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– Mi padre me llevará a la cita -y sin poder evitarlo le replicó con amargura-. Ya debe estar bastante molesto con lo que le has hecho, sin que yo añada a ello el quitarle el placer de acompañarme a mi última cita -al ver cómo Grant alzaba la vista hacia el techo, añadió-: Mi padre ha estado esperando tanto por esta última visita al médico como yo.

De pronto él le soltó el brazo.

– Está muy lejos de mi deseo el privarlo de cualquier anhelo -le declaró y se dio vuelta para abrir la puerta.

Mientras cerraba la puerta, una vez que él salió, Devon pensó que ése había sido el momento más sarcástico de Grant; no sólo estaba lejos de no desear privarlo de nada, sino que, además, estaba a punto de privarlo de su libertad.

Pero al regresar al comedor comprendió que nunca había estado más equivocada.

– Pensé que preferirías que te dejara acompañar a Grant hasta la puerta -le dijo Charles Johnston sonriendo feliz, al ver cómo se sonrojaba.

Aquí hay algo raro, pensó. No parecía deprimido en lo más mínimo.

– Este… ¿Grant estuvo contigo mucho tiempo? -le preguntó, esperando su respuesta.

– Estaba revisando el trabajo que hice -le respondió, después de un rato. Entonces su sonrisa se hizo todavía más amplia, estaba bastante feliz para no contárselo todo-. Tan pronto como haya terminado este trabajo regresaré a mi viejo empleo.

Esa noche, en la cama, Devon lloró. Se dijo que no era más que el alivio que sentía de la tensión que la había dominado desde el regreso de Suecia, pero sabía bien que no era cierto. Grant había sido mucho más generoso de lo que pudo pensar; sin hacerle pagar la deuda que tenía con él, le dijo a su padre que terminara el proyecto en el cual estaba trabajando y que, aunque posiblemente en estos momentos no hicieran la planta nueva, le interesaba mucho su opinión sobre ese asunto.

Lloró de nuevo al recordar lo que su padre le había mencionado, con esa mirada llena de felicidad.

– Le dije a Grant que esperaba terminar los cálculos durante el fin de semana y él me contestó, como si fuera la cosa más natural del mundo: "Entonces, dentro de una semana, a partir del lunes, espero verlo de nuevo en su escritorio, Charles". Cuando lo miré sorprendido, me estrechó la mano y me dijo: "Ya ha sufrido bastante, hombre".

¡Oh, Grant! se dijo llorando y sintiendo que lo amaba aún más. Debió haberlo conocido mejor y no lo había hecho. Debió darse cuenta de la forma en que la trató, cómo la había hecho descansar, incluso en contra de su voluntad, a pesar de lo mucho que le dolió que su padre rompiera la confianza que él y su padre le habían depositado; existía una bondad en él que compensaba su dureza.

Esa noche, su mente estaba tan llena de Grant que, al levantarse la mañana siguiente, se dio cuenta sorprendida de que, aunque le pareciera imposible, ni en un solo momento había recordado que hoy tenía que ir a la consulta del doctor McAllen.

En ocasiones anteriores, cuando tenía que ir al médico, siempre pasaba la noche sin dormir, pero ahora tuvo que reconocer que la noche anterior la había dedicado por completo a Grant, sin haber tenido tiempo de recordar su cita de las cuatro de la tarde.

Su padre se reunió con ella en la cocina a la hora de la comida y, cuando se levantó para regresar al trabajo, esperó que le mencionara si él pensaba acompañarla a la clínica; al ver que no lo hacía tuvo la impresión de que, a pesar de lo mucho que la quería, se había olvidado de ella.

– Me iré a las tres y cuarto -le comentó, para recordárselo. Hubo un momento en que le pareció que se sentía incómodo y añadió-: Ya soy una persona mayor, papá, ¿te importaría que fuera sola?

Él la miró con seriedad y después le dijo con tono sincero.

– Quiero lo que tú desees, Devon.

Lo besó, diciéndole que regresara a trabajar, comprendiendo que el motivo por el que prefería quedarse trabajando en vez de acompañarla a su última cita era que como no podía pagar a Grant lo que le debía, deseaba demostrarle el interés que ponía en el trabajo.

