Выбрать главу

La compuerta interior se abrió. El grupo avanzó en silencio hacia una enorme cámara vacía, con el suelo liso y un campo de gravedad local irregular que variaba de un punto al siguiente. Para Aybee, eso sugería el vector resultante de muchos núcleos dispersos por el interior del cuerpo, cada uno aportando su propio componente de campo.

El hombre que iba delante se detuvo y se dio la vuelta. A un gesto suyo, Aybee se quitó el traje igual que los demás. Por primera vez pudo ver su aspecto físico. La mayor parte de ellos tenían la constitución baja y fornida que asociaba con el Sistema Interior y el Anillo de Núcleos, pero dos eran largos y flacos, tan nubáqueos como cualquier hijo de vecino. Probablemente no eran tampoco recién llegados, pues no vestían al estilo del Sistema Exterior; sus brazos y piernas asomaban torpemente de unos trajes que les quedaban demasiado pequeños.

Gudrun lo miraba, llena de miedo y terror. Aybee se sintió tentado de acercarse a ella, hacerle una mueca de burla y ver si gritaba. ¿Qué esperaba? ¿Que alguien apareciera en mitad de una nube de humo y se la llevara al infierno?

En cambio, Aybee hizo un amable gesto con la cabeza a los demás componentes del grupo.

—Bien. —Todos lo miraron—. Ya me tienen. ¿Qué pasa ahora?

—Eso depende de ti. —El que hablaba era un hombre moreno de piel oscura y aspecto fornido. Aybee reconoció su voz; era la del tipo que había estado dando las órdenes—. Me dijeron que te trajera aquí, eso es todo. Si Gudrun tiene razón… —el hombre hablaba como si la conociera bien—, entonces estás metido en un aprieto. Aquí no nos gustan los espías. Si eres inocente, tendrás que demostrarlo.

—Culpable hasta que se demuestre lo contrario. Qué bien. ¿Dónde es aquí?

Varios hombres se agitaron incómodos al oír la pregunta de Aybee.

—Tienes valor, ¿eh? —dijo el hombre fornido—. ¿Qué le dijiste, Gudrun?

—Nada —contestó ella, a la defensiva—. Al menos, no mucho. Hasta que entramos en la nave creía que era un nuevo recluta que habíamos capturado en la Granja Espacial Sagdeyev. ¿Cómo iba a suponer que era un espía de Nubeterra?

Eso produjo una nueva reacción en el grupo y un par de armas volvieron a apuntar a Aybee.

—Creo que no van a creérselo —dijo—. Pero no soy un espía, ni lo he sido nunca.

—¡Está mintiendo! —La cara de Gudrun enrojeció de furia—. Incluso me dio un nombre falso. Dice que se llama Karl Lyman, pero su verdadero nombre es Smith… Apollo Belvedere Smith.

Eso sorprendió a Aybee más de lo que quería admitir. Comprendía que hubiesen deducido de sus acciones que no pertenecía a la Granja Espacial, o que algún otro granjero hubiera dicho que no formaba parte de su grupo. ¿Pero cómo podían saber su verdadero nombre? A menos que hubiera empezado a hablar en sueños, nunca había mencionado su nombre desde el accidente de la Granja.

—¿Es ése tu nombre? —preguntó uno de los altos y delgados escoltas—. Porque si lo es, amigo, tienes un buen problema. —Se volvió hacia el resto sin esperar la respuesta de Aybee—. Hay un Apollo Belvedere Smith que trabaja para el Cuartel General del Sistema Exterior. En las altas esferas. Así que si se trata de él es decididamente un espía, y tenemos que…

—Les digo que no soy un espía —Aybee lo interrumpió antes de que pudiera terminar—. Soy un científico

—¡Está mintiendo! —gritó Gudrun—. No es ningún científico. Me mintió.

—Lo hizo —dijo una voz nueva procedente de detrás del grupo—. Y sin embargo, por extraño que parezca, ahora no miente. Está diciendo la pura verdad.

Todos se giraron. Un hombre pequeño de constitución mediana había entrado en la cámara por la puerta interior abierta. Iba vestido con un traje negro ajustado y sucio, y tocado con una gorra del mismo color. Su cara era pálida, de huesos finos, y tenía una extraña sonrisita en los labios delgados cuya expresión sus ojos dominaban y traicionaban. No sonreían en absoluto; en ellos había sólo una mirada oscura y penetrante que exigía y mantenía atención.

