—No estoy de acuerdo. —Leo Manx parecía reconfortantemente confiado.
—Ya veremos. Sea como fuere, no consideré que estuviera engañándolos. Loco o no, conozco como nadie la teoría y la práctica del cambio de formas. Así que me marché de la Tierra, tal vez para evitar mis alucinaciones… ustedes pueden ignorarlas, pero yo no. Y tal vez reciban ayuda en su problema. Eso sería un intercambio justo. Excepto que no han sido sinceros conmigo. Tienen problemas con el cambio de formas, cierto, pero ahora admiten que su problema es mucho más general. Todas sus señales y comunicaciones están jodidas. El cambio de formas tan sólo es extrañamente sensible, y las distorsiones de señales pueden aparecer allí primero.
—Probablemente eso sea correcto. —Cinnabar Baker no se dejaba amilanar.
—Veamos las cosas desde su punto de vista. Yo entiendo de cambio de formas, pero sin duda no resolveré sus otros problemas. Deberían tener expertos en teoría de bifurcación, en teoría de control óptimo, en codificación de señales y corrección de errores, en teoría de catástrofes. No son mis especialidades.
—Estoy de acuerdo.
—¿Entonces por qué no consiguen a la gente adecuada, gente que ya conozca el Sistema Exterior?
—Por este motivo. —Cinnabar Baker señaló a Aybee Smith, que sacó una fina tarjeta de su bolsillo y se la pasó a Bey—. ¿Reconoce alguno de estos nombres, señor Wolf?
Bey la leyó por encima, y descubrió su propio nombre hacia la mitad.
—Conozco a las dos terceras partes. Sin duda está en el buen camino. Los del Sistema Interior son expertos. Si los de aquí son comparables, tiene en esa lista a los mejores talentos del sistema solar.
—Me alegra que coincida con la opinión de Aybee. Él preparó la lista, y es bueno saber que sabe hacer algo bien. —Baker esperó a que Aybee Smith emitiera un bufido de indignación, y luego continuó—. Intentamos obtener los servicios de toda esa gente. De todos.
—¿Y se negaron a ayudar? Me sorprende, si les contaron lo que acaba de contarme a mí.
—No, señor Wolf. —La auténtica Cinnabar Baker se dejaba ver, poderosa y mortalmente seria—. No se negaron. No tuvieron oportunidad de hacerlo, porque no tuvimos oportunidad de decírselo. De los veintisiete nombres de esa lista, doce están muertos. Siete están locos, sin esperanza de curación. Y siete han desaparecido. Nuestros intentos de localizarlos, ayudados por funcionarios del Sistema Interior cuando ha sido posible, fracasaron todos. Eso hace veintiséis. Usted, señor Wolf, es el número veintisiete.
Se levantó despacio, una mujer enorme y decidida.
—Y ahora ya no le oculto nada. Conoce lo que nosotros conocemos, excepto los detalles. ¿Está de acuerdo con mi idea de que tiene una motivación especial para trabajar y resolver este problema?
7
Las panículas emitidas tienen un espectro termal correspondiente a una temperatura que aumenta rápidamente a medida que la masa del agujero negro disminuye. Para un agujero negro con la masa del Sol, la temperatura es sólo de una diezmillonésima de grado sobre el cero absoluto. La radiación termal que surge de un agujero negro con esa temperatura sería completamente absorbida por el nivel general de radiación del universo. Por otro lado, un agujero negro con una masa de mil millones de toneladas liberaría energía al ritmo de seis mil megavatios, el equivalente a la producción de seis grandes centrales nucleares.
Los constructores, cuidadores y primeros habitantes de las Cosechadoras trabajaban de modo ininterrumpido, sin descanso. Bey Wolf empezaba a preguntarse si se esperaba de los ocupantes humanos que siguieran el mismo plan.
Cuando terminó la conferencia con Cinnabar Baker, lo acomodaron en un enorme pero cómodo conjunto de habitaciones completo con unidad de cambio de formas y extenso acceso a biblioteca.
Leo Manx, que lo llevó allí, señaló que las habitaciones proporcionaban un entorno para dormir de un cuarentavo de ge. Obviamente, esperaba que Bey se sintiera complacido. Sabiendo que la fuente del campo gravitatorio local sólo podía ser un núcleo de energía, a menos de treinta metros por debajo de sus pies, a Bey no le hizo mucha gracia. El triple escudo de blindaje de un agujero negro Kerr-Newman nunca había fallado… todavía. Pero según Sylvia Fernald, varios en Nubeterra habían estado cerca. A treinta metros, unos pocos gigavatios de radiación dura no sólo lo matarían: lo disolverían, fundirían su carne en sus huesos antes de que se diera cuenta de lo que estaba sucediendo.
Bey estaba cansado del viaje y de la novedad de la Cosechadora, y repleto de información nueva. Quería tumbarse un rato y digerir lo que había aprendido, pero Leo Manx no hizo ademán de marcharse.
—Sylvia Fernald y Aybee Smith serán ambos excelentes colegas —dijo. Se había tendido sobre la cama de Bey, apenas lo bastante larga para él, y cerró los ojos—. Pero hay cosas sobre ellos que debe conocer antes de que comencemos. Aybee es extremadamente capaz, pero un poco inmaduro.
La cama, al parecer, era muy cómoda. Bey la anheló.
—Es sólo un chaval.
—Exactamente. Diecinueve años, pero con más conocimientos y más científicamente creativo que nadie en el Sistema Exterior. Puede confiar en él para asuntos de ciencia, pero no de juicio.
—Lo recordaré. ¿Qué hay de Sylvia Fernald?
—Es más madura y también más compleja. Su juicio sobre algunos de los asuntos que hemos discutido hoy tal vez no sea sensato.
—¿Cincuenta y cinco años?
Manx alzó la cabeza para mirar a Wolf.
—Cincuenta y seis, que yo recuerde. ¿Es capaz de hacer eso con todo el mundo?
—No lo sé. Probablemente. Tengo muchísima experiencia en cambio de formas. ¿Por qué es sospechosa?
—Ya ha visto la lista de personas que murieron o desaparecieron. Una de ellas, Paul Chu, fue consorte de Sylvia durante muchos años. Creo que planeaban hacerse compañeros. Pero él desapareció sin dejar rastro hace seis meses, en un viaje de rutina al borde del Halo.
—El Halo otra vez.
—Lo sé. He pensado lo mismo. Pero sin pruebas…
—Tendremos que buscarlas.
—Ciertamente. —Manx permaneció en silencio, con los ojos cerrados, durante otro par de minutos. Suspiró—. Verá, al principio dudaba sobre mi viaje a la Tierra; pero era una idea muy buena.
Antes de ir, siempre sospeché que en el fondo yo era, por naturaleza, terrestre. Su historia es tan fascinante, y la Tierra es el origen de todas las artes y culturas que merecen la pena. Pero hasta que no hice el viaje en persona no advertí que no era para mí. No era mi hogar. Mi hogar es éste. —Palmeó la cama y se sumergió en otro silencio, más largo esta vez.
—Creo que haré poner un cartel en esa pared —dijo Bey por fin.
—¿De veras?
—Sí. Dirá: «Si no tiene nada que hacer, por favor no lo haga aquí.»
Manx frunció el ceño y abrió los ojos.
—¿Desea intimidad?
—Deseo dormir.
Manx se sentó, renuente.
—Muy bien. Entonces me marcharé. Pero debo mencionarle otro asunto de importancia. He completado mi análisis de sus dificultades.
La fatiga se convirtió en un cosquilleo de anticipación.