Выбрать главу

Con su ayuda, Devon se sentó a su lado y, a su pesar, Grant le arregló el vestido y después su propia ropa.

– Ahora -le dijo él, incapaz de soportar otro beso más de sus labios tentadores-, ¿qué te estaba diciendo?

– Este… creo que me dijiste que ibas a pensar con calma. Él le sonrió y Devon sintió que la sangre le corría agitada por las venas, sonriéndole a su vez y alzando hacia él los labios entreabiertos.

– Basta -replicó él, pero se veía tan feliz que Devon se rió a carcajadas. Apartó la vista de ella para poder recuperar la calma, pero no le quitó el brazo que tenía sobre sus hombros-. Aunque preferiría mucho más que pasaras la noche en mi casa, creo que tenemos que ir a tu casa para que le acuestes temprano.

– Sí, Grant -le contestó, enamorada de él, segura de que él también la amaba, para protestar de cualquier cosa que dijera o hiciera. Sin embargo, como el médico acababa de darla de alta, le preguntó-: ¿Por qué acostarme temprano esta noche en particular? Sé que no es lo normal que a una joven se le concedan en un día los dos deseos que tiene su corazón… uno de ellos: estar tan sana como cualquier otra joven y el otro que el hombre que ama la ame a ella -le dijo mirándolo con timidez-, pero…

– Tampoco es normal para una joven comprometerse un día y casarse al siguiente.

– ¿Casarme?

– Espero que no tengas objeción alguna en casarte conmigo mañana.

Enseguida ella hizo un ademán negativo con la cabeza.

– No, pero… pero… ¿no se necesitan tres días para obtener… un permiso matrimonial?

– Hace ya mucho que yo tengo el permiso -le dijo, observando cómo abría enormemente los ojos por la sorpresa-. Pero al verte tan terca y decidida a no casarte hasta que te dieran de alta por completo y amándote como te amo, decidí esperar hasta este día para hacerte saber lo mucho que te amo.

– Oh, Grant -susurró y se inclinó hacia él para besarlo.

El beso se alargó y amenazó con dejarlos fuera de control, hasta que de repente Grant se apartó de ella, diciéndole con tono de burla, intentando recuperar parte del control perdido.

– Bésame así mañana y verás las consecuencias -le dijo haciéndola levantar y dirigiéndola hacia la puerta.

– Vámonos, querida -le dijo-, vámonos de aquí, de regreso a dónde nos espera tu padre.

– ¿Mi padre? -exclamó Devon sintiéndose de repente culpable por haberse olvidado de él durante tanto tiempo-. No tengo la menor idea de lo que me dirá…

– Nos dirá -la interrumpió Grant sonriéndole-. No creo que lo encuentres muy sorprendido, pues anoche le dije que hoy te iba a pedir que te casaras conmigo.

Él había bajado los escalones, pero regresó de nuevo a su lado al ver que se había quedado inmóvil, mirándolo.

– ¡No lo hiciste! -exclamó.

– ¿Por qué crees que no te acompañó hoy? -le preguntó. Se rió divertido al ver la expresión de aturdimiento en su rostro y la besó. Él estaba seguro de que yo iría a esperarte a la salida del consultorio y que en ese mismo momento me declararía -al ver que ella seguía inmóvil y mirándolo con los ojos muy abiertos, la tomó del brazo diciéndole-: ¿Vamos a darle las buenas noticias, querida?

– ¿Buenas noticias? -repitió aún aturdida.

– Te casarás conmigo mañana, ¿no es cierto?

¿Qué podía contestarle? Sólo lo que el corazón le decía.

– Oh, sí exclamó con el rostro resplandeciente de amor, alegría y felicidad-. Oh, Grant -suspiró-, ¡te amo tanto que deseo que ese mañana llegue pronto!

Al subir el último escalón frente a su casa, Grant la tomó en sus brazos y la apretó contra él. La besó con ternura en la frente y le dijo con voz ronca:

– Todas tus mañanas van a ser muy felices, mi amor, te lo prometo -le juró.

Jessica Steele

***