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– Nunca me las he pintado.

– Bien, entonces ya es hora de que lo hagas, -dijo Juliette.

– Me parece que Juliette debería intentar lo del pepino, -sugirió Solange.

Juliette le lanzó una almohada.

– En los ojos, en los ojos, -dijo Solange a la defensiva.

– Me pinto las uñas si tú también lo haces, -dijo Jasmine.

Solange sacudió la cabeza.

– De ninguna manera.

Juliette le dio otro codazo.

– Solange tiene miedo de que creamos que es una chica pretenciosa. Una pequeña loca por la moda.

– ¡Hey! -MaryAnn logró parecer ofendida.- ¿Qué hay de malo en eso? Yo pateé el trasero de un vampiro. Y me veía perfecta haciéndolo. -No mencionó que entonces llevaba pelaje en ese momento. Mostró sus uñas.- Y sólo me rompí una.

– Tus uñas son largas -dijo Jasmine con admiración-. Las mías se rompen todo el tiempo.

– Porque no tienen esmalte. Venga, Jasmine. Solange me dejará pintarle las uñas de los pies. Podrá taparlos y así nadie lo sabrá. En cierto modo es como llevar ropa interior ultra sexy y que nadie lo sepa. Te hace sentirte guapa, pero tú eres la única que lo sabe.

Juliette frunció el ceño.

– ¿Ropa interior? ¿Quién lleva puesta ropa interior?.

– ¡Eh! -Solange le lanzó la almohada-. Estás muy mal.

– Vale -dijo Jasmine-. Tengo que estar de acuerdo con Solange en esto. Es demasiada información. Nunca seré capaz de mirarte otra vez sin imaginarme… -Se interrumpió, haciendo una mueca.

Solange realmente sonrió. Una sonrisa genuina. Cambió por entero su cara, encendiendo sus ojos y haciendo que pareciera años más joven.

– Ahora también yo tengo esa imagen en mi cabeza.

Jasmine y ella intercambiaron una mirada, hicieron una mueca y simultáneamente dijeron:

– ¡Puaj!

– Entonces mi misión aquí está completa. He logrado molestaros a las dos. Juliette cruzó los brazos, pareciendo satisfecha.

Jasmine se rió y extendió las manos hacia MaryAnn.

– ¿Si Solange es rosa pasión, que color soy yo?.

Todas esperaron. MaryAnn echó un vistazo a Solange, quien arqueó una ceja.

– Hmm, creo que eres más bien "pastel". -Extrajo otro pequeño bote de su bolso.

– ¡Es rosa! -se pronunció Solange, recostándose contra los cojines.

– No lo es, -dijo MaryAnn indignada. -Hay una sutil diferencia.

– ¿Qué más tienes ahí? -quiso saber Juliette. Examinó detenidamente el bolso con sus filas ordenadas de esmaltes sujetados con lazos-. No me lo puedo creer. Solange, mira esto. -Agarró rápidamente el bolso y expuso el contenido.

Se hizo pequeño y respetuoso silencio.

– ¿Cuántos botes diferentes de laca de uñas tienes? -preguntó Solange.

MaryAnn tomó el bolso y abrió la botella de esmalte rosa pastel.

– Raramente salgo de casa sin al menos diez. Una nunca sabe lo que podría pasar, y una mujer tiene que sentirse bien pase lo que pase. -Emitió un exagerado suspiro-. No tengo ni idea de lo que sería de vosotras tres sin mí.

– Bien -dijo Solange, inclinándose hasta que su nariz estuvo casi dentro del esmalte de uñas mientras miraba como MaryAnn pintaba a Jasmine-, no me las pintaré rosa pasión o pastel, podéis estar seguras.

– Aquí esta. -Juliette cogió el rosa pasión-. Dame el pie, Solange.

– ¡Espera! -Había pánico en la voz de MaryAnn-. No puedes hacerlo de esa manera. Toma. -Sacó dos pequeñas piezas de espuma una morada y otra naranja-. Tienes que usar esto. Separan los dedos del pie.

Solange retrajo el pie y lo escondió bajo ella.

– Retrocede prima, no pegarás nada extraño en mi pie.

– No seas tan niña. -MaryAnn se puso las espumas en sus pies y los levantó en el aire-. Ves. No duele en absoluto. Tengo otro par y no son morados.

Jasmine soltó un grito de placer.

– Mira, Solange, son rosas.

