Mientras Jo escuchaba la historia, pensó en el desastroso matrimonio de sus propios padres. Las circunstancias habían sido distintas, pero el resultado final también había sido el de una pareja que se había distanciado.
– ¿Y no crees que ambos eran igualmente culpables de que la relación entre ellos se deteriorara?
– Oh, sí, desde luego -asintió Dean-. En eso mismo estaba pensando mientras cenábamos con Iris y Frank. Mi madre tendría que haber insistido en que se merecía más atención, y mi padre debería haber estado más pendiente de la necesidad de cariño y apoyo de su familia. Sin embargo, tenía tanto miedo a ser tan pobre como su propio padre y a tener que dejamos tirados, que le resultaba imposible descuidar un minuto su negocio, incluso a costa de nuestra felicidad -los ojos de Dean buscaron los de ella, y Jo pudo entrever en sus iris verdes unas emociones que no pudo descifrar del todo-. Mi mayor temor es acabar siendo como mi padre, igual que le sucedió a él con mi abuelo. Parece que es un círculo vicioso, ¿verdad?
Comparando lo que Dean le había contado de su progenitor con lo que había visto en él durante las escasas pero intensas horas que habían compartido.
Jo no podía imaginar que un hombre tan sensible, ético y cariñoso como aquel llegara nunca a convertirse en alguien como su padre, y mucho menos como su abuelo.
– No creo que eso suceda jamás, Dean. Además, tú cuentas con una ventaja sobre ellos: estás luchando por ser distinto, por hacer lo correcto.
– Pero ya sucedió, Jo -murmuró Dean en un tono pesimista y avergonzado-.Antes de tomar las riendas de la compañía llevaba una vida sin demasiadas preocupaciones, salía con mis amigos, e incluso era un poco rebelde, pero después… Puede que sea cierto, como quiero pensar, que me he visto absorbido por el trabajo debido a que me sentía presionado y culpable, pero por culpa de esa actitud perdí a la chica con la que estaba prometido, porque era incapaz de compaginar nuestra relación y las exigencias de la empresa.
Jo inspiró y retuvo el aire por la sorpresa. ¡Había estado comprometido! Era como si un rayo la hubiese golpeado, y después sintió en su interior un picotazo de celos hacia aquella desconocida que había sido algo importante en la vida de Dean. Esa reacción la dejó totalmente descentrada, porque para ella era algo totalmente nuevo; nunca había sentido celos por un hombre. Lo cierto era que le parecía ridículo y reprochable tener celos de aquella mujer, sobre todo cuando no tenía derecho, porque ella era solo algo temporal en la vida de Dean.
– Tal vez simplemente no te había llegado aún el momento de sentar la cabeza y casarte -le dijo con más calma de la que sentía en ese instante.
– Es posible, pero al echar la vista atrás, no importa por dónde lo mire, llegué a parecerme más a mi padre de lo que me atrevo a admitir -dejó escapar un profundo suspiro, como si quisiera expulsar de sí ese sentimiento de auto culpabilidad-. Sacrifiqué a la mujer que amaba por un negocio que me ha consumido tanto como lo hizo con mi padre. De hecho, los tres últimos años los he pasado preocupándome únicamente del trabajo, excluyendo todo lo demás. Quiero recuperar mi antigua actitud ante la vida, y estoy dispuesto a cambiar las cosas para lograrlo.
Jo lo miró con cariño.
– Estoy segura de que así será, porque te lo mereces, Dean.
– Todos deberíamos ser fieles a nosotros mismos -contestó él mirándola fijamente a los ojos. Cuando la miraba de ese modo, era como si conectara con ella de una manera que hacía que todas las emociones ocultas que había en ella salieran a la superficie-. ¿No piensas igual, Jo?
La joven tragó saliva, porque de pronto se notaba un nudo en la garganta. Por alguna razón, le pareció que Dean, con aquella pregunta, quería referirse a ellos dos.
– Yo… Sí, creo que todo el mundo se merece esa oportunidad.
