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—¿Puedes hacer algo?

—Nada. Ni siquiera sabemos dónde está.

—Entonces tenemos que continuar. —Sylvia estaba más intrigada de lo que creía—. Averigüemos qué tenemos ahí dentro. ¿Cuál es el siguiente paso?

Aybee tardó un minuto o dos en contestar, luego marcó con el cursor un punto en la pantalla.

—¿Ves ese rastro? Indica que hay un programa en el sistema informático principal, diseñado como interface con este núcleo. Debe de tratarse del algoritmo codificador-decodificador. Podemos intentarlo. Quédate aquí, Sylv, y dime qué pasa. Iré a la consola de arriba y lo ejecutaré.

Aybee subió por la escalerilla, dejando a Sylvia. Ella se preguntó qué esperaban encontrar. Era difícil ver cómo juguetear con los núcleos podría ayudarlos a escapar del Agujero de Ransome. Pero era difícil detener a Aybee cuando tenía el bocado entre los dientes… y ahora ella no quería que se detuviera.

La iluminación de la cámara del blindaje era pobre y Sylvia no tuvo más remedio que acercarse para ver la diminuta pantalla de control. Durante otro par de minutos nada llamó su atención. Luego advirtió que el mecanismo spin-arriba/spin-abajo del núcleo se había activado de repente. Añadía y restaba diminutas descargas de momento angular, demasiado pequeñas para que pudieran ser interpretadas como lecturas energéticas.

—¿Estás haciendo eso tú? —llamó ella.

—¿Haciendo qué? —Aybee asomó la cabeza por la trampilla.

—Spin-arriba y spin-abajo. Pero sólo pequeños cambios. Ahora se ha parado.

—Estaba introduciendo una pregunta sobre el funcionamiento del núcleo. Pero eso no debería producir ningún cambio en el spin. —Aybee se marchó de repente—. ¿Y ahora? —gritó desde arriba.

—Sí, vuelve a hacerlo. Y estoy viendo un cambio en la pauta de radiación del núcleo. ¿Qué lo causa?

—No estoy seguro, pero tengo ideas. ¡Eh! —Su voz se alzó media octava—. ¿Has hecho algo ahí abajo? ¿Tocado los sensores, tal vez?

—No los tengo cerca.

—Bueno, estoy recibiendo algo extraño en la pantalla. Sube a verlo.

Sylvia subió corriendo las escaleras y se acercó a la consola. La pantalla fluctuaba con luces aleatorias. Mientras observaban, cambió súbitamente a una distorsionada secuencia de letras. Sylvia se quedó boquiabierta mientras la pantalla se estabilizaba y un mensaje inteligible empezaba a tomar forma.

PREGUNTA… PREGUNTA… PREGUNTA: ¿ESTÁS PREPARADO PARA RECIBIR?

—Preparado —dijo Aybee, y añadió en voz baja para Sylvia—: Esperemos que sí.

TRANSFERENCIA DE MENSAJE: EL GRADO DE REDUNDANCIA DE LA SEÑAL TRANSMITIDA SE HA REDUCIDO. LA ENTROPÍA CODIFICADA POR UNIDAD ES AHORA DISTINTA DE LA DE TODAS LAS COMUNICACIONES RECIBIDAS ANTERIORMENTE. DEDUCIDA PRESENCIA DE NUEVO GENERADOR DE SEÑAL EN EL SISTEMA TRANSMISOR. PREGUNTA: ¿QUIÉN ERES?

Aybee parpadeó y se quedó mirando el panel. Tras un momento, se encogió de hombros.

—Me llamo Aybee Smith. —Su voz sonó súbitamente ronca e insegura, y hubo una breve pausa antes de que el codificador vocal pudiera hacer la adaptación y una transcripción de sus palabras apareciera en la pantalla—. Soy ayudante especial de Cinnabar Baker, coordinadora general del Sistema Exterior. Me acompaña Sylvia Fernald, responsable de los sistemas de control de la Nube. Eh. Vamos al grano. Pregunta: ¿quién demonios eres TÚ?

28

… Por primera vez sintió la aturdida y furiosa indefensión que es el primer golpe de advertencia del triunfo de la mutabilidad. Como el Atbulf envenenado de La tragedia de los locos, podría haber exclamado: «Oh, estoy cambiando, cambiando, cambiando terriblemente».

