Y después, con estos cuatro elementos, se produce la mezcla. La Esfinge de Egipto. Tiene una cabeza humana, un cuerpo de león, alas de águila, una cola de vaca. Se ha hecho un monstruo. Hay numerosos ejemplos en los cuadros de El Bosco, que utilizaba mucho las mezclas de elementos. Un centauro es una
mezcla de hombre y animal. Se toma un elemento de uno, un elemento de otro, y se juntan. Así se crean los monstruos. Un ángel es una mezcla de un ser humano y un pájaro con sus alas.
Yo, durante mucho tiempo, he desarrollado estas mezclas. Me imaginaba, por ejemplo, integrar una cabeza de elefante en un cuerpo que es una nube, y cuatro escaleras como patas. Esta posibilidad de mezclar los elementos es una posibilidad artística interesante, que el imaginario utiliza. Son técnicas que tenemos a nuestra disposición. Fijaos en que todo el tiempo estamos viendo aplicaciones de estas técnicas, en el arte, en la publicidad. Si domináis esta técnica, podríais trabajar en cualquier agencia de publicidad.
Y hay otra forma de imaginación, que es el imaginario del tiempo. El viaje en el tiempo. En ese viaje, puedo ir hacia el pasado. Pero el problema es que, si se modifica el pasado, se modifica el presente de donde he partido. Esto se llama paradoja temporal, y ha sido extensamente desarrollado en la ciencia ficción. Es uno de sus grandes temas. Si yo voy al pasado y mato a mi madre, entonces yo no hubiera podido nacer porque ella no me habría parido. El viaje en el tiempo es motivo central en muchas películas. Películas populares, como la serie de
Regreso al futuro. Por tanto, el imaginario trata de jugar con el tiempo. Pero esto tiene una base edípica muy fuerte porque, si voy al pasado, puedo seducir a mi madre y hacer de ella mi novia, y en ese caso podría engendrarme a mí mismo con mi madre. O puedo seducir a mi padre en el pasado. Ésta es la base del viaje en el tiempo. Interferir en el pasado significa interferir con nuestros padres.
Después está la escatología, que es el imaginario del fin del mundo. De qué forma el mundo se termina. Por el fuego, por el agua, por la peste, por el paso a otra dimensión. Hay una gran parte del imaginario que trata del fin del mundo. Esto no os lo recomiendo, aunque yo lo hago intensamente: imagino diversos modos de morir. Me he imaginado morir ahogado, suicidado, precipitado desde un edificio, cortado en dos. Me he proyectado mucho en el suicidio, en la muerte, para liberarme un poco de mí mismo. Os repito que no os lo recomiendo. Si os angustiáis, no lo hagáis. Es duro. Sobre todo imaginar la muerte de los seres amados. Es fuerte, porque siempre existe la amenaza de que un ser amado desaparezca, y también tememos la posibilidad de dejar de existir nosotros.
Yo, para eliminar eso, he imaginado mucho. Me he convertido en la nada, que es lo que pasa cuando se entra en la oscuridad. Me he puesto a imaginar el negro, negro profundo, que disuelve mi yo en la vacuidad. Y después, la emergencia hacia la existencia y la luz.
Aplicaciones terapéuticas
Vamos a trabajar con la sensación. Piensa en cómo te sientes, qué sensación tienes de ti, pues vivimos sensaciones que a veces son un poco angustiosas. Por eso, os mostraré cómo trabajar esa sensación de angustia. ¿Alguien tiene una sensación así?
«Siento como si tuviera un muro en el pecho.» Escucha bien, esto es imaginario. ¿Cómo es ese muro: de piedra, de metal, de cemento? Concéntrate, trata de decirme cómo es. ¿De ladrillos rojos? De acuerdo. ¿De qué tamaño es, te rodea como un tubo, dónde lo pones? Imagina ahora esos ladrillos rojos. Imagina que son ladrillos que están a tu disposición. Es un material que es tuyo, puedes hacer lo que quieras con ese material. En primer lugar, te defiende: un muro puede defender. ¿De qué te defiende? Busca la sensación. No hay que pensar, hay que ver qué sensación se tiene. Este muro es completamente útil. Ahora medita sobre los ladrillos rojos. Son bonitos. Piensa que son bonitos. Inyecta belleza a los ladrillos. Cada vez más belleza en ese muro, ¿vale? Es tuyo, te pertenece. Puedes hacer lo que quieras con él. Construye con él cualquier cosa. Haces un espacio. Construyes un lugar. Pero imagínalo. Imagina cómo es ese lugar, con esos ladrillos. Ves un lugar acogedor, puedes entrar dentro. Luego has creado una puerta. He ahí la solución: no hay que eliminar el muro, hay que abrir una puerta. Y ahora, imagina el muro en ti, con una pequeña puerta por la que puedes salir y entrar. Es una parte de ti que preserva tu individualidad. Este muro preserva tu individualidad porque todavía es débil, por el momento, ¿de acuerdo? Ahora fortifica tu individualidad. Los ladrillos rojos van a darte la fuerza. Si te haces fuerte perderás el miedo. Nadie podrá invadirte, ¿comprendes? Hay que tomar el imaginario e incorporarlo. Trabajar la sensación. Porque las sensaciones que se nos presentan son como símbolos, podemos trabajar directamente con ellas.
Una persona me ha dicho que siente que tiene excrementos en el corazón y he contestado que el excremento es un abono, que piense que añade tierra y que cualquier cosa puede crecer. Si la persona hace crecer algo ahí la sensación cambia.
