Como los métodos de contención de la psicosis se han mostrado radicalmente represivos, deshumanizantes, insatisfactorios en sus resultados clínicos y han provocado efectos secundarios importantes, una de las preguntas que nos formulamos como terapeutas de las psicosis es qué tratamiento emplear para que la persona no sea afectada por los tratamientos electroquímicos aplicados en ciertos casos agudos y crónicos. ¿Cómo restaurar los lazos entre el sujeto y la realidad, bloqueados en la psicosis, sin que el sujeto pierda la memoria, la psicomotricidad, o la imaginación?
Como en los antiguos lugares de adivinación de Delfos o de Dandará, y asemejándose a los tratamientos que se practicaban en los templos de Asclepio, el sanitarium de Georg Groddeck o los tratamientos de Alejandro de Tralles, la psicomagia supedita la razón a la imaginación: la solución viene dictada por el síntoma de la locura, y es en esa dirección en la que la cura desplegará sus velas; sobre todo si tenemos en cuenta que en griego «síntoma» significa coincidencia (symptoma). En vez de reprimir o tratar de eliminar los síntomas alucinatorios o persecutorios, la psicomagia encuentra en la metáfora delirante una vía de curación del inconsciente, y a través de actos poéticos la lleva a la realización simbólica. En este dominio, los sueños suelen ser muy importantes. Por ejemplo, en la Antigüedad, Asclepio dejaba una carta cada vez que aparecía, y esta carta se constituía en la clave de lectura de la enfermedad, que permitiría curarla. Empédocles podía, a través de metáforas mágicas, detener los vientos, causar o parar la lluvia; también él curaba a través de actos que hoy podrían ser calificados de chamánicos.
Ya que el síntoma en la enfermedad es un ensayo de curación, el delirio en la psicosis es un intento para restablecer los lazos con la realidad. La psicomagia creada por Jodorowsky extrae sus métodos de antiguas y eficaces formas de curación vinculadas con la magia, de innovadoras y modernas teorías psicológicas del inconsciente, y utiliza las más variadas técnicas del arte de vanguardia calificadas como efímeros, happenings, instalaciones, performances, etc., artes cuyos orígenes se remontan a siglos atrás: Diógenes paseándose desnudo con una lámpara por Atenas, Sócrates entrando de espaldas a un banquete para que no se advirtiera que llegaba tarde, Empédocles caminando con sandalias de oro, los monjes taoístas durmiendo con la cabeza hacia el suelo para acumular esperma en la mente y poder volar, los sacerdotes de Babilonia salpicando a los fieles con el agua contenida en un jarro con forma de seno de la divina Isis. Todos, desarrollos libres de la imaginación para poder habitar el mundo en forma poética, es decir, que logran unir la razón con la imaginación y la intuición.
Hablamos de magia porque las leyes de la magia son las mismas que rigen el inconsciente: la metonimia y la metáfora. La primera ley es la de contigüidad, en la cual la parte se identifica con el todo; la segunda es la de similitud, en la cual lo parecido actúa sobre lo similar. Al crear un acto psicológico, estamos ocupando el lenguaje del inconsciente. Magia, psicoanálisis y poesía.
Numerosas tentativas en el tratamiento de la locura pueden demostrarnos que la psicomagia -sin que hubiera sido aún nombrada como tal- había comenzado a ejercer sus beneficios hace ya miles de años. Y es que la historia se escribe a veces de una manera retroactiva; así, sólo después de la invención por Freud del psicoanálisis, nosotros podemos encontrar a sus precursores, tales como Nietzsche, Sócrates o algunos filósofos estoicos, si bien esta lectura comparativa sólo es posible a partir de la creación freudiana de tal técnica. Jodorowsky, al inventar la psicomagia, da un nombre y funda una técnica que ha conocido muchos logros terapéuticos a lo largo de los siglos, pero que antes de él no podíamos distinguir, al no tener ésta un hilo conductor que la caracterizara. La psicomagia viene a recobrar un dominio perdido: la colaboración estrecha entre la terapia y el arte.
Los alienistas no han cesado de buscar los posibles vasos comunicantes entre las artes y la terapia para establecer un método de tratamiento. Es así como en los primeros centros terapéuticos de la psicosis, conocidos en Bagdad en el siglo V, se asociaban la música y otras artes a la sanación. También en la Biblia existen numerosos ejemplos de curaciones a través de métodos que hoy pueden calificarse de actos de psicomagia: David curó a Saúl de un estado delirante tocando su arpa, Jesús hizo que un ciego recuperara la vista untándole los ojos con saliva y arcilla.