Aybee sintió que su atención se centraba en aquellos ojos. Le hizo falta un esfuerzo considerable para apartar la mirara. Oyó jadear a Gudrun. Ella, al menos, no esperaba al recién llegado. Pero debía estar menos sorprendida que el propio Aybee. Pues aunque el traje era distinto, y los dientes ya no estaban incongruentemente ennegrecidos, Aybee reconoció al hombre que tenían delante. Era el Hombre Negentrópico, el mismo que bailaba y revoloteaba en los atormentados recuerdos de Bey Wolf.

El recién llegado avanzó, y los demás se apartaron a un lado para dejarle sitio. El hombre se detuvo justo delante de Aybee y lo miró. Aybee era una cabeza y media más alto. La fina sonrisa se ensanchó.

—Como decías, Apollo Belvedere Smith, no mentías. Eres científico, y Cinnabar Baker piensa que eres el mejor del Sistema. —Extendió la mano—. Déjame darte la bienvenida y presentarme. —No es necesario. —Aybee tomó la mano extendida y decidió que era hora de hacer algo más que negarlo todo. Tenía que establecer su independencia—. Sé dónde estoy. Esto es el Agujero de Ransome. Y usted es Black Ransome.

Si Aybee esperaba una respuesta de desconcierto, le aguardaba una decepción. El otro hombre frunció el ceño, sólo un poquito, y estrechó la mano de Aybee con un fuerte y firme apretón.

—Soy Ransome, muy cierto. Algunos me llaman Black Ransome, aunque ése no es mi nombre. Y algunos llaman también a esto el Agujero de Ransome, aunque yo nunca lo hago. —La sonrisa regresó, cálida y envolvente—. Voy a darte la bienvenida, lo quieras o no. Vienes desde muy lejos y tenemos que hablar. Puede que seas muy valioso para nosotros. Vamos.

Al parecer, Aybee había pasado de ser prisionero a ser espía y luego huésped bienvenido. Gudrun jadeó, pero no hubo ningún murmullo de disensión. La fuerza de la personalidad de Ransome era demasiado grande para dar pie a discusiones. En cambio, el grupo se dispuso a despejar el camino hasta la puerta. Ransome se dio la vuelta y se marchó, seguro de que Aybee iba a seguirlo.

Eso molestó a Aybee. ¿Ransome iba a guiarlo y él a trotar tras él como un perrito faldero? Ni hablar.

Dejó la cámara detrás de Ransome y lo siguió hasta que estuvieron fuera de la vista del otro grupo. Entonces se detuvo y miró a su alrededor. Ransome continuó avanzando y casi se perdió de vista por el pasillo curvo, internándose más profundamente en la esfera a lo largo de un camino en espiral cuyo campo fluctuó de casi cero ges a un treintavo de gravedad terrestre en menos de cincuenta metros. El suelo giraba ciento ochenta grados en el mismo espacio. En cualquier otra estructura, Aybee habría sabido cómo interpretarlo. El camino debía serpentear entre dos núcleos blindados, uno bajo el «suelo», el otro, cuarenta metros más adelante, sobre el «techo»… que se había convertido en el suelo.

Ésa era la única explicación lógica, pero las nuevas experiencias de Aybee en la nave de tránsito le habían enseñado a desconfiar de las ideas preconcebidas. Redujo el paso y miró adelante y atrás, buscando un punto de campo máximo en el suelo del pasillo. Si en aquel momento estaba cerca de un núcleo, notaría el tirón de la inercia.

Se puso a cuatro patas y acercó la cabeza al suelo, moviéndose lentamente. Mientras estaba en esa posición, vio un par de piernas forradas de negro detenerse a unos cuantos palmos de él.

—Si vas a moverte así todo el rato —dijo la tranquila voz de Ransome—, tardarás mucho tiempo y no te esperaré. Enviaré a una de las máquinas para que te muestre el camino. Claro que hay un núcleo ahí abajo. ¿Qué otra cosa creías que podía haber?

Aybee se incorporó. Todavía era lo bastante joven para odiar más que nada en el mundo parecer idiota. Durante el resto del trayecto a través del interior del Agujero de Ransome, caminó a regañadientes detrás del otro hombre.