«Siento algo en los hombros, algo que me aplasta.» Bien, siente lo que te aplasta. Déjalo venir. No te defiendas, ¿de acuerdo? Cambia la sensación. Piensa que eso viene del interior hacia el exterior. Modifícate. Eso surge de tu interior, ¿sabes lo que es? Son alas que están creciendo. Entonces, déjalas crecer. ¡Empuja! Empuja tus alas que van a permitirte ir a donde tú quieras. Crea tus alas y mueve tus alas. Ve donde gustes. Hacia tu terreno, hacia tu territorio, hacia ti mismo. Hacia tu realización. Es así como se trabaja una sensación.
«Siento como una bola de plomo en la zona del plexo solar.» Maravilloso. Imagina que tu cuerpo es el horno, el athanor alquímico. Imagina: en otra encarnación eras un alquimista. La bola de plomo es la materia primera que va a convertirse en oro. Entonces, deja que eso descienda para que llegue al fuego del vientre. El vientre es el fuego de la Gran Obra. Trabaja, deja que la bola descienda, en lugar de defenderte déjala que se caliente al fuego de tu sexualidad, ¿de acuerdo? Poco a poco, ve haciéndola subir hacia donde estaba, y a medida que vaya subiendo la haces cambiar de color, hasta que se convierta en dorada, y llegue al centro del pecho. Y luego, la dejas brillar, proyectar sus rayos hacia todos los lados. Hazla subir. Y así haces el oro. ¿Qué harás con el oro?: monedas, dinero. Es la aceptación del dinero en tu pecho. La negación del dinero se convierte en una bola. ¿Tienes problemas de dinero? ¿Sí? Pues ahora vas a tener que fabricar tu dinero. Si al hacer subir esa bola, ese peso, te sientes demasiado materialista, haz que se convierta en amor el dinero. Ama la propia creatividad que te da ese dinero. Con la creatividad, la sensación de angustia se irá.
«Tengo picor en la cabeza, espinas que se me clavan.» No nos vamos a preguntar qué son esas espinas. Simplemente vas a aceptar la sensación, pero sin preguntarte el porqué ni qué significan, porque podrían ser los pensamientos críticos que te han lanzado cuando eras niño, cosas así. Vas a pensar que eso sale de tu cabeza, no que entra en tu cabeza. Pero hace falta que verdaderamente trabajes con esa sensación. Y lo que sale de tu cabeza se va a convertir en rosas, porque las rosas tienen espinas. Y cuando te imagines que tienes rosas en tu cabeza, imagina que los insectos vienen a polinizar. Y con el polen, van a polinizar otras plantas por el mundo. De esta manera, tu malestar se convierte en un don para el mundo. Y después podrás escribir poemas, podrás hacer lo que quieras.
Todos tenemos que acabar con ese juego de «Mira lo que me has hecho» o «Tú no me quieres». Es una falta de creatividad. No debemos regodearnos en la sensación de no ser amados. Precisamente, si tengo esa sensación de no ser amado, hay que cambiar esa sensación y sentirse amado. ¿Y qué se puede hacer? Pues, para empezar, dejar de pedir. Si yo dejo de pedir, estoy en la situación de dar y entonces diremos: «Tú no me quieres, pero yo te adoro». Y en lugar de pasar la vida enfadándonos y fastidiando al otro y sufriendo, diré «Basta», y se acabó el problema. Yo te amo. No voy a vivir como una víctima toda mi vida. No. Yo te amo y eso basta. Si tú no me amas es tu problema, no el mío. Ahí está la curación. Cuando se es creativo, ya no se está centrado en la petición de algo, al contrario, lo fabricamos nosotros mismos. Debemos poner amor allí donde no hay amor, y lo encontraremos. Porque, si utilizas al otro como un espejo de tu falta de capacidad para amar, es porque has ido a buscar a alguien que no te ama y eso es porque tú no puedes amar. Eres incapaz de amar, y tu problema de no amar lo depositas en el otro, lo proyectas como un espejo. Ama. Y si tú amas, el otro te va a amar, porque vas a proyectarle tu amor.
Comencemos por amar las cosas: el arte, la gente, nuestras obras, todo. Dediquémonos a crear y a amar. Porque la otra actitud me conduce a no hacer nada, a estar todo el tiempo parado. La creatividad, por el contrario, conduce a que hagas lo que debes hacer. Y lo que haces, lo proyectas. Y si lo proyectas, lo recibes. Todo lo que le das al mundo, el mundo te lo da. Todo lo que no le das al mundo, el mundo no te lo da. Hay que liberarse, gracias a la creatividad, de la petición. Cuando nos decimos «Yo quiero tener talento», debemos decir «¡Tengo talento!». ¿Por qué querría tener talento, si lo tengo? Yo quiero tener éxito. ¡Pero si tengo éxito! Todo lo que quiero, lo tengo. Entonces, dejo de pedir, y me pongo a hacer mi obra. ¡Eso es todo! Si quiero tocar música, la toco. Si quiero cantar, canto. Si quiero escribir, escribo. Si quiero ganar dinero, lo gano. Y punto.
Porque a nuestro lado siempre está la prisión que nos impide realizarnos. Papá, mamá, ¿verdad? Es la maldita prohibición que nos ha dicho: sé víctima, vive como una víctima y hazte una víctima. Fastidia al otro. Pero eso ya sería tema para otro curso menos acelerado.
Apéndice. La psicomagia: poesía aplicada al tratamiento de la locura
Martín Bakero, psicoterapeuta y doctor en psicopatología de la Universidad París-VII