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Ella valoraba la honradez tanto como su padre, pero comprendía que cualquier cosa que él hubiera hecho no había sido para beneficio suyo. Claro que había culpa, pero en realidad no le correspondía a él, sino a ella. Sólo ahora comprendía su comportamiento. ¿Cómo no había aprendido a aceptar su destino?

– Oh, papá -le dijo con tono cariñoso, deseando, necesitando ayudarlo en estos momentos tan terribles para él. Había olvidado por completo la existencia de Harrington; en lo único que podía pensar era en su padre, en cómo debería estar sufriendo en ese instante su orgullo, su respeto de sí mismo-. ¿No… creías que se darían cuenca?

– Pensé… pensé que lo había hecho de forma muy inteligente. Sabía el riesgo que corría, pero…

– Pero pensaste que por mí valía la pena correrlo -terminó por él, haciendo todo lo posible para no llorar, para no hacerlo sentir peor.

– Pensé que tenía muy buena posibilidad de que el… -Devon se estremeció al ver el esfuerzo que le costaba a ese hombre de tantos principios decir la palabra-, robo no se descubriera.

Devon se sobresaltó.

– ¿Pero fue descubierto?

– Mucho antes de lo que imaginé -le contestó él.

Al escuchar sus palabras, recordó aquella primera vez que vio a Grant Harrington, la primera vez que había estado en su casa.

– ¿Confiabas en que yo hubiera salido del país antes de que lo descubrieran?

– Recibí la mayor sorpresa de mi vida cuando abrí la puerta aquella noche y vi a Grant Harrington parado allí -le confesó-. Durante un momento no supe qué pensar, más bien no pude hacerlo, pues de lo contrario nunca lo habría hecho pasar a la sala en donde tú estabas.

– ¿Vino a decirte que sabía que habías tomado dinero de la empresa?

Él hizo un ademán negativo con la cabeza.

– Yo había sido un poco más inteligente -le contestó, bastante deprimido-. Las… las irregularidades… en la sección financiera habían sido descubiertas, aunque en ningún momento me señalaban como culpable. Sin embargo, al ver que era Grant en persona el que venía a verme, supe que él sospechaba de mí. Pudo haber enviado a otras personas para discutir esas irregularidades que habían aparecido sólo porque, para mi desdicha, se había tomado una decisión repentina de cambiar a un sistema más sofisticado de trabajo.

– ¿Cómo supiste que Grant Harrington sospechaba de ti cuando lo viste en la puerta?

– Tú no puedes recordarlo, pero el padre de Grant y yo fuimos muy buenos amigos en los viejos tiempos. Yo respetaba a su padre -le dijo y no pudo dejar de adivinar el dolor que sentía él, mientras callaba un instante, antes de añadir con voz muy baja-, y él a mí; Grant lo sabía. De vez en cuando, él y yo charlábamos y la mayor parte del tiempo hablábamos de su padre. Creo que me consideraba como una especie de vínculo con el recuerdo de su padre a quien amaba mucho -se aclaró la garganta de nuevo y añadió-: Grant Harrington vino personalmente esa noche no por el respeto que sintiera por mí, sino por su padre muerto. Sabía que era lo que su padre hubiera esperado que hiciera, a pesar de lo que le desagradaba.

Cuando terminó de hablar se produjo un largo silencio, durante el cual Devon recordó aquella noche. Sólo ahora comenzaba a tener significado para ella la forma dura y descortés con la cual la había tratado Grant Harrington. Él había venido aquí por la sospecha de que su padre era un ladrón y ella le había confirmado lo que pensaba. Había visto las maletas en el vestíbulo, y seguramente eso había aumentado sus sospechas, antes de que ella le dijera que se iba de viaje y, sin darle importancia, que quizá se quedara un par de meses en Estocolmo. Con toda seguridad se había imaginado que pensaba hospedarse sólo en los mejores hoteles. El sueldo de su padre era alto, pero no lo suficiente para que estuviera divirtiéndose por ahí durante un par de meses, hospedándose en los mejores hoteles cuando lo deseara… y él lo sabía muy bien.

