– ¿Vas a trabajar aquí?
– Pues claro -contestó ella, poniéndose colorada.
– Se pone colorada y mi hermano dice que intentará volver esta noche -murmuró Ash entonces. Y, después de eso, se puso a canturrear Love Is in The Air.
– Ashley -dijo ella, con tono de advertencia.
– ¿Qué?
– Nada.
– Perdona, ¿me estoy metiendo donde no me llaman?
No había respuesta para esa pregunta, claro. Evidentemente, creía que había algo entre Ty y ella. ¿Pero cómo iba a haber nada? Se habían visto tres veces y las dos primeras Tyrell Allardyce no había sido precisamente amable con ella. Y como no podía contarle la verdad, que estaba allí para hacerle compañía, tampoco podía hacer nada para disuadirlo de tal idea.
Cuando por fin terminaron de limpiar el establo y Mickie Yates se había llevado los muebles, Ash parecía estar de muy buen humor.
– Bueno, voy a buscar a Ruby -dijo Phinn.
– ¿Quieres que te lleve?
– No, no hace falta, iré dando un paseo. Pero podrías comprobar si hay latas viejas o hierbas venenosas en el corral.
Ty le había dicho que estaba en buenas condiciones y confiaba en él, pero al menos así Ash tendría algo que hacer.
En los establos, Phinn fue recibida por una sonriente Geraldine, que se ofreció a darle paja y heno para su yegua.
– Te lo doy por el precio que pagué yo, ni un céntimo más.
Sintiéndose animada, Phinn fue a buscar a Ruby.
– Hola, cariño. Tengo una sorpresa para ti.
A pesar del paseo hasta Broadlands Hall, Ruby no tenía mucho apetito y, después de quedarse un rato con ella para que se acostumbrase a su nuevo hogar, Phinn se dirigió a la casa. Entró por la cocina, donde la señora Starkey estaba pelando patatas.
– Ya he preparado tu habitación.
– No debería haberse molestado, señora Starkey. Podría haberlo hecho yo…
– No ha sido ninguna molestia, al contrario -sonrió el ama de llaves-. Normalmente la cena es a las ocho, pero te he hecho un bocadillo, por si acaso. O pondrías tomar un plato de sopa…
– No, con un bocadillo me conformo, gracias -sonrió Phinn-. Lo que necesito ahora es darme una ducha.
La señora Starkey se secó las manos en el delantal.
– Ven, voy a enseñarte tu habitación. Ashley ya ha subido tus maletas y he guardado las cajas en el trasero.
– Muchas gracias. ¿Sabe dónde está Ash?
La señora Starkey dejó de sonreír.
– Creo que ha ido a dar un paseo. No ha querido comer nada y apenas ha probado el desayuno. Yo no sé… -suspiró, más para sí misma que otra cosa.
Phinn no sabía qué decir, pero se salvó de tener que responder cuando el ama de llaves abrió una puerta en el piso de arriba.
– Ésta es tu habitación. Espero que te guste.
– ¡Es preciosa! -exclamó Phinn.
Y lo era.
– Bueno, te dejo sola para que te duches. Voy a hacerte el bocadillo.
Phinn se quedó parada en medio del dormitorio de techos altos que parecía más la suite de un hotel. Una de las paredes estaba ocupada por armarios empotrados, con una cómoda de cedro entre ellos… allí había mucho más espacio del que ella necesitaría nunca para guardar su ropa, pensó.
La cama era de matrimonio, con un edredón en tonos crema y dorado. Al pie de la cama había una otomana y, frente a ella, una chaise-longue con una mesita redonda a un lado. ¡Era un dormitorio de ensueño!
Recordando su habitación fría y húmeda en la granja Honeysuckle, donde estaría en aquel momento si Ty no le hubiese ofrecido alojamiento en Broadlands Hall, Phinn no podía creer lo que veía. Y ella había pensado que el establo de Ruby era lujoso…
Perpleja, y pensando que no querría irse de allí en seis meses, Phinn fue a inspeccionar el cuarto de baño. Y, por supuesto, no se llevó una desilusión.
Más fresca después de darse una ducha, se vistió a toda prisa y, pensando llevar a Ruby al corral, salió de su nueva habitación.
