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Cuando uno va a buscar a un gurú, va a buscar lo que uno mismo podría hacer: quieres que otro haga por ti lo que deberías hacer tú mismo, porque piensas que no lo puedes hacer solo. Pero el gurú no ha recibido ese don del cielo, él lo ha hecho, lo ha creado. Él ha trabajado para conseguirlo, consíguelo tú.

No podemos quedarnos con el niñito caprichoso que dice: «Me han hecho daño, me han golpeado, por eso no hago nada. No tengo nada dentro, no soy creativo». ¡Ya basta! Hagamos crecer al niño que tengo dentro. Ese ser es un ser milenario; yo soy milenario. Antes de mí había todo eso, y después de mí hay mucho más. He aquí a todos los seres humanos separados. Pero soy capaz de realizar la unión. Cuando yo me muevo, todos los seres humanos se mueven. Es como un collar: este hilo representa la sensación del espacio y del tiempo. Y todos se mueven, eso es lo importante. En lugar de pedirle al otro que me mueva, he de moverme por mí mismo. Esto soy yo, esto es el tiempo, esto es el espacio. Es un collar sagrado. Estoy unido. Esto es lo que se llama un punto de tracción. Desde ese punto, todo se mueve. Yo puedo considerarme como un punto de fuerza. Lo que hago, todo el mundo lo hace. Es decir, es importante que yo lo haga para que todo el mundo lo haga. Cuando hacemos este ejercicio, lo hacemos en medio de la eternidad, en medio del infinito, somos el punto de tracción de la humanidad. De la humanidad pasada y de la humanidad venidera. Todos los muertos nos siguen, todos los no nacidos nos siguen. Parecerá muy extraño todo esto, pero en realidad ¡es el pensamiento de Buda! Es lo que Buda ha sentido, simplemente. Es así como está hecho nuestro cerebro. Cuando se abre el cerebro, de una forma natural, se llega a esto.

No son palabras, son ejercicios para la creatividad. No hay que ser cobarde ni tener miedo de entrar verdaderamente en lo que es el ser humano. Somos seres con todas estas capacidades, pero nos han limitado. Estamos en este momento, aquí y ahora. Yo. ¡Pero no es así! Es el Todo el que está aquí y ahora. En mí está toda la humanidad, arrastro a todos los hombres que han sido y serán. Vivo en medio de todo el espacio. Es entonces cuando podemos comprender este mudra donde la palma de nuestra mano mira al frente: «Yo estoy aquí, y paro el mundo». Un artista debe pensar así, y hacer su obra planteándose estos problemas.

Bendecid el mundo

Otro ejercicio: yo estoy en la eternidad, sintiéndome en medio del futuro infinito y del pasado infinito. Abro mis manos y cierro mis manos. Hago una bendición. Es decir, estoy en la eternidad y bendigo al mundo. Eso es todo. Tenéis que hacerlo así porque un creador es absolutamente paranoico. Se cree Dios. Y no hay que tener miedo de tomarse por dios o por diosa. Yo os bendigo: tengo mucho para dar, soy fuerte, tengo todo lo que hace falta para bendecir el mundo. ¡Basta de complejos de inferioridad! Con todo esto ya tenéis todos los medios que suelen desplegar los fundadores de sectas. A continuación te lavan el cerebro para que admires en ellos un poder superior que tú no imaginas tener en ti, pero tú puedes tenerlo también. Para eso hay que limpiar toda la oscuridad, porque estamos llenos de telarañas. Para eso hay que empujar al niño que está en nuestro interior, hay que lavarlo bien, limpiarlo, hacerlo crecer. Porque tenemos un guardián, la mente, que nos hace reaccionar siempre igual. Pero haciendo este ejercicio, uno se convierte en creador. Nadie puede hacerte nada, salvo matarte, y ni siquiera eso, porque hay una vida eterna. Es decir, eres ya invencible. Y todo lo que existe lo puedes tener. Si existe el talento, yo puedo tener talento. Mirad ahora cómo elevo mis manos al infinito, van al infinito: yo tomo la vida. De la misma forma que puedo dar la energía, puedo tomarla. Toda la creatividad, yo puedo tenerla. Todo el dinero del mundo, yo puedo tenerlo. Todo lo que el otro tiene. ¿La belleza? Yo puedo tener la belleza. ¿La energía? Yo puedo tener la energía. Todo eso es para mí. Puedo tomar y puedo dar. Es fácil de imaginar. Es como un juego.

