—¡Que bárbaro!
—Tal vez tenemos menos necesidad de ello. Deje de intentar cambiar de tema provocando una discusión. ¿Me permitirá inducir un estado de recuerdo amplificado, o no?
Bey lo miró, cansado.
—¿Durante cuánto tiempo?
—Si pudiera decírselo, sería innecesario. Un par de días, tal vez más.
—Entonces me perderé el tránsito del Anillo de Núcleos que quiere que vea. —Era un argumento débil, y Bey lo sabía. Leo Manx era lento pero persistente, como la tortuga que a veces le recordaba, y no cedía fácilmente.
—El cruce será mañana. ¿De acuerdo, entonces? Después de completar el tránsito, aplicaremos una técnica de recuerdo amplificado. Si la idea le sigue incomodando, podemos empezar con informes directos, y luego proceder con secuencias simuladas y de sueños.
Bey asintió. En el mejor de los casos, parecía el aplazamiento de una ejecución.
El tránsito del Anillo de Núcleos fue un anticlímax. Incluso con la gran ampliación que proporcionaban los sensores de la nave, el Halo no era más que un conjunto disperso de nebulosos puntitos de luz. Los núcleos desprotegidos desprendían grandes cantidades de energía, gigavatios incluso en el caso de los más enormes y menos activos, pero radiaban con longitudes de onda demasiado cortas para que el ojo humano pudiera verlos. Los núcleos con blindaje de escudo eran por diseño invisibles. Resultaba difícil imaginar a gente viviendo en aquel vacío; aún más que fuera hogar de piratas implacables, salvajes que podrían surgir de la oscuridad para apoderarse de los cargamentos o los pasajeros de las naves mientras hacían su tránsito para salir de la eclíptica del Sistema Interior a Nubeterra. Bey no podía imaginar a Mary, su vivaracha y cosmopolita Mary, soportando aquella extensión de nada.
—Lo ve con la perspectiva distorsionada de un terrestre —dijo Manx—. Para ustedes, el Halo está casi vacío. Para mí, o para cualquiera del Sistema Exterior, está repleto de vida y energía.
—Usa una extraña definición de «repleto».
—Haga el cálculo usted mismo. Hay millones o miles de millones de personas viviendo en el Halo… no tenemos idea de cuántos, ya que no hay gobierno central allí. Compárelo con el Sistema Exterior. Somos unos cincuenta millones de personas, y sabemos que nuestra población es escasa. Lo será durante siglos. Naturalmente, nos apiñamos juntos, la mayoría cerca de las cosechadoras, pero si no fuera por la ayuda de nuestras máquinas autorreproductoras no podríamos existir. Si nos repartiéramos uniformemente, cada persona del Sistema Exterior tendría una región sesenta veces superior al Sistema Interior para moverse. En comparación, el Halo está abarrotado. Rebosa de vida. Demasiado abarrotado para nosotros.
«Actual espacio en la Tierra: cien metros cúbicos por persona.» Bey pensó en eso, y se preguntó por qué los Sistemas Interior y Exterior discutían por los derechos del Anillo de Núcleos. Por lo que decía Manx, no había forma de que el nubáqueo medio se sintiera cómodo con el estilo de vida «abarrotado» del Anillo, ni que el terrestre medio pudiera aceptar tanto espacio vacío y aterrador.
—La disputa es por la energía… pero sin duda habrá núcleos de sobra para todo el mundo.
—Eso mismo me digo —señaló Manx—. Y hay una pretensión que me inquieta. Los gobiernos del Sistema Interior y del Exterior dan por supuesto que si quisieran podrían desplazar a los actuales gobernantes del Anillo de Núcleos. No estoy seguro de que ése sea el caso. ¿Ha oído hablar de un líder llamado Ransome, y del Agujero de Ransome?
—¿Black Ransome? Según los noticiarios de la Tierra, es pura ficción.
—Si eso creen, es que nunca han salido de la Tierra. Conozco a media docena de prospectores que trabajan para el Halo y han perdido sus cargamentos gracias a Black Ransome. Algunos también han perdido naves. Es razonable especular que algunos han perdido también la vida y no están en condiciones de informar de nada. En cualquier caso, cierto o no, el Sistema Exterior rebosa de rumores sobre Ransome. Se encuentran naves vacías y saqueadas, los cargamentos perdidos, la tripulación y los pasajeros expulsados al vacío del espacio.