– ¿Te o café? -le preguntó la señora Starkey cuando pasó por la cocina.
– No, en realidad iba a llevar a Ruby al corral para que corriese un poco. Pero tomaré un vaso de agua.
– ¿No prefieres un zumo?
– Sí, gracias, un zumo sería estupendo.
El ama de llaves le había preparado un bocadillo, que envolvió en una servilleta de papel para que se lo llevara con ella.
– Gracias, señora Starkey.
De repente, la vida era maravillosa y Phinn se dio cuenta de que, por primera vez desde la muerte de su padre, se sentía contenta. ¿A quién tenía que darle las gracias por ello, a Ty, a Ash, a la señora Starkey?
Afortunadamente, cuando llegó al establo comprobó que Ruby había comido algo de su pienso especial, de modo que la llevó al corral y se sentó en la valla para comer el bocadillo mientras la yegua inspeccionaba su nuevo patio de juegos.
Un rato después, cuando vio que Ruby se encontraba cómoda, decidió ir a buscar a Ash. Según la señora Starkey estaba dando un paseo, pero había pasado más de una hora. Cuando se acercaba a la piscina vio algo azul entre los árboles. Si no recordaba mal, Ash llevaba una camisa azul esa mañana…
¿No sería mejor dejarlo en paz?, se preguntó.
Pero ella estaba allí precisamente para hacerle compañía, pensó luego. De modo que dio un paso adelante, haciendo ruido a propósito, pero cuando llegó a su lado y lo vio sentado sobre una piedra, con expresión ausente, se le encogió el corazón. ¿Cuánto tiempo llevaría allí, sin ver nada más que el rostro de su traicionera prima?
– ¿Te puedes creer que haga un día tan precioso?
– Ah, hola, Phinn. ¿Ruby ya está instalada?
– Sí, ya está instalada. Y el corral es maravilloso.
– Me alegro.
Phinn se sentó a su lado.
– ¿De verdad tú te encargas de gestionar la finca?
– En realidad, no hay mucho que hacer.
– ¿Tú crees? El otro día, cuando pasaba por el bosque de Pixie me di cuenta de que había que cortar algunos árboles viejos y plantar unos nuevos.
– ¿Dónde está el bosque de Pixie?
Phinn decidió aprovechar la oportunidad.
– Podríamos ir mañana, ¿te parece?
– Sí, claro -murmuró él-. ¿Sabes algo de Leanne?
– No, no sé nada de ella. No estamos en contacto. Con los parientes, a veces las cosas son así. No los ves nunca salvo en las bodas y en… -Phinn no terminó la frase.
– Lo siento, no quería recordártelo -se disculpó Ash-. Venga, vamos a ver qué tal lo está pasando Ruby en su nuevo corral.
Poco después Phinn estaba de nuevo en su habitación. Y cuando iba a guardar sus cosas en la cómoda le sorprendió encontrar un sobre con su nombre en uno de los cajones. Al abrirlo, comprobó que era un cheque firmado por Tyrell Allardyce con lo que, presumiblemente, era su primero sueldo.
Phinn se puso colorada al pensar que Ty debía conocer su ruinosa situación económica. Y que la cantidad fuese más de lo que ella había esperado dejaba bien claro lo importante que Ash era para su hermano.
Pensando que, como acompañante, seguramente tendría que cenar con Ashley, Phinn decidió ponerse unos pantalones blancos y una blusa azul.
Le parecía como si hubieran pasado años desde la última vez que se puso algo más que crema hidratante en la cara, pero se le ocurrió que un poquito de colorete y algo de brillo en los labios no sería mala idea. Pero por qué, mientras se aplicaba el colorete, no dejaba de pensar en Ty Allardyce, no tenía ni idea.
No lo había visto desde el día anterior y tampoco sabía si volvería a casa aquella noche. ¿Cenaría con ellos?, se preguntó. ¿Pero qué le importaba a ella si Ty aparecía o no?
Un golpecito en la puerta interrumpió sus pensamientos. Y cuando, al abrir, se encontró precisamente con el hombre en el que estaba pensando, de repente se sintió tímida.