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—Casi fueron demasiado para mí.

—Pero no pudieron contigo. Conservaste la cordura. Ella habría corrido cualquier riesgo por ti. Ahora Ransome la necesita y correrá riesgos por él. Tú quieres a Mary, pero Ransome la necesita.

—Casi morí por Mary, allá en la Tierra.

—¿De veras? Leo me dijo que tenías la máquina de sueños a potencia media… lo bastante baja para zafarte de ella cuando quisieras.

Bey contempló ausente el gran globo de agua. Un pequeño pez de garganta roja se había acercado perezosamente a ellos y estaba detenido en la pared curva y transparente. Observó a los dos humanos. Así había sido Bey, antes de llegar allí. Atrapado en su propia pecera, a salvo y cálido bajo una capa de atmósfera. La Tierra. De repente anheló volver, ver el cielo azul y las nubes en movimiento.

—Voy a regresar, Sylvia. Mi trabajo aquí se ha acabado. Los rinis son interesantes y van a cambiar todo nuestro universo, pero serán el trabajo de la vida de Aybee, no el mío.

—Lo sé. —Sylvia seguía abrazándolo—. Aybee va a echarte de menos. Nunca lo confesaría, pero eres su ídolo, ¿sabes?

—Mala suerte para Aybee.

—Podría irle mucho peor. Mary me dijo otra cosa más. Dijo que cuando la encontraste en el Halo le hablaste mucho de mí. No aventuró por qué, pero creo que intentabas que te trajera aquí.

—Así es. Fue lo único que se me ocurrió para conseguirlo. Quise ponerla celosa, para que quisiera traerme aquí y ver si la prefería a ti. No quiero decir que la prefiera a ti, pero…

Sylvia sacudió la cabeza.

—Bey, cuando te oigo decir cosas como ésa me pregunto si entiendes algo a las mujeres. Si Mary hubiera estado celosa, o hubiera pensado por un momento que te interesabas por mí, lo último que habría hecho es favorecer un encuentro.

—Pero eso es exactamente lo que hizo.

—¿Es que hay que dártelo por escrito? No la convenciste para que te trajera al Agujero de Ransome… ¡ella pretendía hacerlo desde un principio!

—Pero has dicho que ella nunca hubiera…

—No para que tú pudieras ver si te gustaba Mary más que yo. —La voz de Sylvia era cálida—. Mono peludo y egoísta. Mary lo hizo por sus propios motivos, no por los tuyos. Quería ver si te prefería a ti o a Ransome. Pero después de oírte hablar de mí, dijo que se sentía menos culpable por dejarte para seguir a Ransome.

Bey permaneció en silencio unos segundos, contemplando las profundidades verdiazules del agua. Se sentía cansado, pero en lo más mínimo herido sentimentalmente. Ni siquiera le molestaba enterarse de los motivos de Mary.

—Soy un idiota total —dijo por fin.

—Todos somos idiotas.

—Yo soy el peor. Creía que estaba siendo tan listo con Mary. Voy a regresar, Sylvia. A la Tierra, de vuelta a algo en lo que soy bueno. A la Oficina de Control de Formas otra vez, si me dejan. Pero voy a echaros de menos a ti, a Aybee y a Leo. Incluso a Cinnabar y al viejo Turpin, pero sobre todo a ti. ¿Vendrás a visitarme, a ver el Sistema Interior en persona?

—¿Entre todos esos pequeños y peludos abrázaseles? —Bey sabía que se estaba riendo de él—. ¿Qué te crees que soy?

—Creo que eres un enorme esqueleto sin corazón que pretende ser una mujer. La Tierra no es tan mala como piensas. Creo que te gustará. ¿Lo harás? ¿Vendrás a visitarme?

—No estoy segura. —Ella pasó un dedo por el vello de su muñeca y se negó a mirarle—. Nada de promesas. Pero ya veremos.

Bey asintió. Era todo lo que podía esperar, pero era suficiente.

Miró de nuevo el globo de agua. El pececillo de garganta roja se apretaba contra la pared, contemplándolo. No tenía párpados, pero Bey estaba seguro de que intentaba hacerle un guiño.

Título originaclass="underline" Sight of Proteus; Proteus Unbound

Traducción: De Sight of Proteus: Carlos Gardini

De Proteus Unbound: Rafael Marín Trechera

I.3 edición: julio 1996

De Sight of Proteus © 1978 by Charles Sheffield

De Proteus Unbound © 1988 by Charles Sheffield

Ediciones B, S.A., 1996

Bailen 84 — 08009 Barcelona (España)

Prmted m Spain ISBN: 84-406-6480-X Depósito legaclass="underline" B. 24.359-1996

Impreso por PURESA, S.A. Girona, 139-08203 Sabadell