Pero tomar nos resulta también difícil, porque tenemos límites para recibir. Cuando nos dicen «¿Quién eres tú para tener eso?, ¿por qué tú?», como me dijeron mis padres cuando partí de Chile para estudiar con el mimo Marcel Marceau; en mi caso la respuesta fue: «¿Por qué no?». Y lo hice. Llamé a su puerta y trabajé con él. Pero desafié la prohibición. «¿Por qué tú?» «¿Y por qué no?» «¿Por qué vas a hacer tú lo que yo no he hecho?» «Porque yo quiero y yo puedo.» Eso es desafiar la prohibición. Y punto. Si te sientes bella, lo serás. ¡Lo serás! ¡Seras fascinante! ¡Puedes fascinar a la gente! Pero tú no te concibes como un ser fascinante. Vienes aquí para aprender a ser fascinante, porque puedes serlo. La gente te ve como tú te ves, simplemente. Si yo me considero inferior, los demás me verán o me creerán inferior. Pero si me veo como un dios o una diosa, ¡así es como me verán los demás! No todo el mundo, pero sí muchos, justo los necesarios.

Por ejemplo, observemos a algunos músicos famosos. Todo el mundo cree que son geniales, porque ellos han sentido previamente que eran genios. Luego, con el tiempo, el mito se acaba porque los demás se van dando cuenta de que no eran así. Puede funcionar durante un cierto tiempo, pero después hay que hacer un trabajo espiritual para sostener este «sentirse bello». Porque si en el interior de uno cesa esta sensación y no la hemos incorporado verdaderamente, todo se deshace. Por lo tanto, hay que continuar con paciencia, constancia, perseverancia. Si no se persevera, no se es creador. La creación es, ante todo, voluntad. Nuestra acción creativa es una acumulación de fuerza y de paciencia.

Disolved el yo

Ya hemos creado el espacio. El espacio es el aquí, el tiempo es el ahora. En el aquí y en el ahora está el yo. Hace falta atacar este yo. Hemos visto la prisión del tiempo, la prisión del espacio en la que vivimos prisioneros del yo. Y aquí está la parte más difíciclass="underline" hacer saltar el yo, eso es lo más duro de todo. Porque estamos tan identificados con este yo que nos defendemos y nos aferramos a él, no queremos cambiar. Somos tercos, somos recalcitrantes, somos imposibles, somos un monstruo. Pura y simplemente somos un monstruo y no lo soltamos. Decimos: «Así soy yo».

Los romanos, los griegos, decían que el yo estaba en el vientre, que de ahí nacían las ideas y que, después, se refugiaban en el cerebro. Otras civilizaciones han puesto el yo en el pecho o en la nariz, no se sabe bien dónde ubicarlo. ¿Dónde está el yo? Tenemos un yo y es muy difícil soltarlo. Entramos en el trabajo chamánico: la disolución del yo. Actualmente lo observamos en la moderna técnica digital denominada morphing, con la cual podemos animar y convertir una imagen en otra. Es decir, hay que trabajar para aceptar los diferentes cambios del yo, lo cual es muy difícil. Los actores hacen eso cuando van a interpretar un personaje, pero no van muy lejos porque el actor es siempre el yo y el personaje que interpreta. Pero aquí se trata de ver qué podemos hacer para enriquecer el yo. Y es muy fácil. Pero nadie te lo dice. Si abro la personalidad del todo, todo hablará a través de mí. Yo me convierto en ti, me convierto en el otro. Pero ¿cómo? ¿De qué manera? Te dejo entrar en mí y te expreso. En ese momento me convierto absolutamente en un creador, porque todo habla a través de mí.