Ahora comprendía que Grant Harrington, conociendo la honradez de su padre había pensado que ella, por su afición a divertirse, era quien lo había convertido en un ladrón. ¡Por eso la había tratado con tanta brusquedad! El respeto que había sentido hacia su padre quedó manchado… y por culpa de ella.

Al verlo hundir la cabeza entre las manos, regresó a la realidad. Contuvo el deseo de ir hacia él y abrazarlo, comprendiendo que no resolvería nada con ello, sólo asegurarle que seguía pensando que era el padre más maravilloso del mundo, pero ese cariño que le profesaba se lo demostraría después. Lo más importante por ahora era buscar la manera de ayudarlo a salir del problema.

– Dijiste que al ver a Grant Harrington en la puerta supiste que sospechaba de ti -le dijo, haciendo un esfuerzo para volver al tema-. ¿Tenía algún motivo en particular para pensar que fueras tú el culpable?

– Él no es ningún tonto, Devon -le contestó-. Grant sabía que si alguno de sus empleados podía realizar un desfalco manipulando cifras, del tipo que acababa de descubrirse, lo más probable era que fuera yo, pues no había ninguno que tuviera mi capacidad.

– ¿Vino a acusarte?

Él hizo un movimiento negativo.

– Sólo me presentó los hechos y me preguntó si yo podía darle alguna explicación.

– ¿Le dijiste que no podías?

– Traté… de irme por la tangente, pero él lo sabía. Yo sabía que él sospechaba de mí, aunque no me suspendió de inmediato.

– ¿Suspenderte?

– No podía hacer otra cosa. Vino a verme hace dos semanas, un sábado por la noche, para decirme que no fuera más a la oficina hasta que me avisara.

Devon nunca se había sentido tan mal en su vida. Todo el tiempo que había estado en Suecia, su padre había estado aquí, haciendo frente solo al problema… ¡y todo por ella!

– Tú has servido muchos años a la empresa -le comentó, tratando de no ver lo injusto de su posición, buscando hacerlo salir de su desesperación.

– Y me pagaron por ello -le contestó él, aún leal a la compañía a la que había robado-. Además, tengo mucho que agradecer a Grant Harrington.

– ¡Agradecido… a él!

– Sí, agradecido. Le habría sido mucho más fácil enviar a otro a suspenderme… y habría estado justificado ese procedimiento. Esta noche pudo haber enviado a alguno de los jefes con los que trabajo para despedirme y recoger las llaves de la oficina.

– ¿Es eso lo que hizo… te despidió? -le preguntó, a punto de llorar ante lo que había tenido que sufrir por su culpa.

– No podía hacer otra cosa -le contestó-. La evidencia en mi contra es irrefutable.

– Oh, querido -gimió y, quitándose los zapatos, corrió a su lado, sentándose sobre el brazo del sillón y pasándole un brazo por los hombros, mientras le preguntaba-: ¿Qué va a suceder ahora?

– No me lo dijo -le contestó suspirando-. Sólo me pidió las llaves y me dijo que se había terminado la suspensión… junto con mi trabajo.

Devon se secó las lágrimas con el dorso de la mano, alegrándose de que al estar inclinado no pudiera verla. Oh, cuánto tenía que quererla para ponerla por encima del honor que valuaba tanto, pensó, sintiendo de nuevo deseos de llorar.

– ¿Él no… no te denunciará?

– Tendrá que hacerlo -fue su única respuesta.

– Pero… su padre te respetaba.

– En los negocios no hay sentimientos, Devon -le dijo con serenidad-, Grant se ha comportado mucho mejor de lo que yo hubiera podido esperar, al venir a verme personalmente en varias ocasiones, cuando desde la primera visita, estoy seguro de que sabía que era culpable.

Se quedaron callados de nuevo, mientras Devon pensaba si Grant Harrington dejaría libre a su padre, si alguien, si ellos pudieran devolver el dinero. ¿Pero cómo? Sabía que se trataba de varios miles. Ignoraba la cifra exacta, pero estaba segura de que su tratamiento no había sido barato. ¿Pero en dónde podrían conseguir siquiera mil libras? Sólo era una esperanza…