—¿Cómo lo sabes?
Aybee le dedicó una sonrisa siniestra.
—Porque, Sylvia, yo soy genuino. Acéptalo de uno que sabe: Black Ransome no inventó ese nuevo impulsor ni esa nueva nave. Dice que es el Hombre Negentrópico, y algo está suministrando información errónea a los sistemas de control de la Nube. Pero Ransome no es el genio que ideó la reducción de entropía y el sistema de aceleración de señales. Ni hablar.
—Entonces ¿quién es el inventor? ¿Estás diciendo que Ransome tiene aquí algún supergenio trabajando para él? ¿Y cómo funciona el sistema de reducción de entropía?
—Temía que me lo preguntaras. —Aybee sonrió más horriblemente que nunca—. Verás, Sylvia, no tengo todas las respuestas. Pero déjame suelto durante un día o dos por este sitio… y las tendré.
—Oh, Aybee. —Sylvia se desplomó en la silla—. No me gusta rendirme, pero seamos realistas. Nunca saldremos de aquí. Black Ransome tal vez no sea un supergenio, pero sin duda es lo bastante listo para no fiarse de nosotros.
—Hablando del diablo. —Aybee señaló detrás de ella. La puerta se había abierto y allí de pie estaba el propio Ransome, tan frío e imponente como aparecía en el primer mensaje de vídeo que Paul Chu le había enseñado a Sylvia. Iba desarmado y llevaba una sencilla túnica negra. Tenía la cara pálida y mostraba signos de una extraña tensión.
Ransome saludó a Aybee y Sylvia con un gesto de cabeza. Tras él había dos roguardias. Durante veinte segundos nadie se movió.
—Vendréis conmigo —dijo Ransome por fin. Y entonces se volvió hacia las máquinas—. Estas dos personas están a partir de ahora bajo mi custodia personal. Se os releva de vuestros deberes de guardia hasta que las devuelva aquí.
—¿Adonde nos lleva? —A Sylvia no le gustaba el tono de voz de Ransome. Había en él un deje estridente que sugería que el hombre estaba sometido a enormes presiones.
—Espera y verás. —Ransome alzó el brazo y señaló a Aybee—. Tú primero, delante de ella. Yo iré detrás de vosotros.
—Claro. —Aybee atravesó la puerta, tras saludar a las máquinas con un ademán—. No nos esperéis, puede que regresemos tarde. ¿Dónde quieres que me dirija, Ransome? Tú eres el que sabe adonde vamos.
—Sigue el vector de gravedad. Siempre hacia arriba.
Recorrieron el pasillo de la izquierda, alejándose de los núcleos más cercanos. Cuarenta metros más adelante llegaron a la primera bifurcación y pasaron ante un grupo de humanos armados. Todos saludaron respetuosamente a Ransome y dejaron pasar al trío a otro tramo de pasillo. Aybee siguió caminando hasta llegar a una cámara esférica y a otra bifurcación.
Se detuvo y se volvió de nuevo hacia Ransome.
—No sé cuál conduce hacia fuera. Elige.
—El de la izquierda. Continúa. —La voz era ronca, y Aybee vio gotas de sudor en el rostro del otro hombre. Avanzaron lentamente, hasta una curva del pasillo que los cubría por delante y por detrás. A mano derecha, una puerta abierta daba paso a una cámara de mantenimiento vacía.
—Por ahí. —Ransome indicó con la cabeza—. Los dos.
Aybee se envaró al atravesar la puerta. Sylvia estaba entre Ransome y él… si se volvía ahora para forcejear con él, ¿se quitaría ella de en medio lo bastante rápido?
Tenía que intentarlo. Giraba, extendiendo sus largos brazos, cuando el hombre que tenía detrás gimió y se desplomó contra la pared interior de la habitación.
—¡Aybee! ¡Cógelo! —Aybee oyó el grito de Sylvia, pero Ransome había caído hacia delante. Su torso se dobló, luego se enderezó en un doloroso estiramiento que acabó por tirarlo al suelo.
—Cierra la puerta. Vigila que no venga nadie —dijo una voz agónica—. No puedo aguantar más.
Ransome se retorcía en el suelo pulido mientras Aybee y Sylvia lo observaban, aturdidos.
—Ransome. ¿Te encuentras bien? —Sylvia se agachó junto a él.
