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Jo abrió la blusa y dejó que se deslizara por sus brazos y que cayera al suelo.

– ¿Qué te parecería a ti tener por esposa a una cazarrecompensas? -contestó desabrochándose el sostén de encaje. Se lo quitó dejando un brazo posicionado estratégicamente delante de sus senos, cubriéndolos.

– Bueno, he de admitir que la idea no me enloquece, precisamente -confesó Dean, frunciendo el ceño al ver que ella no le dejaba vislumbrar del todo sus pechos desnudos-, pero podemos encontrar el modo de alcanzar un acuerdo, estoy seguro. ¿Qué te parecería tener un compañero en tus viajes por carretera?

– Me encantaría -dijo Jo echando a un lado las sandalias. Se dio la vuelta, dándole la espalda y se desabrochó los vaqueros. Fue bajándose lentamente los pantalones con un sensual contoneo de caderas, y lo miró candorosa por encima del hombro. Lo encontró con la mirada fija en su trasero, y sonrió al ver la reacción que su striptease estaba provocándole en la entrepierna-.Al menos, hasta que empecemos a formar una familia.

Dean la miró sorprendido.

– ¿Te gustaría tener hijos?

Jo acabó de bajarse los pantalones del todo, sacándoselos al fin. Se giró para mirarlo a los ojos, vestida sólo con unas braguitas blancas de encaje, y las palmas de las manos tapando sus senos.

– Sólo contigo.

El corazón de Jo latió apresuradamente ante la mirada amorosa de Dean, y sintió que su deseo por él empezaba a crecer.

– Déjame verte, Jo -murmuró Dean con voz ronca.

Pero ella volvió a darse la vuelta y enganchó los pulgares en el elástico de las braguitas.

– A-a, por esto lo llaman striptease… -empezó a bajárselas poco a poco. Cuando se las hubo quitado, las arrojó por encima del hombro, y fueron a caer justamente sobre la enorme erección de Dean-. ¡Diana! -exclamó divertida.

Dean rió. Tomó las braguitas y las refregó contra su mejilla, inhalando el aroma de Jo y gimiendo.

– Dentro de un rato te daré tu merecido.

– Eso espero -replicó ella sin ningún pudor. Y finalmente se volvió para regalarle la vista.

Los ojos de Dean la devoraron ansiosos. Se sentía increíblemente femenina y deseada, mientras avanzaba hacia él, contoneándose. Se inclinó para agarrar el elástico de sus calzoncillos y se los quitó.

Se arrodilló frente a las piernas abiertas de Dean, y cerró los dedos en torno a su miembro, volviéndolo loco con sus caricias, tomándolo después en la boca y lamiéndolo sensualmente hasta que él le rogó que se detuviera y la hizo incorporarse.

Jo se colocó a horcajadas sobre él, que la sujetaba por las caderas. Jo estaba tan dispuesta que Dean se deslizó por completo dentro de ella, entre sus pliegues cálidos y húmedos, de modo que quedaron perfectamente ajustados y gimieron al unísono.

Dean colocó las manos en la espalda de Jo para atraerla más hacia sí y ella murmuró contra sus labios:

– Feliz cumpleaños, Dean -y movió las caderas rítmicamente contra las de él, enviándolos a ambos a un mundo de estáticas sensaciones.

Cuando Dean y ella hubieron recobrado el aliento, él alzó la cabeza y le dirigió una sonrisa, de la que Jo pensaba que jamás se cansaría.

– Es usted culpable de un delito de robo, señorita Sommers -le dijo en un tono juguetón-. Por ello, tendré que detenerla y mantenerla presa.

Jo sonrió también.

– ¿Cómo es eso?

Dean la besó suavemente.

– Porque me has robado el corazón. Y tu condena será… Ser para siempre mi esposa.

Y esa era una condena quejo estaba más que dispuesta a cumplir.

Janelle Denison

***