—Si es un problema tan grande, ¿por qué no envían tropas para encargarse de él?
Manx señaló las pantallas.
—Encuéntrelo, y tal vez podamos hacerlo. Su base es tan misteriosa como él. El Agujero de Ransome… o tal vez la Fortaleza de Ransome (todo lo que se dice de él son habladurías) puede que esté en alguna parte del Anillo de Núcleos. ¿Pero dónde? Hablamos de un volumen de espacio varios miles de veces superior a todo el Sistema Interior. Y si lo encontramos, no estoy seguro de que las tropas que pudiéramos enviar lo derrotaran. Se supone que el Agujero de Ransome tiene su propio sistema defensivo, capaz de enfrentarse a cualquier cosa que le arrojemos. Y podría tener aliados. Todo el Halo es un crisol, el lugar al que cualquiera puede huir si encuentra intolerable la civilización.
—O nosotros los encontramos intolerables a ellos.
Bey se inclinó con nuevo interés ante los sensores de alta resolución. ¿Era alguno de aquellos puntitos de luz que desaparecían rápidamente tras la nave una base enorme y bien armada de operaciones rebeldes? ¿Y qué más había allí, oculto en la oscuridad? Tal vez alguna colonia perdida de antiguas doctrinas, desaparecida del resto del Sistema. «Hogar de causas perdidas, y creencias olvidadas, y nombres impopulares, y lealtades imposibles.» ¿Quién había dicho eso? Uno de los Victorianos.
—Black Ransome. —Bey alzó la cabeza—. ¿De dónde procede, del Sistema Interior o del Exterior?
—Ni siquiera lo sabemos. Debe tener energía de sobra, porque nunca coge los núcleos de las naves. ¿Pero de dónde saca los suministros de comida o el resto de su equipo? No tenemos respuestas para esas preguntas.
El Anillo de Núcleos se desvanecía tras ellos. Leo Manx desconectó las pantallas. Bey vio que sostenía el negro cilindro pulido de una unidad potenciadora de recuerdos, y sonreía con algo parecido a la expectación.
—Y no encontraremos nada sobre Ransome aquí, señor Wolf. Hemos dejado atrás la región donde la nave corre el riesgo de ser atacada. De modo que podemos pasar a trabajos más productivos. Cuando esté preparado…
… La conocí en un acontecimiento histórico al aire libre, hace siete años y cuatro meses, cuando hubo una exposición de antiguos animales terrestres. Era la primera vez que mostraban los resultados de una recría con éxito más allá del Cretáceo, y las grandes formas extintas habían despertado muchísimo interés.
Digo que la conocí, pero es exagerar un poco de entrada. Yo estaba en una cabina panorámica, con medio ojo abierto a la caza de formas ilegales (no había mucha posibilidad de eso; no había visto una desde hacía años) cuando la vi, aunque estaba demasiado lejos para poder hablar con ella. Pero mis ojos la detectaron de inmediato.
No, no es que me sintiera atraído por Mary Walton en ese instante, en absoluto. Me sorprendió. Llevaba más de media vida en la Oficina de Control de Formas, y una cosa que había aprendido a hacer, quisiera o no, era a buscar anomalías. Para mí era ya un acto inconsciente, y una forma ilegal se detecta casi en un abrir y cerrar de ojos.
En el caso de Mary, supe que había algo peculiar, aunque desde luego no se trataba de nada ilegal.
Era esto. Como puede ver, he decidido mantener mi propio aspecto a la edad de treinta años; pero eso es raro en la Tierra. A la mayoría de la gente le gusta aparentar entre veinte y veinticinco, siendo los veintidós la edad más popular. Bien, a veces hay gente mayor a la que no le gusta esa idea. Quiere separarse del resto de los jóvenes reales para algunas actividades, y pasa al menos parte de su tiempo con una forma correspondiente a los cuarenta o cincuenta años… incluso más, aunque es muy extraño encontrar a alguien que sobrepase los sesenta, a menos que tengan otros problemas y renuncien en conjunto al uso de los tratamientos de cambio de forma. Ya vio los resultados cuando me encontró en la Ciudad Vieja.