Voy a poner un ejemplo. Ahí está Cristóbal, mi hijo, sentado en una silla de madera. Me convierto en éclass="underline" «Estoy aquí sentado como un receptor de luz, sabiendo que en el tiempo infinito, eterno ante mí, voy a brillar; que la luz se va a hacer; que estoy conectado con todo…». La creatividad consiste en absorber al otro y expresarlo en sí. Y no solamente al otro, también las cosas. Me convierto en silla: «Estoy contenta porque me gusta que haya un ser sentado sobre mí. Cumplo mi papel, porque lo mantengo derecho, no dejo que se fatigue; gracias a mí está aquí. Además, mi madera no está muerta. No hay una sola polilla en mí. Me conservo bien, me mantengo fuerte, aunque sea antigua. Voy a durar mucho. Quizás voy a durar más que él. Habrá desaparecido y yo estaré todavía aquí. No hay que rechazarme. Yo lo sostengo. Con mis cuatro patas yo soy la base material sobre la que él se puede sentar».

Cuando empecé a estudiar pantomima, la primera cosa que nos enseñaron fue que, para hacer gestos, no hay que hacer gestos. El principio de la pantomima es permanecer neutro. Después se harán todos los gestos que se quieran. Por lo mismo, la base de la imaginación es no tener imaginación, es llegar a romper todo lo imaginario. A partir de ahí, se puede hacer lo que se quiera. Si no se rompe lo imaginario, se estará siempre con los parásitos. Durante todo el tiempo hay cosas que se mueven en nuestro imaginario. Hace falta romper el diálogo interior, el lenguaje interior, ordenar el caos emocional, la invasión de los deseos, el cuerpo indisciplinado. Hay que poder llegar a dominar todo eso.

Sed un punto

Se puede hacer un ejercicio que es muy sencillo: la cosa más simple en que se puede pensar es un punto, ¿no? Supongamos que tenemos un pincel o un lápiz y que vamos a dibujar un punto. Tendremos que crear verdaderamente el punto con todo el espíritu, con todo lo emocional, como si abriéramos un punto en el espacio. Hagamos el punto. Si es posible crear el punto, haremos después muchas cosas con él. Pero hay que poner verdaderamente toda la concentración en crear un punto. Es la primera cosa que se hace en los movimientos de kárate. Los karatekas son personas capaces de crear un punto, un punto de concentración mental y emocional. Creemos un punto intensamente, como si en ese punto estuviera toda la energía del universo. Un punto de energía total. Todo debe estar ahí. Hay que poner mucha fuerza para crear el punto. Hay que hacerlo con todo nuestro ser. Toda nuestra concentración en un punto, un punto, un punto… ¡Eso es todo! Bien, ¿podemos hacer un buen punto, un punto perfecto, un punto concentrado? Bravo, es un buen esfuerzo. Ahora, observemos. Yo tengo el punto aquí en la frente. Toda mi mente es un punto. Estoy concentrado en un solo punto. Tengo un punto emocional, tengo el punto aquí en mi pecho, y en el sexo, por todas partes. Puedo mover el punto, puedo ponerlo en mi boca, aquí, allá, en mis ojos… ¡Mi voluntad es un punto! ¡Eso es todo! Haced este ejercicio. Trabajad con el punto. Concentraos en la energía del punto, introducid el punto en vuestro cuerpo. Es como el ejercicio del espacio. Aquí todas las direcciones se concentran en un punto. Todos los pensamientos, todos los sentimientos, todos los deseos. Cuando se aprende a hacer el punto, se pueden realizar ya todos los movimientos que se quieran. Sea cual sea la disciplina que se desee practicar, danza, teatro, kárate, artes marciales, todo se pone en su lugar. Porque no es más que eso: hago un gesto, y mi intención va allí. Haga lo que haga. Todo está concentrado, toda mi atención va allí, toda mi concentración es clara, precisa. El kárate, en el fondo, consiste en crear un punto concreto donde se pueda golpear, y así se puede llegar a romper una mesa. Pero en desarrollar el punto se tarda años.