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– ¿Sí?

Philip se suavizó el bigote con los dedos.

– Uno que solía trabajar en Broadmoor.

– Volvió muy pronto.

Main tomó la hoja de papel y la miró con atención, después alzó la vista para observar a Alex con expresión preocupada.

– ¿Te dijo algo el capellán sobre… -vaciló- la visita de Fabián?

Alex palideció.

– ¿Cuándo?

– Hace aproximadamente un año.

Ella negó con la cabeza.

– No, excepto… -Hizo una pausa-. Iba a decirme algo, pero no lo hizo. Pareció cambiar de idea, quizá porque estaba escaso de tiempo, pero no lo creo. ¿Estuvo allí Fabián? ¿Para ver a Bosley?

– Fue una visita muy rápida, aparentemente -apretó la colilla de su cigarrillo y sacó otro del arrugado paquete-. Una visita rápida. -Miró de nuevo sus notas, frotó la cerilla y encendió el cigarrillo.

Alex miró las botas negras, otra vez sobre la mesa, y se dio cuenta de que los tacones estaban desgastados por la parte de atrás.

– Al parecer fue mientras el capellán estaba de vacaciones. Tiene un sustituto, un interino… El vicario de Sandhurst, que está autorizado a entrar en la institución… al igual que sus curas. -Hizo girar el cigarrillo en su mano-, Fabián conocía a algunos estudiantes de teología y se las arregló para, en compañía de otros compañeros, hacerse pasar por curas y entrar en Broadmoor. -Levantó los ojos por encima de ella, que le devolvió la mirada, intrigada.

– ¿Por qué entraron?

– Para realizar un exorcismo.

La habitación se oscureció de repente y Alex sintió miedo.

– ¿Y qué ocurrió?

– No se descubrió el engaño hasta que fue demasiado tarde.

– ¿Demasiado tarde?

Main se estremeció.

– ¿No crees que Fabián tenía buenas intenciones? -dijo Alex hablando lentamente-. ¿Que pensaba que actuaba correctamente? ¿No tratarías tú de ayudar a tu padre?

La habitación se estaba quedando fría, terriblemente fría y Alex sentía corrientes de aire que la rodeaban por todas partes.

Black se sentó en el sofá y dejó escapar un aullido ronco y prolongado.

Main jugaba nerviosamente con su cigarrillo.

Alex lo miró asustada, terriblemente asustada.

– Era un buen chico, estoy segura de que trató de ayudarle -pensó en un sótano oscuro y frío, en una mujer encadenada, sentada en el suelo, gimiendo, temblando, y oyó el ruido del gotear del agua-. ¿Quiénes estuvieron allí?

– Fabián, el estudiante de teología, un muchacho llamado Andrew Castle y otro muchacho de Cambridge, que naturalmente no era cura… -Philip estudió sus notas-, alguien llamado Otto von Essenberg.

La habitación pareció resbalar bajo sus pies.

– Está claro -dijo Alex con amargura-. Tenía que ser Otto. Fabián lo seguía siempre como un cordero. -Sacudió la cabeza-. ¿Qué pasó con el exorcismo?

– Trataron de expulsar a los demonios… a los espíritus malignos fuera de la persona a la que habían poseído.

– Suena un poco bárbaro.

– Es bárbaro -aseguró, y alzó las cejas con aire de misterio.- Pero a veces los viejos remedios son los mejores.

– ¿Hablas en serio?

– Hay pruebas de ello, muchacha. Parece ser que dieron buen resultado en muchas ocasiones.

– ¿Dieron buenos resultados en Bosley?

Miró sus notas escritas.

– Cambió su personalidad… y continuó cambiada. Antes siempre fue agresivo y cruel, después se hizo dócil, inseguro.

– ¿No es eso un síntoma de su esquizofrenia?

Philip dio una profunda chupada a su cigarrillo y no dijo nada.

Alex insistió:

– ¿No lo crees, Philip? Seguro que eso es parte de su condición mental.

– Quizá -respondió Main distante.

Alex sintió un escalofrío y vio que Philip la observaba con una expresión de preocupación en el rostro mientras jugueteaba con su bigote.

– Estoy asustada, Philip. -Cerró los ojos y suplicó-: ¡Oh, Philip, ayúdame, ayúdame, por Dios!