Sin embargo, a diferencia de él, Jo no sabía lo que j, quería de la vida aparte de su trabajo, que la llenaba y la hacía sentirse útil. Lo cierto era que no se atrevía a correr el riesgo que implicaba el abrirse a los demás, porque tenía miedo de perder una parte integrante de su alma, como le había ocurrido con su compañero, Brian. Él había sido el único de sus colegas que la había creído tan capaz como a cualquier hombre, se había convertido en una de las personas en quien más confiaba, y la había ayudado incluso a tener confianza en sí misma… hasta la noche en que el destino puso a prueba su valor, y Brian había pagado con su vida.
Jo sintió que el pecho se le ponía tirante por el fa familiar dolor de la pérdida. No quería volver a experimentar esa clase de sacrificio emocional nunca más. Y, siendo así, sintiéndose incapaz de volver a entregarse por completo, de abrirse a nadie, ¿podría jamás ser fiel a sí misma como Dean le estaba preguntando? Era una pregunta espinosa, considerando que ya no se fiaba de sus sentimientos en el plano de lo personal. Para ella era más sencillo, más seguro, mantener su existencia cuidadosamente controlada, y no permitir que nadie se acercara a ella lo suficiente como para que pudiera leer las dudas en su corazón, la culpabilidad que acarreaba, y la vulnerabilidad que se ocultaba tras la fachada de mujer dura e independiente.
Se había hecho un prolongado silencio entre los dos, que se vio roto en ese instante por un trueno. Era obvio que no había nada más que decir, así que Dean se puso de pie, se quitó la camiseta y se desabrochó los vaqueros.
– Voy a darme una ducha caliente de al menos un cuarto de hora -le dijo bajándose los pantalones y sacándoselos.
La mente de Jo sufrió una sobrecarga sensorial, y fue como si el aire se escapara de golpe de los pulmones. Tras lo ocurrido en la parte trasera de la camioneta, Dean no había vuelto a ponerse los calzoncillos, de modo que allí estaba, completamente desnudo ante ella, luciendo una excepcional sonrisa en los labios. Parecía una de esas personas que frecuentan las playas nudistas, cómodo con su desnudez. «¿Y por qué no iba a estarlo?», pensó Jo. Después de todo, tenía un cuerpo maravilloso, que daba la impresión de estar hecho para el sexo y el pecado.
Jo alzó la vista hacia un territorio más seguro: su rostro. Aunque no le había preguntado directamente si quería unirse a él, la invitación estaba escrita en sus ojos verdes, inequívoca. Estaba claro que quería que lo acompañara, pero le dejaba a ella la decisión, tal vez porque no quería empujarla más allá de lo que estuviera dispuesta a dar.
Jo sonrió, apreciando su tacto, su sensibilidad, porque la verdad era que ya no sabía dónde poner los límites con él. Aquella idea la asustó, y sintió que su mente se inundaba de confusión, y que en su interior el corazón y el cerebro jugaban al tira y afloja. Lo que había comenzado como una forma de saciar el deseo mutuo se había convertido en una agridulce ansia que amenazaba con derrumbar las barreras que había levantado tras la muerte de Brian.
Dándose cuenta de que estaba a punto de ceder, tomó el teléfono móvil como quien se aferra a un clavo ardiendo.
– Tengo que llamar a Cole para decirle cómo va todo.
Dean asintió, aceptando su excusa con dignidad, como si comprendiera la necesidad de privacidad de Jo para hablar con su hermano.
– Si me necesitas para algo, ya sabes dónde encontrarme -le dijo guiñándole un ojo.
Jo se mordió el labio inferior mientras lo veía alejarse, y no pudo remediar quedarse admirando los anchos hombros, la suave espalda, y el sexy y bien definido trasero. Finalmente desapareció por la puerta del cuarto de baño, y segundos más tarde se escuchó el ruido del agua cayendo.
Alejando de su mente las más provocativas imágenes, porque la joven sabía muy bien adónde la conducirían, marcó en su móvil el número para escuchar los mensajes. En efecto eran de Cole, y nada más empezar a escuchar el primero, Jo contrajo el rostro ante su brusco tono.