—Ransome tal vez esté bien. —La voz se redujo a un susurro—. Pero yo soy Bey Wolf. Ayúdame, Sylvia. Necesito cinco minutos de descanso.
El cuerpo se sacudía en un violento espasmo. La cara convulsa que miraba a Sylvia seguía siendo la de Black Ransome, pero en el fondo de aquellos ojos doloridos ella vio algo más.
—¡Bey! ¿Eres tú de verdad? ¿Qué sucede?
El cuerpo se había desplegado totalmente. Ahora parecía veinte centímetros más largo. El torso se estremeció.
—Hice lo que decía que nunca debía hacerse en mis clases de la Oficina de Control de Formas. Lo más estúpido y peligroso del mundo. Un cambio de forma acelerado hacia una forma final mal definida, programado desde cero y sin ninguna posibilidad de variaciones paramétricas… Estoy fuera de la zona de estabilidad. Reducción de tamaño por medio de contracción muscular. Sólo tengo control muscular parcial. —La cara de Ransome ofreció una sonrisa torcida—. Cinco minutos más.
—Eh, Hombre Lobo, tómate tu tiempo. —Aybee se había asomado al pasillo y ahora cerraba la puerta—. Aquí estamos a salvo. Yo vigilaré. Sylvia, mira a ver si puedes ayudar.
—No me toques. Lo estoy logrando. —La crisis interna había pasado, y las sacudidas y retortijones del cuerpo de Bey-Ransome estaban suavizándose—. Aybee, pareces saber moverte por aquí. ¿Estamos muy lejos del centro principal de comunicaciones?
—A medio kilómetro. Está al fondo del pasillo, y luego hacia la periferia. Pero el lugar estará vigilado y no se encuentra lejos de las habitaciones del propio Ransome. Puede que incluso él esté allí.
—No lo creo… me parece que está fuera del habitat. De todas formas, tenemos que correr el riesgo. Me queda tal vez… una hora, antes de tener que regresar a un tanque. Esta forma es un desastre. —Bey gemía por el esfuerzo, obligando a su cuerpo a regresar a la forma más baja y más compacta de Black Ransome—. Deberíamos poder llegar al centro de comunicaciones. Aquí nadie discute con Ransome… ni siquiera los roguardias. Me dijeron cómo encontraros sin hacer una sola pregunta. Ayúdame a levantarme, Sylvia.
—Tienes un aspecto terrible. Tómate un poco más de tiempo.
—No tenemos tiempo. Tenemos que llegar al centro de comunicaciones y enviar un mensaje a la Nube diciendo dónde estamos, antes de que reaparezca Ransome, o de que alguien me haga una comprobación cromosómica o de que me caiga a trozos. Cuando se sepan las coordenadas de este lugar, si nos vuelven a capturar no importará. Bien. Cuando queráis.
Las sacudidas y retortijones remitían, y la cara había adquirido de nuevo el decidido semblante de Black Ransome. Con Aybee abriendo la marcha y Sylvia preparada para sostener a Bey si lo necesitaba, continuaron avanzando con cautela por el habitat y luego se desviaron hacia fuera. Los serpenteantes pasillos estaban desiertos, lo que permitió que Bey se detuviera y descansara por el camino. Durante los últimos cincuenta metros Sylvia notó que el rostro se le tensaba de expectación, y estaba segura de que se notaba. Pero en la entrada de la instalación de comunicaciones, los guardias simplemente se pusieron firmes, retrocedieron un paso y saludaron cuando los tres pasaron. Bey-Ransome se detuvo en el umbral y miró a su alrededor. El centro estaba vacío. Con un ademán indiferente a los guardias cerró la puerta.
—Lo más peligroso ha pasado, al menos por el momento. —Bey suspiró y se acercó a la unidad de hiperrayo—. Sabía qué aspecto tiene Ransome, incluso cómo se mueve y conocía su timbre de voz, he visto de sobra al Hombre Negentrópico, pero no conocía su forma de hablar, ni su manera de saludar a la gente.
—Bey, tenemos problemas que no comprendes. —Aybee alzó una mano para impedirle que tocara la consola de comunicación por hiperrayo—. No es seguro enviar un mensaje a la Nube… Ransome tiene a Cinnabar Baker en el bolsillo. He visto mensajes de ella.