– Ya te sugerí que lo dejaras todo.

– ¡No! -Movió la cabeza violentamente-. ¡No!

– Hubiese sido mejor.

Alex lo miró con fijeza.

– Eso es fácil de decir. Fabián no es tu hijo.

Main se levantó y cariñosamente puso sus manos sobre los hombros de ella.

– Pronto estarás bien, muchacha, no te preocupes. ¿Quieres una taza de café?

Alex afirmó en silencio y cerró los ojos; oyó cómo Philip salía de la habitación y escuchó el ruido de la lluvia, como un gotear continuo que despertaba un eco en la estancia, a su alrededor, como en torno de una cámara oscura y vacía.

– Está caliente.

Levantó los ojos y tomó con cuidado la alta taza. Fuera sonó el claxon de un automóvil. Normalidad. Fuera de allí, en algún lugar existía un mundo real, con gente normal y corriente que hacía cosas normales y corrientes. Le hubiera gustado estar fuera de allí, entre aquella gente ordinaria.

– ¿Qué puedo hacer? -preguntó.

– Vete de aquí, tómate unas vacaciones.

– Ni siquiera intentas comprender.

Él sonrió amablemente.

– Lo hago, puedes creerme.

– Nada cambiará si yo me voy; todo volverá a ser igual cuando regrese. -Sintió que el miedo y la desesperación se apoderaban de ella.

El se dejó caer de nuevo en su butaca.

– ¡Oh!, querida, muchacha -exclamó Philip-. ¡Querida…!

Alex buscó un pañuelo al ver que las lágrimas corrían por sus mejillas, sorbió y se limpió la nariz.

– Otto dijo que Saffier no lo sabía.

– ¿No lo sabía? -preguntó Philip intrigado-, ¿Qué era lo que no sabía?

– No sabia nada de Bosley, de su situación mental. Era sólo un estudiante normalmente sano. Nada de lo sucedido ocurrió hasta mucho tiempo después del nacimiento de Fabián.

– ¿Cómo lo descubrió?

– Fue Otto… -Hizo una pausa, de repente, como si una cortina se hubiera cerrado en su mente-. Fue Otto -repitió, y sus palabras sonaron como un eco-. Yo… eh… -Pero había olvidado lo que había estado a punto de decir.

Pareció como si la temperatura en la habitación descendiera aún más. Tomó un sorbo de café y suspiró de nuevo. Philip encendió otro cigarrillo y expulsó el humo por la nariz. Alex observó el vapor que se elevaba de su taza de café.

– Si un exorcismo tiene éxito, Philip, ¿qué sucede con el espíritu, el demonio o lo que sea que es expulsado? -Se estremeció al sentir que un escalofrío recorría su cuerpo.

Philip comprobó la temperatura de su café con el dedo y se quedó mirando la taza con aire preocupado.

– Tiene que buscar un nuevo anfitrión, un nuevo cuerpo que lo reciba.

– ¿Alguien con el mismo plano genético?

– Es una posibilidad. -Volvió a comprobar su café-. Hay una escena en la Biblia… Jesús expulsando a los demonios. Cristo los manda refugiarse en un cerdo.

– Yo no vi cerdos en Broadmoor.

Philip la miró fijamente y Alex sintió que su rostro se enrojecía; la mirada de Philip era penetrante, como si quisiera llegar muy dentro de ella, hasta el sanctasanctórum más íntimo de su mente. Él comprendió su comentario.

– Quizá sí, muchacha -dijo.

– Eso podía explicar muchas cosas, Philip.

– Quizá sí -aceptó-. Es un verdadero trabajo averiguarlo.

– Todo es difícil de averiguar y requiere mucho trabajo.

Main afirmó y de nuevo pareció preocupado.

– Debes ir con cuidado con tu médium -dijo de repente.

Alex lo miró.

– ¿Por qué?

– A veces pueden resultar peligrosos.

Alex trató de leer en su rostro pero le resultó imposible.

– ¿Qué quieres decir con ese «peligrosos»?

– Su deseo de enfrentarse con cosas -hizo una pausa- de las que ni ellos mismos están seguros.

Alex se limpió la nariz y volvió a sorber de nuevo.

– Tú lo sabes, ¿verdad, Philip? Tú lo sabes todo.