Solange puso los ojos en blanco, pero permitió que Juliette se las pusiera en los dedos de los pies.

– Nunca le digas nada a nadie de esto.

MaryAnn trabajó felizmente en las uñas de Jasmine, que de vez en cuando echaba un vistazo a los dedos del pie de Solange. Juliette se hacía tanto lio que hacía reír a Jasmine con tanta fuerza que apenas podía mantener quietas las manos. MaryAnn miró varias veces a Solange. Parecía relajada y se permitía divertirse. Era un pequeño paso, pero esto todavía debía progresar.

MaryAnn encontró su esmalte favorito y comenzó a pintar sus propios dedos de los pies mientras Jasmine se soplaba las uñas y Juliette permitía que Solange trabajara en ella. De repente Solange se puso rígida y echó un vistazo hacia la puerta.

¿Manolito? MaryAnn sentía su presencia cerca. Ten cuidado con Solange. Ha sufrido un trauma; tanto ella como Jasmine necesitan ayuda. Advierte también a Riordan y Luiz, por favor.

Él la inundó con tranquilidad mientras entraba a zancadas en el cuarto.

– Buenas tardes, señoras. Confío en que estén bien. -Se inclinó y rozó con un beso la cabeza de MaryAnn, fingiendo no ver como Solange se estremecía por su cercanía.

– ¿Cómo esta Luiz? -preguntó Jasmine.

– Está bien. Riordan está con él ahora mismo. Tiene que aprender varias cosas. El vuelo y el cambio al modo de nuestra gente no son tan fáciles como parecen. -Guiñó un ojo a Jasmine-. Bonitas uñas. Me gusta el color.

Ella sonrió.

– Es pastel.

Manolito cogió casualmente el esmalte de uñas de la mano de MaryAnn y se sentó al otro lado de ella, alzándole los pies en su regazo.

– Patrullé la isla, Solange, y vi rastros del jaguar en el lado norte. Los seguí hasta el río. Parece que entró en él. -Hablaba en tono normal, tratándola como a una igual, obligándola a hacer lo mismo con él. Abrió la botella de esmalte y frunció el ceño por el olor.

MaryAnn le dedicó una sonrisa de gratitud por dirigirse a Solange como si no notara que ella apenas podía tolerar su presencia en la habitación. Probablemente habían pasado años desde que Solange había estado en la compañía ocasional de un hombre.

– Tengo el sentido del olfato bastante agudo, -añadió Manolito-, y no pude descubrir al hombre dentro del felino, aunque el rastro era de hace varias horas. ¿Cómo notas la diferencia entre un cambiaformas y un jaguar genuino sin poder explorar su cerebro? No estaba lo bastante cerca como para recoger sus ondas cerebrales.

MaryAnn quiso lanzar sus brazos alrededor del cuello de Manolito y abrazarlo.

He aprendido algunas cosas de entrar en tu mente. Su voz fue una caricia que arrastró las palabras. Los dedos del pie se le movieron, queriendo encogerse, y él pintó con esmalte un dedo en vez de la uña.

Solange había estado mirando el proceso, fascinada por la visión del gran macho cárpato, esencialmente un depredador, pintando delicadamente las uñas del dedo del pie de su compañera. Su boca se retorció y tuvo que apartar la mirada cuando Manolito fulminó con la suya a MaryAnn.

– Quédate quieta.

– Estoy quieta. Tú hiciste aquella cosa.

– ¿Qué cosa? -preguntó Manolito.

Parecer atractivo y magnífico y sonaste como calor en medio de una lluvia torrencial. Compórtate.

Solange carraspeó.

– Cuando viaja el hombre-jaguar por lo general lleva un pequeño paquete alrededor de su cuello. -Su voz sonó baja y ronca como si raramente la usara. No miraba directamente a Manolito, pero no le gruñía. Y seguía trabajando en los dedos de los pies de Juliette, como si fuera lo más normal del mundo-. Con frecuencia cuando salta entre los árboles, frota el bolso en un poco de musgo del tronco o de una rama. Es muy pequeño, pero una vez que uno sabe donde mirar, puede notarlo.

– Cuando regresemos al rancho, tal vez podrías tomarte un tiempo para mostrármelo, -dijo Manolito-. De esa forma cuando patrullemos sabremos lo que estamos buscando. -Su voz fue tan casual como la de Solange. Se inclinó para soplar los dedos del pie de MaryAnn.