DOROTHY L. SAYERS

El interior del Agujero de Ransome le recordaba a Bey un gran almacén en desorden. Esparcidos por él, aparentemente al azar, había centenares de núcleos, cada uno capaz de suministrar energía a una estructura el doble de grande. Las diminutas singularidades estaban distribuidas por toda la estructura; mantenidas en posición por imanes elecromagnéticos, flotaban dentro de sus triples escudos esféricos.

Sin otra masa que proporcionara gravedad, los núcleos definían todo el campo interno del habitat. Los pasillos se retorcían y serpenteaban, siguiendo la horizontal local; los cables colgantes serpenteaban sus mareantes caminos a través de espacios abiertos, curvándose para seguir potenciales invisibles. El suelo de un pasillo podía girar en ángulo recto en treinta metros y seguir proporcionando un entorno de gravedad constante.

En el estado de Bey, el viaje por el interior fue un episodio de pesadilla surrealista.

La geometría en espiral que lo rodeaba cuadraba a la perfección con las condiciones de su propia cabeza. Concentró su atención en seguir las instrucciones de Aybee y continuó adelante. Por fortuna, los túneles internos estaban casi desiertos. Empezaba a creer que podría llegar a las habitaciones de Ransome pasando inadvertido cuando vio ante sí cuatro oficiales de segundad armados. Dos de ellos estaban vueltos hacia él. No había manera de evitarlos y, en cualquier caso, tampoco conocía otro camino que pudiera conducirle a su destino.

Bey puso toda su energía en enderezarse y avanzar sin vacilar. Cuando estuvo a cinco pasos del grupo, saludó con un gesto cortante.

—¿Ocupados?

—No, señor. —La respuesta fue rápida y respetuosa—. No especialmente.

—Bien. Va a mandarse un mensaje importante desde la Central de Comunicaciones y no quiero que nada lo interrumpa. Quiero que vayáis allí y os aseguréis de que no haya interrupciones hasta que yo regrese.

Parecía poco convincente… él mismo lo parecía. Pero todo lo que vio fue un cabeceo deferente. Mientras los hombres se ponían en marcha, Bey se arriesgó una vez más. Cogió el arma del cinturón del último hombre.

—Préstamela. Ya te la devolveré.

Había ido demasiado lejos, estaba seguro. Pero el hombre se limitó a asentir y dijo:

—Sí, señor. —Y corrió detrás de los demás.

Bey se quedó inmóvil hasta que todos se perdieron de vista, y luego se desplomó contra la pared del pasillo. Permanecer erguido y hablar le había supuesto un enorme derroche de energías. Avanzó un paso y a mitad del gesto notó una sacudida por todo el cuerpo. Era una vibración interna, un temblor de cada músculo y cada nervio. Alguna barrera interior contra el destructivo cambio se había desmoronado de repente.

Se concentró en la curva del pasillo, que estaba a veinte metros, y no pensó en nada más. Dio un paso. Su cuerpo respondió con esfuerzo a su voluntad, pero se movió. Otro. Otro más. Otro…

Llegó a la curva. ¿Cuánto tiempo había tardado? El siguiente objetivo era… ¿qué? Un cambio de color en el pasillo, treinta pasos más allá. Tenía que llegar, no había nada más. Otro paso, y luego otro.

Se guió tocando la pared con una mano extendida. Por fin. Sus ojos buscaron y registraron el siguiente objetivo.

Un esfuerzo más… veinte pasos. ¿Podría hacerlo?

Y luego uno más. No pienses, sólo muévete.

En la última fase de acercamiento a las habitaciones personales de Ransome, Bey se vio reflejado en un panel plateado. Al principio le pareció estar frente a un espejo distorsionador. Sus miembros colgaban flaccidos y torpes, tenía los ojos inyectados en sangre y había en su rostro una expresión gris y pastosa. Intentó imitar la sonrisa confiada e imponente de Ransome, y lo único que consiguió fue la mueca de un loco.

Se acercó a la brillante superficie. Era perfectamente lisa y bruñida, sin ningún elemento distorsionador. Y cuanto más se acercaba, menos se parecía a Black Ransome. Las articulaciones petrificadas chasqueaban y crujían. Le ardían los músculos y la movilidad le abandonaba. Cada vez parecía más un espantapájaros clavado a un armazón deforme. Avanzó tambaleándose.