Melampo, terapeuta griego, curaba la locura de las mujeres dionisiacas de Argos por medio de gritos rituales, danzas catárticas y otros actos que han quedado registrados en la historia. Marcel Mauss cuenta también la curación de Ificlo por Melampo: Fílaco, padre de Ificlo, deja descuidadamente junto a su hijo un cuchillo ensangrentado mientras castra a un carnero. Ificlo huye asustado y deviene estéril a causa de ello. Melampo lo cura haciéndole lamer durante diez días el óxido del cuchillo encontrado en el árbol donde Fílaco lo había clavado al ver huir a su hijo. Aquí vemos cómo el síntoma se había producido por la identificación de Ificlo con el carnero castrado. Melampo es capaz de curarlo haciéndole incorporar el elemento temido y transformándolo en aliado. Placitus Sextus, médico latino del siglo IV, sostenía que un buen tratamiento para la fiebre era preparar una pócima disolviendo una astilla de una puerta por la que acabara de pasar un eunuco. Marcelo Empírico, para extirpar los abscesos del ojo derecho, los tocaba con tres dedos de la mano izquierda mientras tosía repitiendo tres veces: «Las mulas no traen criaturas al mundo, ni la piedra produce lana; que tampoco esta enfermedad culmine, pero si lo hace, que se marchite». Otra prescripción oftalmológica característica de su libro De medicamentis empiricis afirma: hay que pintar de blanco una araña de patas muy largas y machacarla en aceite. Esta pócima quita los puntos blancos de los ojos si se la usa con asiduidad, debiendo prepararse una buena cantidad con bastante aceite para que no se acabe antes de terminar la cura.
Varios ejemplos en la Antigüedad dan testimonio de operaciones mágicas basadas en la identificación, en la simpatía entre los objetos: una gota de sangre sobre una fórmula mágica cierra una herida; un dibujo que represente a un perro con las cuatro patas y el hocico encadenados sanará la rabia. También hay operaciones mágicas colectivas, antecedentes de lo que Jodorowsky denomina hoy «psicomagia social». Es el caso por ejemplo de los amuletos públicos que existían en Egipto. Para inmunizarse de las picaduras de las serpientes o de los escorpiones, se erigía en un lugar público una estatua de una divinidad cubierta de inscripciones mágicas, se le agregaba un chorro de agua desde la cabeza a los pies y luego se bebía ese líquido recogido al pie de la estatua.
Numerosos son los casos de curación de locos, a través de actos, llevados a cabo por Alejandro de Tralles, eminente médico bizantino. Curó una vez a un delirante que pensaba que no tenía cabeza haciéndolo llevar sobre ésta un sombrero de plomo, y a un hombre que no podía orinar porque pensaba que si lo hacía el mundo entero se inundaría, diciéndole que había un gran incendio en las tierras que hoy ocupa Europa, y que sólo se podría extinguir si él orinaba. A una paciente que pensaba que tenía una serpiente dentro de su estómago que no la dejaba alimentarse le pidió que invocara a la serpiente, dándole un vomitivo. Mientras ella vomitaba, él, rápidamente, lanzó una culebra que hizo creer a la mujer que el reptil había salido de su vientre.
También la sabiduría popular cuenta con remedios para tratar cierto tipo de complicaciones. De estos procedimientos subsiste, por ejemplo, en muchos países, el hacer pasar a un niño que tenga una fractura por la grieta de un árbol expresamente hendido, y ésta después se ha de unir y curar.
La psicomagia aporta una ayuda fundamental y un método radical en la psicoterapia de la psicosis. Ella favorece que el sujeto vuelva a interesarse por el mundo y recree una relación esencial con su entorno, gracias a la irrupción fulgurante de la poesía, diálogo perdido tras la crisis inicial psicótica, ya que la locura implica la ausencia de creación. Los actos simbólicos provocan que el sujeto desbloquee sus mecanismos de defensa psicóticos y los ponga al servicio de la belleza. Un acto psicológico, acompañado de un cuadro psicoterapéutico adecuado, puede facilitar que el sujeto salga de su bloqueo afectivo, y de su actividad psíquica autoerótica, para volver a dirigir su interés hacia los otros. En algunos casos de autismo, donde jamás ha habido comunicación con los demás, ciertos actos realizados por las familias de los implicados pueden lograr que el sujeto enfermo comience a salir de su encierro y acceda al lenguaje, el cual le estaba prohibido por algún secreto familiar que puede remontarse hasta a tres generaciones. En los siguientes casos clínicos que hemos seleccionado, podremos apreciar cómo los actos psicomágicos han podido canalizar las angustias más primitivas, desbloquear las inhibiciones más profundas y contener los síntomas psicóticos más agresivos y desestructurantes. A veces podemos decir que la psicomagia ha actuado con una fuerza atómica que sobrepasa la cura de electrochoques o de coma insulínico. Son los primeros casos de una herramienta terapéutica fundamental, en los cuales la sola palabra no es suficiente. El acto psicomágico prepara el camino a la palabra, reintroduciendo la poesía en la existencia del sujeto, como un rayo de imaginación que penetra en las tinieblas de la descomposición mental.
1. Una persona se queja de que no puede dormir desde hace meses, ya que piensa que su almohada está habitada por cucarachas que le comen sus pensamientos. Ante tal temor no puede apoyar la cabeza en la almohada ni conciliar el sueño, lo que le produce una insoportable angustia de desintegración psíquica. Le proponemos que compre verdaderas cucarachas y que las ponga sobre su almohada durante una noche. A la noche siguiente debe reemplazar por cucarachas de plástico las reales. A la tercera noche debe apoyar su cabeza en una almohada en cuya funda estén impresas imágenes de cucarachas. Al cuarto día debe volver a dormir con su almohada normal… Después de una semana de indagaciones y venciendo las resistencias que tenía, lleva a cabo el acto prescrito, y desde entonces cesan sus temores y puede conciliar el sueño.