Mientras esperaba su turno para ver al doctor McAllen, no podía dejar de pensar en aquella palabra: "pagarle". Cada vez se sentía más preocupada por lo que le debían a Grant.

– Hola, Devon -le dijo el doctor McAllen cuando, apretando nerviosa el bolso de mano, entró a verlo-. Vamos a revisarte, ¿quieres?

Al salir del consultorio se sentía llena de felicidad y aún recordaba lo que el doctor McAllen le había dicho.

– Me imagino que no lamentarán no tener que volver a verme.

– ¿Quiere decir que no tengo que volver de nuevo? -le preguntó con voz entrecortada.

Consciente de su nerviosismo, le había sonreído.

– Estás completamente sana -le aseguró-. El doctor Henekssen te realizó una magnífica operación, Devon… tienes que estarle muy agradecida.

Lo primero que tendría que hacer sería escribir al doctor Henekssen la mejor carta de agradecimiento que nunca hubiera recibido. El doctor McAllen tenía razón, tenía mucho que agradecerle, pensó al llegar a un parque lleno de flores de colores brillantes y alegres, tal como se sentía ella.

Y no sólo a él, pensó, mientras se sentaba en un banco; también al doctor McAllen. Y a su padre… nunca podría pagarle lo que había hecho por ella, no sólo por todos esos años de cuidados, mimos, comprensión y felicidad, sino ese último y enorme gesto que había tenido hacia ella… el sacrificio de su integridad.

Sentía amor por su padre, pero también gratitud y admiración, pues había demostrado valor para hacer lo que hizo, aunque para los ojos del mundo fuera incorrecto. Tuvo que costarle mucho hacerlo, pero si no hubiera sido por Grant le habría costado aún mucho más.

Sabía que no podría transcurrir mucho tiempo sin pensar en Grant, pero al enterarse por medio de las palabras del doctor McAllen que estaba completamente sana, comprendió que tenía que darle las "gracias" a Grant. Era su obligación, sin embargo él no quería su pago. Sus palabras, rechazándola por haberse lanzado a sus brazos todavía la lastimaban. Y, sin embargo, la noche anterior observó de nuevo esa mirada de fuego en sus ojos cuando le comentó: "Cuando te veo así me siento inclinado a olvidar mis principios".

¿De qué principios hablaba? ¿Era, como le había dicho en una ocasión, que no estaba dispuesto a exigirle el cumplimiento de su compromiso hasta que hubiera visto al doctor McAllen?

No tuvo idea del tiempo que permaneció allí sentada. Estaba envuelta en una confusión que no le permitía pensar con claridad. Comprendía que le debía un acto de agradecimiento a Grant, pero esa gratitud estaba mezclada con pensamientos relacionados con su integridad, pensamientos de que le debía algo más que un agradecimiento, contradichos por otros que le indicaban que su compromiso había quedado cancelado por lo que le había dicho. De todas formas, al recordar la forma en que lo maltrató se dijo: "¿Cómo ir a donde estaba él para decirle que los Johnston siempre pagaban sus deudas?" ¿Y quería hacerlo? Temblorosa, se levantó del banco y se retiró del parque, aún pensando en Grant y en lo que le debía. En ese instante se dio cuenta de que se encontraba en una zona de la ciudad en la que si se dirigía hacia un rumbo iría directamente a su casa, mientras que si tomaba el otro llegaría a la casa que había compartido con Grant.

Lo amo, se dijo y, sin pensarlo más, se dirigió hacía su casa. Durante el resto del camino Devon trató de no pensar. Ya se sentía lo bastante confundida, sin tener que meditar en lo que le diría cuando lo viera. En realidad, no sabía por qué iba a su casa, aunque algo en su interior la obligaba a hacerlo.

Contempló su reloj al llegar a la avenida en donde vivía Grant y se sorprendió al ver que eran las seis y media. El doctor McAllen, como siempre, se había retrasado, pero ¿era posible que hubiera estado sentada en el parque todo ese tiempo?