se obligó a sentirlo todo, a examinarlo todo. La oleada de vida bajo su piel. El picor del pelaje. La expansión de los dientes cuando su hocico se alargó para acomodar los afilados colmillos. Estaba siendo empujado hacia atrás, impulsado hacia el interior, cayendo en espiral y encogiéndose, una sensación claustrofóbica. Su guardián pasó junto a él, inundándole de seguridad mientras el lobo daba un salto hacia adelante y asumía el control de su cuerpo.
La fuerza y el poder fluyeron en él y a través de él, alimentando al lobo. Su mente se expandió mientras los recuerdos colectivos de generación tras generación inundaban su mente. Nada que ver con los hombreslobo del cine. La luna llena los hacía débiles, incapaces de salir y proteger el cuerpo de su anfitrión. Incapaces de contestar a la llamada de la fiera cuando sus protegidos estaban en peligro. Dirigían organizaciones para la defensa de bosques y animales. Trabajaban incansablemente para combatir la ignorancia sobre la fauna silvestre, las plantas y el medio ambiente, incluso de la tierra misma.
Eran poder e inteligencia envueltas en un lustroso pelaje. Ojos color ámbar y una capa de pelaje negro, el lobo miraba directamente al agua cristalina para dar a Manolito un sentido de quién y qué era. No era el monstruo terrible de las películas, sino un lobo tan preocupado por su compañera como Manolito por MaryAnn.
Las manadas estaban dispersas por todo el mundo. Pequeñas. Herméticas. Escondidas. Raramente se juntaban a menos que la necesidad fuera grande, en vez de eso sobrevivían profundamente enterrados en la comunidad de los humanos, trabajando, viviendo y amando entre ellos. Su mayor peligro eran los renegados, lobos que se negaban ser parte de una manada, lobos que, como los hermanos Malinov, creían tener derecho a gobernar.
Su lobo había registrado los recuerdos colectivos de todos los lobos y no había encontrado ningún caso de un cárpato emparejado con un lobo, pero tampoco de que la sangre hubiera dañado al otro. Manolito abrió sus recuerdos al lobo, permitiéndole ver lo que le haría conversión, compartiendo sus miedos por la seguridad de MaryAnn. Comenzaba a pensar en el lobo como en otro hermano, un socio y un amigo. Se conocían el uno a otro, se apoyaban, y su lobo siempre, siempre protegería a MaryAnn, así como Manolito siempre protegería a la loba de MaryAnn.
Manolito emergió a la noche ileso. Más que nada, había conseguido el conocimiento, la confianza, y habilidad para hacer una decisión racional. Sería perjudicial vivir sin que MaryAnn experimentara la conversión. Ella había sabido eso instintivamente, y también de forma racional. Tenía que aceptar el riesgo por el bien de ambos. Si no lo hacía esta noche, no podría encontrar de nuevo el coraje.
Ondeó la mano hacia la puerta para abrir la caverna, sabiendo que ella oiría el roce de las rocas al sellarse una vez más. Bajando por el estrecho túnel, no se sorprendió cuando llegó, con lágrimas corriendo por su cara, lanzándose sobre él, en lugar de esperar en la cama como le había pedido. Mantuvo la sonrisa, aunque su corazón se aligeró ante esta reacción.
– ¿Qué has hecho? Estás chiflado, ¿lo sabías?- La palidez alteraba la perfección de su piel color café cuando se arrojó sobre él. Estaba furiosa, lloraba incluso mientras le golpeaba, llevada por la adrenalina.
Él atrapó sus puños y la atrajo con fuerza hacia él, abrazándola antes de que pudiera lastimarse a sí misma o a él.
– Cálmate, csitri. No te lastimes.
Ella le dio una patada, enojada una vez más ahora que él estaba a salvo.